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Tres Sainetes y el drama final (1)

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TRES SAINETES Y EL DRAMA FINAL.

Está historia que voy a relatarles está basada íntegramente en un hecho real ocurrido en España a mediados de la segunda década del siglo veinte.

Tres hombres se pusieron de acuerdo para cometer un atraco al tren de la Compañía Madrid-Zaragoza-Alicante. Los nombres de estos tres atracadores quedarán en el anonimato hasta el final de la historia. Como el suceso, por su resonancia, ocupó durante bastante tiempo las páginas de los periódicos españoles y extranjeros de la época y fue tema de conversación obligada en todas las poblaciones de la nación, también quedará en el anonimato hasta el final el nombre con el que fue conocido dicho delito. Mucho antes del final, seguramente ustedes ya habrán descubierto de que suceso se trata.

Sin embargo, debo advertirles que el dossier reunido por mí sobre dicho asunto quizá sea el más completo que se ha escrito hasta ahora, si exceptuamos los archivos policiales y judiciales.

ALFA, el primero de los atracadores, era un hombre pulcro y elegante. Alto, moreno, fuerte y simpático, su conversación era agradable y su cultura nada corriente. Tuvo una infancia feliz, rodeado de mimos, amor y regalos. Pero al llegar a la edad adulta le resultaba imposible vestir modestamente y reducir sus gastos, precisamente después de haber nadado en la abundancia y en medio de un desahogo económico del que siempre había disfrutado cuando se acostumbró a llevar lujosos trajes y ropa interior de seda; el contrabando daba para eso y para mucho más. Llevaba una vida desordenada y equívoca. Finalizados sus trabajos en la oficina, dejaba el deber a un lado para entregarse a ciertas diversiones y practicar ciertas costumbres que, para la época, resultaban moralmente vergonzosas. Vivía en familia pero tenía un pisito en la calle Núñez de Arce, que luego cambió por otro ubicado en la calle Pardiñas y al que él llamaba su estudio. Éste era el teatro de todas sus extravagancias amorosas. Socio asiduo del "Casino de América" y del Casino Militar, allí se aficionó al juego por vicio y perdió todo su dinero por la necesidad de rescatarlo. Espléndido en su época de contrabandista, nunca le faltaron amigos, algunos de los cuales conocían sobradamente lo más íntimo de su vida; su degeneración sexual, que había llegado al más descarado homosexualismo.

Cierto día llegaron a Madrid unos parientes suyos; como en su casa no dispusiera de las habitaciones necesarias para atender convenientemente a los familiares, ALFA los llevó a una pensión enclavada en el numero 1 de la calle Rosalía de Castro, esquina con la de Hortaleza. Ésta fue la circunstancia que le hizo intimar con GAMA, el dueño de la pensión. Cuando los parientes se marcharon de Madrid, la amistad con el dueño de la pensión siguió constante y en aumento.

BETA, el segundo de los atracadores, era un hombre de aspecto infantil, bajo de estatura, culto y apasionado en extremo por el juego. Aunque nacido en Cuba, había pasado toda su vida en España. Carecía por completo de voluntad. Sus amistades le llamaban "Pildorita", apodo cariñoso que hacía alusión a la costumbre de masticar en todo momento y lugar unos comprimidos, remedio para enfermedades genitales contraídas como regalo de sus aficiones sexuales. Se ganaba la vida como redactor industrial de un importe periódico de la capital. También frecuentaba asiduamente el "Liceo de América". Medio rubio, abúlico y cobarde era un irresponsable hasta grados difícilmente superables.

GAMA, el tercero de los atracadores, era ancho de espaldas, fuerte y robusto. De ojos negros y mirada despierta, pelo ensortijado y oscuro, de cara que denotaba inteligencia y decisión y de gestos breves y autoritarios. En tal aspecto se podía considerar el reverso de la medalla de ALFA. La verdadera dueña de la pensión era su esposa, pero esto en el terreno de las realidades, no pasaba de ser una quimera. A pesar de todos los documentos públicos habidos, el verdadero dueño era GAMA; si no lo era legalmente, si lo era en la práctica de todo lo que en la fonda había. Como buen vividor, su inteligencia sabía allanar dificultades y sortear inconvenientes llegado el caso.

Hasta que punto eran buenos amigos estos tres pájaros lo demuestra la siguiente anécdota; un sainete con el que empieza la acción.

ALFA y GAMA frecuentaban por la noche el café Oriental. Cierto día BETA fue presentado por ALFA, su amigo de francachelas y liviandades, a GAMA. Estos dos amigos de ALFA no tardaron en darse cuenta del cambio que se estaba operando en él. Una noche que estaban tomando unas copas en el café Oriental con BETA y GAMA, éste le preguntó que le sucedía y ALFA le respondió:

--Me encuentro en un caso muy apurado, y os aseguro que no encuentro solución posible. Cuando llegue el día que deba responder de mi deuda y no pueda pagar lo que debo, estoy seguro de que iré a parar con mis huesos en la cárcel; y esto sin que lo pueda remediar ni encuentre solución posible.

--Pero ¿Tan difícil te resulta encontrar dinero para pagar? ¿Acaso se trata de una cantidad de importancia? – preguntó GAMA como si le interesare la suerte de su amigo.

--De momento no hay nada que hacer. Hasta ahora tenía todas mis esperanzas puestas en doña Cristina, pero…

--¿Doña Cristina? ¿Quién es esa señora, si se puede saber? – preguntó inquisitivamente GAMA. --- Sí, doña Cristina Cauder. Soy su habilitado, como también el de mi padre que, como ya sabéis, está en Alcantarilla, un pueblo de la provincia de Murcia. Como os iba diciendo, soy el pagador de Doña Cristina, que me quiere con un cariño verdaderamente sincero. Me encargó hace poco la venta de unos cuadros que tiene en alta estima. Yo me comprometí a vendérselos pensando en la comisión correspondiente, para pagar con ella esa deuda que me quita el sueño. Pero he llegado a la conclusión de que los tiempos que corremos no son los más idóneos para que la gente tire el dinero comprando obras de arte. Por otra parte, Doña Cristina me ha dicho reiteradamente que tiene la intención de dejarme algo cuando muera; pero eso de morir no sucede así como así.

--Oye, ALFA ¿por qué no le pides dinero prestado para pagar? Si tanto te quiere y tan enamoradita la tienes, no creo que tengas mucha dificultad en arrancarle los cuartos. Vamos, digo yo – dijo GAMA viendo en su insinuación un modo de hacerle ver a ALFA la posibilidad de solucionar aquella deuda que tan preocupado le tenía.

ALFA guardó silencio durante unos instantes; le resultaba dificultoso decirles a sus amigos que ya había dado aquel paso sin resultados satisfactorios. Ellos no podía comprender que el cariño es más fácil de entregar que el dinero, por lo menos para algunas personas. Interrumpiendo aquel silencio embarazoso, GAMA como al desgaire comentó:

-- Tal vez sea posible encontrar a una persona que pueda solventarte el problema.

-- ¿Una persona? Explícate.

-- Efectivamente, una persona, ahora qué…

--¿Qué quieres insinuar?

--Quiero significar que seguramente esa persona te prestaría el dinero que necesites; pero no sé si podrá interesarte porque los intereses serían muy elevados.

--¡No importa! – respondió ALFA sin perder tiempo en discriminaciones – Si tú me aseguras que esa persona me da el dinero, lo demás me importa poco.

--Pienso lo mismo que tú, pero no olvides que luego deberás pagar la nueva deuda a la que tendrás que añadir los intereses que no son moco de pavo.

-- Está bien – interrumpió ALFA – De aquí a allá me las arreglaré para conseguir el dinero necesario. Lo esencial es hacer frente a la situación. Luego Dios dirá, lo ganaré como sea, y si es preciso lo robaré de la manera que sea posible.

-- Pero, dime ¿Estás de broma? – comentó GAMA chanceándose -- ¿Acaso tú también sabes robar?

--No sé…se me ha ocurrido decir eso como su me hubiera podido ocurrir decir otra cosa.

--Mira – dijo GAMA como si pretendiera dar una lección de circunspección prudencial y de sensatez--: antes de robar hay que estar muy seguro de que no han de pillarte ni cogerte con las manos en la masa como vulgarmente se dice; después de robar también has de saberse disfrutar de lo robado. Por último, seguro ya de que no han de pillarte y de que sabrás disfrutar del fruto de tu industria, deberás convencerte de una cosa: de la conveniencia y necesidad de saber abstenerte de llevar a cabo el robo que pretendías.

--Amigo GAMA, te encuentro muy filosófico y saco la conclusión de que no te has hecho cargo perfecto de mi situación y de mis apuros. Y otra cosa: si yo te digo que estoy dispuesto a robar, es que estoy dispuesto a robar, no me gusta hablar por hablar. Y ten presente esto: tengo la posibilidad de robar y la seguridad de hacerlo con éxito seguro.

Después de esta parrafada de ALFA, los tres amigos se miraron con ansiosa curiosidad y éste comentó al fin:

--¡Si todo fuera tan fácil como robar en un vagón correo! Me los conozco perfectamente ¿Lo queréis saber? Allá va: Un asalto al vagón-correo en una estación perdida en la oscuridad de la noche, un narcótico a los empleados suministrado en cualquier bebida alcohólica, poca vigilancia, y mucho dinero en las sacas de valores declarados ¿Qué os parece mi plan?

-- Mira, ALFA, bien está que creas que somos idiotas. Pero, por favor, no nos quieras convencer de que realmente lo somos, no vayas tan lejos y no te subas a la parra – comentó GAMA – Despierta y déjate de cosas imposibles. Lo que yo te propongo lo tienes al alcance de la mano ¿Te interesa?

--Desde luego. Yo también creo que tienes razón.

--En tal caso, ¿hablo con ese fulano?

--Si; mañana mismo.

--De acuerdo, pero ya te he dicho que te cobrará unos intereses muy crecidos. Y no te olvides de buscar una persona solvente que te avale las letras, porque en caso contrario… ¡Ya me entiendes!

--De acuerdo, GAMA ¡Hasta mañana!

La entrevista se celebró al día siguiente en casa de GAMA, y allí llevó este a un individuo que representó a la perfección el papel de usurero. Porque, el verdadero usurero, el hombre que movía los hilos desde dentro de la trama, el que entregaba el dinero y exigía un interés abusivo realmente absurdo, era el propio GAMA.

ALFA fue con una señora que presentó como Doña Cristina Cauder la cual no tenía inconveniente en firmar las letras firmadas por ALFA.

La operación que se llevaban entre manos consistía en que ALFA percibía tres mil pesetas, con lo cual cancelaría el pago de la deuda con doña Pilar, la hermana del oficial de Correos que se las había prestado anteriormente; pero al mismo tiempo ALFA se comprometía a pagar en su día la cantidad de seis mil pesetas al individuo que se presentaba a sus ojos como el verdadero prestamista. Cuando se iba a cerrar la operación GAMA insistió en poner otra letra en circulación por la cantidad de quinientas pesetas en concepto de comisiones y gastos varios. Fue a su escritorio y presentó la nueva letra para proceder a la firma de ALFA y de Doña Cristina Cauder allí presente. La ceremonia de la firma se llevó a cabo normalmente. Pero Doña Cristina no mojó la pluma en el tintero que tenía delante; con un ademán fingido lo simuló, y luego firmó en seco sobre las letras. No obstante sólo fueron avaladas las tres que ALFA había ya llevado consigo; la que GAMA presentó en última instancia quedó sin aval. El juego de la señora no fue descubierto ¿Qué pretendía Doña Cristina con aquella falsa maniobra y cómo aparecía ya su firma en aquellos documentos bancarios si la pluma no había llegado a tocar la tinta que tenía delante?

Las respuestas a estas distintas preguntas era la siguiente: la señora en cuestión no era doña Cristina, sino otra a la que ALFA hizo aparecer en escena suplantando la personalidad de la primera; estratagemas forzosamente imprescindible, ya que su firma era el único aval posible para la consecución del fin propuesto. ALFA había presentado las letras con el correspondiente aval. La única que iba sin garantía era la última presentada por GAMA.

Pocas horas antes, en uno de los salones del "Liceo de América" dos hombres hablaban en voz baja. Uno de ellos estaba ligeramente inclinado en una mesa en ademán de escribir cuidadosamente algo, y el otro, de pie, le estaba observando con atención. El que estaba sentado era BETA, y el otro ALFA. BETA procuraba calcar sobre las tres letras de cambio una firma que ALFA le acababa de entregar. La firma decía así: Cristina Cauder. La habilidad de BETA era relativa, cualquier profesional en el dudoso arte de falsificar firmas se hubiera avergonzado de imitar tan torpemente aquellos rasgos sencillos y claros. Y BETA, después de pasar el lápiz sobre la firma auténtica, repasaba sobre las letras de cambio la firma ya calcada, ocultando o intentado ocultar con tinta los rasgos morados dejados por el papel de calco. El resultado fue bastante deficiente, pero ni él ni su amigo estaban dispuestos a demostrar sus habilidades como pendolistas haciendo un trabajo a base de calmosa paciencia. Estaban decididos a todo y era preciso acabar aquel negocio cuanto antes. Esta es la explicación de que la señora que ALFA presentó como Doña Cristina se ahorrase el trabajo de mojar la pluma y estampar su firma sobre los documentos que ya la ostentaban.

El engaño se llevó a cabo de sinvergüenza a sinvergüenza. GAMA, abusando de las dificultades que atravesaba en aquel momento ALFA, se portaba con su amigo como el más repugnante e infame de los usureros. ALFA, por su parte, digno amigo del otro, suplantaba la personalidad de Doña Cristina y engañaba a GAMA con una falsedad que BETA conocía y ocultaba por el momento. Todo el asunto demostraba de manera elocuente la desordenada vida de los tres individuos.

De momento ALFA estaba salvado. Siempre despreocupado e inconsciente se desentendió de las graves consecuencias que de todo aquello podía dimanar. Un optimismo inusitado invadió su alma y le pareció que todo se encauzaba por las vías de la normalidad. Pero aquella falsa paz espiritual le duró poco tiempo. GAMA se cuidó de que fuera así. A veces le decía:

-- Mira, ALFA, tú eres una persona muy tranquila y no te preocupas de la deuda que tienes pendiente. Te advierto que el tío ese que te prestó el dinero tiene malas pulgas y te estás buscando un disgusto serio. No sé por qué, pero he llegado a la conclusión de que te va a resultar peor el remedio que la enfermedad.

-- Todo eso tendría fácil arreglo si yo siguiese en mi antiguo trabajo – se limitó a decir ALFA.

-- ¡Coño! Siempre estás con la misma canción ¡Aún me vas a hacer creer que en tu antiguo trabajo se hacen todos millonarios! ¿Acaso se dedican a hacer billetes para no dormirse cuando están de servicio? Por que vamos…

-- Tú no sabes por donde voy ni a qué me refiero. Los itinerantes de los vagones correo no son millonarios ni fabrican billetes; simplemente los guardan y los conducen de una parte a otra. Pero dime: ¿Qué pasaría si alguien narcotizase a esos itinerantes? A ti te sobra fantasía para imaginarlo.

--¿Insinúas que deberíamos cometer un robo? – comentó por primera vez BETA

-- Efectivamente. Uno se hace con esos fondos y soluciona todos los quebraderos de cabeza y todas las estrecheces económicas.

--¡Joder! Me gusta esa gracia especial que tienes para solucionar las cosas – dijo GAMA – En vez de achicharrarte los sesos pensando en un modo tan original de hacerte rico ¿por qué no procuras pagar el importe de la primera letras que ya se te está echando encima? Mira, ALFA, el tío ese que te prestó el dinero tiene siempre la sangre caliente ¡Si lo conoceré yo! Y te advierto que como no le apoquines la tela a su debido tiempo, es capaz de "perjudicarte".

--Precisamente por eso, intento dar un golpe maestro. Saldo mi deuda después, y quedo tranquilo sin la amenaza del tío ese que tú dices.

--Mira, ALFA. Tú pierdes en el juego lo poco que ganas. Me obligas a que te hable claro y ya sabes que no tengo pelos en la lengua. Ni aquella señora que se presentó en mi casa para firmar las letras era doña Cristina, ni las firmas del aval eran auténticas. BETA mismo me lo ha confesado todo de pe a pa. Lo que habéis hecho os puede costar caro a los dos. Por lo pronto, apenas se descubra la faena, iréis a dar con los huesos en la cárcel, porque eso es una vulgar estafa. Piensa un poco y decídete a hacer algo positivo, porque de lo contrario…

--¡Si pudiéramos dar el golpe en un vagón de Correos…!

-- ¡Y dale con el dicho golpe a un vagón de Correos!... Pero, hombre, si tan sencillo es, ¿por qué no lo das de una vez? Si te decides no olvides que estoy dispuesto a prestaros el dinero necesario para intentarlo. Pero una cosa quiero advertiros a los dos: a mí no me metáis en líos, que no tengo ganas de verme metido en ellos. Vosotros dais el golpe, si sale bien ¡a repartir se ha dicho! Si falla, yo no quiero saber nada. ¿Hace? Desde luego una cosa quiero que quede perfectamente clara; no admito responsabilidades de ningún género, vosotros sois lo suficientemente listos para llevar a cabo la maniobra, y creo que la cosa está muy bien ideada. Es la única manera de que tú, ALFA, salgas de apuros y os libréis de la cárcel por la estafa que habéis hecho con las letras de cambio. Decidíos y adelante.

--¡Así se hará! – respondió ALFA – Tú, GAMA, nos dejas dinero para lo preciso, y tú, Pildorita me ayudas en la medida de tus posibilidades. ¡Ya veréis como todo sale a pedir de boca!

El padre de GAMA era administrador de un marqués, dueño de una extensa y hermosa propiedad llamada "La Alameda", sita en la provincia de Ciudad Real y no lejos de pueblo de Manzanares. Aprovechando la ausencia del marqués, GAMA eligió como "cuartel general" de operaciones la citada finca. ALFA pidió ocho días de permiso en la Dirección General de Correos, y BETA se aprestó a dar el golpe. Él era quien debería llevar a cabo el robo.

Por fin llegó el momento de actuar. GAMA entregó a BETA veinticinco pesetas para comprar pantopón y una botella de coñac. El plan era muy sencillo: echaría el pantopón en la botella, los itinerantes beberían de ella, y un sueño prolongado sería el mejor cómplice para que los planes salieran a las mil maravillas. GAMA no se hallaría en el tren. ALFA tampoco iría con los itinerantes, aunque sí viajaría en el mismo tren. BETA solo realizaría la arriesgada hazaña. Cuando los empleados quedaran vencidos por el sueño artificial, ALFA se personaría en el coche correo para ayudar a "Pildorita" en la tarea de desvalijarlo todo. GAMA esperaría en la estación de Manzanares y desde allí se irían a la finca "La Alameda".

BETA marchó con los cinco duros a comprar el narcótico. GAMA y ALFA esperaron impacientes el regreso de su cómplice, ansiosos de acabar cuanto antes la obra que habían iniciado a partir de aquellos mismos momentos.

Sentados junto a uno de los veladores del café, GAMA y ALFA dejaban volar la imaginación permaneciendo en silencio. El primero temía que la partida empezada saliese fallida, pero se consolaba con el pensamiento de que él no arriesgaba nada y que, en el peor de los casos, nadie podía pedirle responsabilidades ni exigirle cuentas. El segundo, por el contrario, todo lo veía mucho más factible y empezaba a soñar con riquezas y con los halagos de una vida fácil y llena de comodidades. Ahí estaba reflejada la diferencia del cerebro frío y calculador de GAMA y la imaginación soñadora, rica sin limitaciones de ALFA. El silencio entre los dos se cortó de repente.

--Ya tarde demasiado – dijo GAMA.

-- Es verdad – replicó ALFA

Segundos después BETA entraba en el café. Llegó al velador y llenó de agua una de las dos copas. Sacó del bolsillo de la americana un tubo de comprimidos y se tragó una píldora.

--¿Y bien? – preguntó ALFA.

-- Explícate, hombre. ¿Acaso te has vuelto mudo de repente? – preguntó a su vez GAMA.

BETA dejó lentamente la copa sobre el velador y con el rostro compungido, confesó:

-- Comprendo que soy una verdadera calamidad. Pero os aseguro que estoy arrepentido de verdad.

-- Habla y dinos de qué se trata

--¿A que viene todo esto? – preguntó malhumorado GAMA- Di de una vez lo que te ha costado el pantopón y el coñac y déjate de rodeos.

-- Es que no he comprado nada de eso.

--En tal caso devuélveme los cinco duros y aquí no ha pasado nada.

--Lo peor es que no te los puedo devolver – replicó BETA compungido.

--Tú estás de broma. ¿Acaso te los has tragado? – inquirió irónicamente GAMA – Si es así procura vomitarlos cuanto antes no se te vaya a estropear el duodeno.

--La tentación ha sido más fuete que mi voluntad. Me fui al Liceo y los he perdido jugando.

--¡Lo que faltaba! – exclamó GAMA iracundo.

--¡En fin, paciencia, que le vamos a hacer! Todo se reduce a retrasar un día la realización de nuestros planes – comentó ALFA templando gaitas – Si os parece podemos intentarlo mañana.

--¿De la misma forma? – preguntó GAMA.

-- Naturalmente – respondió ALFA – y pasado mañana damos el golpe definitivo.

--De acuerdo, pero yo no le vuelvo a dar a éste otros cinco duros.

-- GAMA, no debes ponerte en este plan. BETA ha prometido no repetir lo de hoy. Él comprará lo que sea necesario.

- Esa es la verdad – terció entonces "Pildorita" – No vas a juzgar todos mis actos por un momento de flaqueza.

--Si es así, ya está bien, por mí, borrón y cuenta nueva. Quedamos entonces que será mañana ¿No es eso?

-- Eso es, GAMA – respondieron a dúo sus compinches.

El primer sainete había terminado. Empezaba el segundo.

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