miprimita.com

The murderer

en Confesiones

THE MURDERER

El día 10 de Marzo de 1.995 un Cadillac Seville granate, con ligeros arañazos en los costados, aparcó en la terminal del aeropuerto del Prat de Llobregat poco después de las once de la mañana entre un Mercedes blanco y un Chrysler Le Baron rojo. El conductor, un hombre alto, de pelo y bigote castaño, ojos negros, gafas de gruesa montura de carey y que, aparentemente, tenia poco más de treinta años, sacó del interior del automóvil un maletín negro y cerró el coche.

Con las llaves en una mano y el maletín en la otra se encaminó a la puerta de entrada de la terminal. Siguió hasta los servicios de caballero, se metió en un excusado, dejó caer las llaves del coche dentro del inodoro y tiró de la cadena saliendo de nuevo hacia la gran sala del aeropuerto mientras se quitaba los guantes de piel negra que guardó en el bolsillo del gabán. Ante el mostrador de Iberia le indicó a la joven empleada:

-- Por favor, señorita, tengo pasaje reservado para Madrid, seria tan amable de entregármelo -- era evidente el acento francés del solicitante.

--¿A nombre de quién está la reserva? – preguntó sonriendo amablemente la joven empleada.

-- René Carmagnol – respondió el hombre enseñando el pasaporte. La joven le echó un vistazo al apellido y buscó entre las reservas del fichero. Sacó uno de los pasajes, estampilló las hojas indicándole al caballero el importe del vuelo que éste pagó en efectivo. La empleada entregó el boleto comentando:

-- Aquí lo tiene, señor Carmagnol. Feliz viaje.

-- Gracias, muy amable – respondió sonriendo René Carmagnol.

La joven siguió con la mirada al elegante y atractivo caballero viéndole desparecer entre la gente y suspiró con nostalgia.

El hombre, al pasar delante del kiosco compró el periódico y un paquete de Marlboro. Con él bajo el brazo se dirigió hacia los asientos vacíos frente a las puertas de embarque. No tuvo tiempo de sentarse, los altavoces anunciaron:

<<Atención, por favor. Los pasajeros con destino a Madrid del vuelo 505, prepárense para embarcar por la puerta diecisiete>>

Los altavoces volvieron a repetir en inglés y francés el mismo anuncio y el caballero del maletín negro dio la vuelta mirando los números de las puertas. Estaba delante de la número doce y a su mano izquierda tenía la número once; se encaminó hacia la derecha con paso tranquilo colocándose a la cola formada ante dicha puerta. Entregó el maletín al guardia de seguridad, pasó sin mayores problemas el control de metales, volvió a recoger el maletín de la cinta deslizante y siguió adelante por el túnel hasta entrar en el avión.

El boleto del pasaje indicaba el asiento número doce de primera clase y la azafata le acompañó hasta la ventanilla de estribor de la segunda fila de butacas. Los dos asientos anteriores al suyo estaban ya ocupados y se disculpó por tener que molestar a sus compañeros de vuelo. Dejó el maletín a sus pies, se despojó del gabán sentándose y abrochándose el cinturón al oír la voz de la azafata anunciando el inminente despegue.

Cinco minutos después estaba en el aire y la voz de la azafata de nuevo les indicó por megafonía que podían desabrocharse los cinturones y reclinar los asientos. Inclinó el suyo desplegando el periódico que había dejado sobre sus rodillas. En la primera página y con grandes titulares pudo leer a toda plana:

<<APARECE SALVAJEMENTE ASESINADA LA BARONESA HAMSEN>>

Comenzó a leer el extenso artículo:

<<Según ha podido averiguar nuestro enviado especial en Benicarló, Manuel Enrique Berrocal, la baronesa Hansem ha sido salvajemente asesinada en su mansión de "La Casa del Indiano". La visión que se presentó ante los ojos de la policía al entrar en la mansión de los Hamsen, según palabras del capitán de línea de la zona, fue dantesca. En medio del gran salón comedor vieron a una mujer rubia completamente desnuda clavada de pies y manos en una gran cruz de madera, exactamente igual a como clavaron a Cristo.

Para que el cuerpo no se cayera por su propio peso hacia delante, el asesino le rodeo la cabeza y los brazos con un alambre de espino que se clavó profundamente en la carne de la víctima. La sangre se deslizó por su rostro casi de la misma forma a como nos representan los imagineros las iconografías de Cristo.

Según datos facilitados por el forense de Benicarló, la mujer había sido violada y sodomizada salvajemente en varias ocasiones; el sexo y los senos destrozados a dentelladas, pese a lo cual su agonía duró más de cuarenta y ocho horas. El cadáver presentaba ya los primeros síntomas de descomposición.

Delante de la cruz se hallaba un sillón de cuero marrón cuyo cojín mostraba señales de haber sido utilizado durante horas, como si su feroz asesino se hubiera recreado en contemplar la agonía de la víctima, lo cual da idea del masoquismo y la perversidad del individuo. (Continúa en página 7)...>>

Buscó la página y continuó leyendo…

<<Ayer, día 9, a las once de la mañana, se personó en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Benicarló, Castellón, Manuel Sospedra, repartidor del Hipermercado Randabo que abastece la mansión de los Hamsen todos los lunes y viernes. El señor Sospedra informó a la Guardia Civil que el viernes último no había podido entregar el pedido solicitado el lunes por la baronesa Hansem ya que en la mansión nadie respondía al timbre y el teléfono sonaba con tono de estar ocupado continuamente. Pero lo que más le había llamado la atención es que ni el doberman ni el rowailer, dos fieras temibles que siempre ladraban cuando tocaba el timbre, no habían hecho acto de presencia ni ladrado una sola vez.

Tampoco había acudido, como era costumbre, el guardaespaldas que hacía las veces de portero. La mansión de los Hamsen conocida en la zona como "La Casa del Indiano", está ubicada en un solitario paraje entre las poblaciones de Peñíscola y Alcocéber en medio de una extensa arboleda. Es una propiedad de cuarenta hectáreas. Hace tres años, a la muerte de Federico Echevarria, su viuda vendió la propiedad por cuatro mil millones de pesetas al Barón Rudolf Hamsen, secretario que fue de la Embajada alemana en Madrid durante cinco años. El barón y la baronesa, Victoria Sandoval, bellísima mujer elegida miss España antes de casarse, convirtieron la mansión en una verdadera fortaleza a la que era imposible acceder sin permiso de los dueños. "La Casa del Indiano" tiene muelle propio con un yate de veinticinco metros y dos motoras fuera borda, campo de golf, dos piscinas, una de ellas olímpica y sistemas de seguridad que se consideraban infranqueables y que, además, estaban conectados con la Guardia Civil de Benicarló.

El servicio doméstico, compuesto por cinco expertos en artes marciales y armas de fuego, actuaban como guardaespaldas. Toda esta protección ha resultado ineficaz. Tanto el barón Hansem como los guardaespaldas y los perros aparecieron muertos a balazos dentro y fuera de la casa. Pero la visión dantesca estaba, como ya hemos indicado, en el salón comedor. Asimismo, hemos podido averiguar que los crímenes fueron cometidos, al parecer, por un solo individuo, lo cual hace pensar a la policía que se trata de un ajuste de cuentas cometido por un asesino, muy experto en lucha nocturna ya que todos los asesinatos fueron cometidos entre las doce de la noche y las siete de la mañana.

De momento se desconoce la identidad del criminal aunque, según la policía, será cuestión de pocos días averiguarla pues siguen una pista que no han querido desvelar ya que el caso está "sub judice" por orden del juez de instrucción. ¿Se trata de un ajuste de cuentas o de una venganza personal? En cualquier caso han sido unos crímenes atroces que demuestran hasta qué grado de perversión puede llegar la mente humana>>

Dejó el periódico, abrochándose el cinturón cuando la azafata avisó del próximo aterrizaje, abandonándolo sobre el asiento al bajar a tierra.

******

El taxi paró a las cuatro en punto de la tarde delante de la puerta de entrada del Hotel Miguel Ángel de la capital de España. El pasajero pagó el importe de la carrera desde Barajas y bajó a la acera. Dos de los cuatro hombres reunidos a pocos metros de la entrada del hotel se separaron del grupo caminando hacia el alto caballero de gafas de carey que les echó una rápida mirada cuando lo flanquearon.

En el vestíbulo, vio otros tres hombres estratégicamente situados para dominar toda la planta baja del hotel. Parecían muy enfrascados en la lectura de los periódicos madrileños. El hombre hizo una mueca parecida a una sonrisa al encaminarse hacia los ascensores escoltado por los hombres de la calle pensando que ninguno de los tres atentos lectores de la prensa sabían realizar la misión que tenían encomendada.

Siempre entre los dos hombres entró en el ascensor. Uno de ellos pulsó el botón del tercer piso sin hacer comentario alguno. Al abrirse de nuevo las puertas del ascensor se encontró de cara con otros dos hombres, uno de los cuales, el más alto, preguntó:

-- ¿Me permite un momento, Señor Carmagnol?

Levantó los brazos sosteniendo el maletín con una mano. El hombre lo registró de arriba abajo rápidamente y con pericia.

-- Muy bien, yo le llevaré el maletín -- indicó con el mismo tono amable, añadiendo con una sonrisa -- El Señor Batalla le está esperando.

Escoltado por los cuatro hombres, caminaron por el pasillo deteniéndose ante una puerta con placa dorada. Leyó el letrero: " Suite Victoria". Sonrió irónicamente. Uno de los escoltas pulsó el timbre. Segundos después ésta se abría y otros dos hombres, en mangas de camisa y con automáticas enfundadas en las sobaqueras, aparecieron en el dintel.

-- Está limpio -- comentó el hombre que le había registrado, entregando el maletín después de abrirlo y volver a cerrarlo.

-- Pase usted, Señor Carmagnol -- indicó uno de ellos.

Carmagnol oyó cerrarse la puerta a su espalda y caminó detrás del hombre hasta la siguiente estancia.

-- Siéntese -- le indicó, señalándole uno de los sofás y entregándole el maletín -- El Señor Presidente le recibirá enseguida.

Tres minutos después se abría una de las puertas laterales del amplio recibidor.

Un hombre alto, delgado, moreno, con gafas parecidas a las suyas sobre una nariz prominente, se paró en el umbral. Estaba hablando con alguien que permanecía en la otra habitación:

--..... y dile que pueden desmontar el sistema de grabación, ya no lo necesitaremos más.

Cerró la puerta y entró en la habitación. Le estrechó la mano. Los ojos negros y escrutadores le miraban tan fijamente como los de una serpiente, pero los labios, finos y crueles, sonreían amablemente.

-- Siéntate, Carlos. Te veo muy bien, nadie diría que...

-- Prefiero René, sí no le importa – cortó rápido Carmagnol

-- En absoluto. Has tardado más de lo previsto.

-- La cosa no ha sido fácil, Señor Batalla.

-- Tampoco para mí lo ha sido. Has estado a punto de estropearlo todo. Si no llego a intervenir ya estarías enterrado.

-- Lo sé. Ignoraba que ella conocía el coche y el piso de Barcelona. El domicilio sólo lo tenía usted, y alguien tuvo que darle la dirección.

Había un ligero tono de reconvención en la voz del recién llegado. El Presidente se quedó pensativo durante unos segundos. Luego comentó:

-- Si, es cierto. Tu... "accidente" nos dio la clave. Afortunadamente ya hemos cazado al infiltrado. Por lo demás, todo lo que pude hacer fue impedir que no te sacaran de la clínica y te llevaran a la enfermería de la prisión. En tu estado no hubieras salido vivo de allí.

-- No lo dudo.

-- Pero en la clínica lo hiciste muy bien. Claro que, sin mi ayuda, te hubiera sido imposible engañar a los especialistas.

-- Pues nadie lo diría, porque el otorrino y oftalmólogo se ensañaron todo lo que pudieron.

Su interlocutor sonrió.

-- La gente cree que la ceguera es más difícil de disimular que la sordera y es al revés. Tenía que estar seguro de que no te delatarías en un descuido. En conjunto lo has superado bastante bien.

-- ¿Y quien es el chivato?

-- Era uno de mis secretarios. No lo conoces. El pobre tuvo un accidente de automóvil hace unas semanas.

El Presidente permaneció en silencio unos segundos. Al final comentó:

-- Era muy lista, te engañó con suma facilidad y ese fue otro de tus fallos, pero me hizo un doble favor sin saberlo.

-- Me engañó porque la avioneta era una Cesna como la de Artasola y no pude distinguir a los pasajeros. Pero usted lo sabía y no me avisó.

De nuevo sonrió el Presidente.

-- Me interesaba no hacerlo. Cortés era muy inteligente pero aún era más ambicioso, puso mucho dinero en juego para desbancarme. Está mejor muerto. Sin embargo, estoy verdaderamente admirado ¿Cómo conseguiste derribar la avioneta?

René Carmagnol comentó con media sonrisa:

-- Pertenece al secreto del sumario

-- ¿Me tomas el pelo? -- preguntó el Presidente, frunciendo el ceño.

-- Bueno... y un Ala Delta – aclaró Carmagnol

El otro hombre movió la cabeza con asombro. Exclamó admirado y risueño:

-- ¡Y hablaban de Skorzeny! Creíamos que lo habías hecho desde de lo alto del Pico Greni.

-- Hubiera podido hacerlo con el rifle matando al piloto, pero quería que pareciera un accidente y la única forma era incendiando el aparato. No fue fácil, pero no quedaran huellas. Se estrelló en pocos segundos y ardió como una tea.

-- No, no quedaron vestigios. Al principio creímos que habías logrado manipular el motor. En fin, menos mal que pudiste acabar el trabajo principal. También esa fue una obra maestra de ejecución. Aquel día me cogiste de sorpresa y eso que lo esperaba, pero conseguí distraer a la escolta para darte más tiempo. Eso te habrá ayudado, supongo.

-- Claro que sí. Después de los disparos salí a todo gas. Cómo comprenderá no podía perder tiempo.

-- Claro. Sin embargo, ya ves, poco después te cazaban por culpa de la mujer. Pero dejemos eso, tengo algo para ti --comentó el señor Batalla levantándose y desapareciendo en la otra estancia.

Regresó al cabo de un par de minutos. Traía en la mano un sobre blanco que entregó a su visitante.

-- Como ves lo han enviado de Las Vegas nominativo hace casi veinte días.

René Carmagnol leyó el nombre del sobre:

Levantó la solapa y sacó un cheque del Banco de América por treinta millones de dólares a nombre de Frederic Hamerstein.

-- Supongo que no tendrás problemas para cobrarlo.

-- En absoluto -- asintió el visitante, guardando el cheque en la cartera.

El Presidente miró a su visitante fijamente, los negros ojos brillaban de astucia al comentar:

-- Creo que sesenta millones de dólares son unos buenos emolumentos por tu trabajo.

-- He estado a punto de perder la vida y para mí no tiene precio.

Su interlocutor preguntó muy suavemente:

-- ¿Qué has decidido respecto al otro asunto?

René Carmagnol quedó pensativo durante unos segundos. Luego comentó con lentitud:

-- La verdad es que el tráfico de armas no me entusiasma. Me interesaría más la red de narcotráfico, se gana más dinero y usted tiene...

Su interlocutor cortó seco y rápido:

-- De momento olvídate. ¿Tienes contactos en Sudamérica?

-- Tengo contactos en todas partes. Ese no es el problema principal.

-- ¿Entonces?-- inquirió su interlocutor enarcando las cejas.

-- El problema es que las armas que trata de hacer llegar a ETA es un asunto que no me entusiasma. No sé si me explico.

-- No, no te explicas, pero lo entiendo.

-- Me gustaría ayudarle en eso, aunque existen dos inconvenientes: primero, que no es mi especialidad y segundo, no me gusta ETA. Creo que le soy más necesario para solventarle lo de la oposción ¿no le parece a usted?

De nuevo el Presidente quedó pensativo durante unos momentos. Luego miró fijamente a su interlocutor antes de comentar:

-- Puede que tengas razón. Sin embargo, te pago espléndidamente, me parece.

-- Para eso me juego la vida, pero ¿qué necesidad tiene de quemarme con el asunto de ETA, si tengo que descabezar a la oposición? Eso no será fácil tampoco.

-- Muy bien, muchacho, sea como tu dices, pero, hablando de todo, creo que te has pasado con la baronesa. Ha sido una barbaridad.

-- Tarde o temprano el que me la hace me la paga – comentó mirando fijamente al Presidente que sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

René Carmagnol apretó los labios, miró a su interlocutor intentando averiguar lo que pensaba, pero los brillantes ojos de serpiente eran tan inescrutables como los suyos. Al cabo comentó suavemente:

-- Perdone si me inmiscuyo en lo que no me incumbe pero...

-- No te preocupes – cortó rápido Batalla -- di lo que sea.

--Si yo fuera usted, y estuviera en su situación lo qué haría...

-- Estás en un error – cortó rápido y seco -- Después de lo ocurrido, las cosas han variado substancialmente. Todos creen que han sido ellos los autores ¿comprendes?

-- Si, lo entiendo, pero no puedo hacer las dos cosas a la vez.

-- Claro que no. Tú prepara el plan. Ya sabes quienes son ¿no es eso?

El hombre de las gafas de carey respondió de inmediato.

-- Si, lo sé. Necesitaré tres semanas para prepararlo.

-- Bien, pero no más. Tiene que ser tres días antes de las elecciones.¿Comprendes la situación?

-- Por supuesto, por eso necesito como mínimo tres semanas, de todas formas, si yo fuera usted ¿sabe lo que haría?

-- No, pero me gustaría conocer tu opinión -- respondió con torcida sonrisa el Pressidente.

-- Por si acaso pondría a trabajar día y noche a las máquinas de la Fábrica de la Moneda y enviaría la producción a Suiza exportándola como si fueran naranjas. Si la cosa le sale al revés de como piensa ya no tendría que preocuparse el resto de su vida.

-- ¿Imaginas que pueden ganar en los próximos comicios?

-- No lo sé, pero podría ocurrir.

-- ¿Y si luego me persiguen los jueces?

-- Imposible. Estamos en España no en Norteamérica.

Todavía reía el Presidente cuando se levantaron. Se estrecharon la mano al despedirse. El visitante se giró en la puerta al oír la pregunta:

-- ¿Cuánto lo tendrás planificado?

-~ Ya se lo he dicho. Dentro tres semanas. Le avisaré.

-- De acuerdo. Llámame al teléfono de siempre en cuanto lo acabes. Tenemos que discutirlo antes de que lo pongas en práctica.

-- Espero que no tenga intervenido ese teléfono. Seria una catástrofe para los dos.

-- Los fallos no han venido por el teléfono. Los tengo bien controlados ¿Te he fallado alguna vez?

-- No, pero recuerde a su secretario, también era de toda confianza y ya ve

René Carmagnol se dirigió a la puerta. Se giró al sentir de nuevo la voz otro hombre preguntando:

-- ¿Si te necesito antes estarás en la dirección que me has dado?

-- Estará el contestador – contestó abriendo la puerta.

-- ¿Desconfías de mí? – la pregunta sonó áspera.

-- En absoluto, señor Presidente. Buenas tardes.

Volvió a cerrarla suavemente y desapareció tan silencioso como un gato.

Mas de Jotaene

La niña de mis ojos

Así somos los gallegos

El fondo del alma

Edad media y leyes medievales

¡Oh, las mujeres!

Hetairas. cortesanas y rameras (1)

La loba

Lo potencial y lo real

Una vida apasionante (3)

Una vida apasionante (5)

Una vida apasionante (4)

Arthur Shawcross

Bela kiss

Romasanta, el hombre lobro

Poemas de Jotaene

Anuncio por palabras

Una vida apasionante (2)

Una vida apasionante

La semana tráquea

Relatos breves y verídicos (1)

El parricida sonámbulo

Curvas Peligrosas

Un fallo lo tiene cualquiera

Mujer prevenida vale por dos

La prostituta y su enamorado

Tiberio Julio César, el crápula

Caracalla, el fratricida incestuoso

Despacito, cariño, muy despacito (8)

Cómodo, el incómodo

El matriarcado y el incesto (4)

El matriarcado y el incesto (1)

Incestos históricos (4)

El matriarcado y el incesto (3)

El matriarcado y el incesto (2A)

Viene de antiguo

Viene de antiguo 2

El gentleman

Margarito y la virgen de Rosario

La multivirgen

Un grave encoñamiento (7 - Final)

Un grave encoñamiento (6A)

Un grave encoñamiento (6)

Despacito, cariño, muy despacito (7)

Despacito, cariño, muy despacito (6)

Despacito, cariño, muy despacito (5)

Incesto por fatalidad (8)

Academia de bellas artes

Un grave encoñamiento (5A)

Orgasmos garantizados

Un grave encoñamiento (5)

Un grave encoñamiento (4)

El sexo a través de la historia (2)

El sexo a través de la historia (3)

Despacito, cariño, muy despacito (4)

Despacito, cariño, muy despacito (3)

Un grave encoñamiento (3C)

Un grave encoñamiento (3B)

Un grave encoñamiento (3A)

Un grave encoñamiento (1)

La leyenda negra hispanoamericana (3)

Un grave encoñamiento (2)

Despacito, cariño, muy despacito (1)

Incestos históricos (3)

La leyenda negra hispanoamericana (2)

Incestos históricos (2)

La leyenda negra hispanoamericana (1)

Incesto por fatalidad (5)

Incesto por fatalidad (6)

Incestos históricos (1)

El dandy

Incesto por fatalidad (2)

Incesto por fatalidad (3)

Incesto por fatalidad (1)

Incesto por fatalidad (4)

Como acelerar el orgasmo femenino

Hundimiento del acorazado españa

Un viaje inútil

La máquina de follar

Sola

Follaje entre la nieve

Placer de dioses (2)

Placer de dioses (1)

Navegar en Galeón, Galero o Nao

Impresiones de un hombre de buena fe (6)

El Naugragio de Braer

La Batalla del Bosque de Hürtgen

El naufragio del Torre Canyon (1)

El naufragio del Torre Canyon (2)

El naufragio del Torre Canyon (3)

La batalla de Renade

Impresiones de un hombre de buena fe (7)

Impresiones de un hombre de buena fe (4)

Impresiones de un hombre de buena fe (7-A)

Olfato de perro (4)

Hundimiento del Baleares

Olfato de perro (5)

No sirvió de nada, Mei

Cuando hierve la sangre (2)

Cuando hierve la sangre (1)

Paloduro

Impresiones de un hombre de buena fe (2)

Impresiones de un hombre de buena fe (1)

Olfato de perro (2)

Impresiones de un hombre de buena fe (3)

Olfato de perro (3)

Olfato de perro (1)

La hazaña del Comandante Prien

Una tragedia Marítima olvidada (5 Fin)

Una tragedia Marítima olvidada (4)

Una tragedia Marítima olvidada (3)

Una tragedia Marítima olvidada (2)

Una tragedia Marítima olvidada (1)

La Hazaña el Capitán Adolf Ahrens

Derecho de Pernada (4)

Derecho de Pernada (2)

Derecho de Pernada (3)

Derecho de Pernada (5)

Derecho de Pernada (1)

La maja medio desnuda

Oye ¿De dónde venimos?

Mal genio

Misterios sin resolver (2)

Misterios sin resolver (3)

Crónica de la ciudad sin ley (10)

Crónica de la ciudad sin ley (9)

El asesino del tren

Tanto monta, monta tanto

Crónica de la ciudad sin ley (8)

El timo (2 - 1)

Testosterona, Chandalismo y...

El canibalismo en familia

¿Son todos los penes iguales?

Código de amor del siglo XII

Ana

El canibal japones.

El canibal alemán

El canibal de Milwoke

El anticristo Charles Manson

Crónica de la ciudad sin ley (6)

Crónica de la ciudad sin ley (7)

El 2º en el ranking mundial

El timo (2)

El vuelo 515 (3)

El bandido generoso

El carnicero de Hannover

El Arriopero anaspérmico

El vuelo 515 (2)

El vuelo 515 (1)

El carnicero de Plainfield

El petiso orejudo

La sociedad de los horrores

Don Juan Tenorio con Internet

Andrei chikatilo

El buey suelto

Gumersindo el Marinero

La confianza a la hora del sexo

El timo (1)

Los sicarios de satán

The night stalker

Barba azul

Hasta que la muerte os separe.

¿Serás sólo mía?

¿Quién pierde aceite?

El mundo del delito (8)

El sexólogo (4)

El barco fantasma

Encuesta sobre el orgasmo femenino

Captalesia

El sotano

Virtudes Teologales

El sexólogo (3)

El mundo del delito (7)

La sexóloga (4)

El signo del zorro

La sexóloga (5)

Memorias de un orate (13)

Memorias de un orate (14 - Fin)

El orgasmómetro (9)

El orgasmómetro (10)

El sexólogo (1)

El sexólogo (2)

La sexóloga (2)

La sexóloga (3)

Memorias de un orate (12)

El mundo del delito (4)

El mundo del delito (5)

La sexóloga (1)

Memorias de un orate (9)

Memorias de un orate (11)

Memorias de un orate (10)

Memorias de un orate (9 - 1)

Qué... cariño ¿que tal he estado?

¿Que te chupe qué?

Memorias de un orate (7 - 1)

Memorias de un orate (7)

Memorias de un orate (6)

Memorias de un orate (8)

Memorias de un orate (5)

Memorias de un orate (4)

Enigmas históricos

Memorias de un orate (3)

Ensayo bibliográfico sobre el Gran Corso

El orgasmómetro (8)

El viejo bergantin

El mundo del delito (1)

El mundo del delito (3)

Tres Sainetes y el drama final (4 - fin)

El mundo del delito (2)

Amor eterno

Misterios sin resolver (1)

Falacias políticas

El vaquero

Memorias de un orate (2)

Marisa (11-2)

Tres Sainetes y el drama final (3)

Tres Sainetes y el drama final (2)

Marisa (12 - Epílogo)

Tres Sainetes y el drama final (1)

Marisa (11-1)

Leyendas, mitos y quimeras

El orgasmómetro (7)

Marisa (11)

El cipote de Archidona

Crónica de la ciudad sin ley (5-2)

Crónica de la ciudad sin ley (5-1)

La extraña familia (8 - Final)

Crónica de la ciudad sin ley (4)

La extraña familia (7)

Crónica de la ciudad sin ley (5)

Marisa (9)

Diálogo del coño y el carajo

Esposas y amantes de Napoleón I

Marisa (10-1)

Crónica de la ciudad sin ley (3)

El orgasmómetro (6)

El orgasmómetro (5)

Marisa (8)

Marisa (7)

Marisa (6)

Crónica de la ciudad sin ley

Marisa (5)

Marisa (4)

Marisa (3)

Marisa (1)

La extraña familia (6)

La extraña familia (5)

La novicia

El demonio, el mundo y la carne

La papisa folladora

Corridas místicas

Sharon

Una chica espabilada

¡Ya tenemos piso!

El pájaro de fuego (2)

El orgasmómetro (4)

El invento del siglo (2)

La inmaculada

Lina

El pájaro de fuego

El orgasmómetro (2)

El orgasmómetro (3)

El placerómetro

La madame de Paris (5)

La madame de Paris (4)

La madame de Paris (3)

La madame de Paris (2)

La bella aristócrata

La madame de Paris (1)

El naufrago

Sonetos del placer

La extraña familia (4)

La extraña familia (3)

La extraña familia (2)

La extraña familia (1)

Neurosis (2)

El invento del siglo

El anciano y la niña

Doña Elisa

Tres recuerdos

Memorias de un orate

Mal camino

Crímenes sin castigo

El atentado (LHG 1)

Los nuevos gudaris

El ingenuo amoral (4)

El ingenuo amoral (3)

El ingenuo amoral (2)

El ingenuo amoral

La virgen de la inocencia (2)

La virgen de la inocencia (1)

Un buen amigo

La cariátide (10)

Servando Callosa

Carla (3)

Carla (2)

Carla (1)

Meigas y brujas

La Pasajera

La Cariátide (0: Epílogo)

La cariátide (9)

La cariátide (8)

La cariátide (7)

La cariátide (6)

La cariátide (5)

La cariátide (4)

La cariátide (3)

La cariátide (2)

La cariátide (1)

La timidez

Adivinen la Verdad

El Superdotado (09)

El Superdotado (08)

El Superdotado (07)

El Superdotado (06)

El Superdotado (05)

El Superdotado (04)

Neurosis

Relato inmoral

El Superdotado (03 - II)

El Superdotado (03)

El Superdotado (02)

El Superdotado (01)