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Virtudes Teologales

en Confesiones

VIRTUDES TEOLOGALES.

Saturnino, más conocido por Nino, entró en el solitario bar del muelle del Carbón cinco minutos después de que Fe abriera la puerta. Se detuvo guiñando los ojos. En la calle lucía un sol espléndido pese a lo temprano de la hora y el bar se hallaba en relativa penumbra. Escorado ligeramente a babor, movía la botavara a derecha, izquierda, adelante y atrás como si el tarro que tenía sobre los hombros estuviera lleno de mercurio moviéndose en todas direcciones y a cuyo compás, aunque más levemente, se movía también el palo mayor del buque cisterna que sostenía la bodega del estómago abarrotada de cerveza y de tequila.

Dio dos pasos hacia delante y se detuvo indeciso sin cesar en su bamboleo, mirando alternativamente la mesa más próxima y el lejanísimo mostrador tras el que trafegaba la muchacha sin perderlo de vista. Decidió que la belleza de Fe y sus cuatro puntiagudas tetas eran dignas de la arriesgada travesía. Aquella si que era una mujer tetuda. Cuatro tetas tan atractivas para él como la tierra prometida para los hebreos. Incluso mucho más. Debido a ello decidió arriesgar la singladura hasta el lejano mostrador en medio de aquel mar embravecido del maderamen de la crujía que formaba el suelo.

Adelantó un pie y luego el otro como si tuviera que subir escalones y volvió a detenerse escorado a estribor desde la cofa a la quilla en un milagro de equilibrio. Esbozó una sonrisa que no pasó de mueca, inclinándose en una elástica reverencia propia de un contorsionista y Fe imaginó que se miraba los zapatos por ver si aún los llevaba puestos. Trabajosamente logró enderezar la proa y asintió con la cabeza como si ella le hubiera dado las gracias por tan versallesca inclinación. Sonrió Nino enseñando los dientes, que ella vio blancos y parejos en medio de una cara tiznada de carbón hasta las cejas. Si no estuviera tan sucio – pensó la muchacha – sería muy atractivo el borrachín éste y tiene una sonrisa muy simpática.

-- Cer cerveza, gua guapa – farfulló sin dejar de sonreír.

-- Me parece, pendejo, que mejor te vendría dormir la mona.

-- ¿Qué mo mona? – preguntó al acodarse en el mostrador mirándole las tetas.

-- La que llevas encima.

-- ¿Y tu por por qué lle llevas cua cuatro tetas?

-- Porque ves doble, borrachito.

Nino la miró negando con la cabeza levemente, al erguirse cuan alto era.

-- Quiero la cerveza – dijo de una tacada con cara adusta.

-- ¿Fría?

-- No… helada, guapa. ¿Cómo te llamas?

-- Fe ¿y tú?

-- Fe es creer lo que no vimos, y yo – se detuvo sonriendo – si que te veo, y me llaman Nino.

-- Así que Nino, muy bien, espera un momento, ahora te traigo la cerveza – y desapareció por la puerta de la cocina.

Nino miró la puerta y se fue hacia atrás varios pasos, tropezó con una de las sillas y quedó sentado muy tieso, moviendo levemente la cabeza de proa a popa. Minutos después volvía a salir la muchacha con un botellín y pregunto:

-- ¿Quieres vaso?

-- Si, Fe, no bebo a morro, soy muy elegante.

-- Se te nota.

--Pues si Fe, se me nota mucho lo sé – farfulló y, rápidamente, mientras la muchacha escanciaba la cerveza, metió la mano bajo la minifalda y le amasó la vulva por encima de la tanga.

-- Quita la mano de ahí – protestó enfadada intentando apartarse, pero el otro brazo de Nino le rodeó la cintura obligándola a sentarse en su regazo.

Como un disparo sonó la bofetada cuando intento besarla.

-- Las manos quietas, sinvergüenza – se enfadó forcejeando por levantarse.

-- Me gusta el marisco – respondió hundiendo un dedo en la raja – y el tuyo está recién hervido.

-- Suéltame, Nino, por favor, hueles que apestas.

-- Tropecé con el carbón y me caí - explicó

-- Quítate el adoquín del bolsillo, me está molestando.

-- Quítalo tú, tengo las manos ocupadas.

Ni la misma muchacha podría explicar como ocurrió, pero de repente se encontró con el adoquín entrando en su vagina con una pericia habilidosa digna de un experto picador de mina mientras los dedos seguían rizándole el clítoris suavemente.

-- ¿Te gusta? – farfulló de nuevo con toda la verga enterrada hasta la raíz.

Ya no pudo contestarle, apoyó la cabeza en uno de sus hombros y se corrió temblando de pies a cabeza.

– ¿Ahora tienes frío? Pues yo estoy sudando.

Respirando sofocada comentó:

-- Suéltame, Nino, por favor. Has bebido demasiado y no puedes hacer nada.

-- ¿En donde está el lavabo? – preguntó

-- Está fuera, en la Estación de Servicio, la puerta de la derecha – explicó bajándose la minifalda.

-- Ahora vuelvo.

Le siguió con la mirada y comentó:

-- Te he dicho a la derecha.

-- Media vuelta, ar….

Y caminó bamboleándose pero derecho como un palo hasta la puerta lateral. Siguió mirándolo por la ventana. Frunció el entrecejo cuando le vio poner trabajosamente unas monedas en la máquina del lavadero de coches. Los rodillos comenzaron a girar.- ¡Ay, Dios, se va a matar el idiota este! – pensó cuando lo vio desaparecer entre los rodillos.

Para cuando regresó traía la camisa y los pantalones relucientes como una patena, su cara estaba limpia y sus cabellos rubios y ondulados peinados y brillantes como si acabara de salir de la peluquería. Su simpática sonrisa se distendió y sus ojos azules miraron burlones a la muchacha al preguntar:

-- ¿Estoy guapo, Fe?

-- Sí, muy guapo y mojado – respondió seria -- ¿Qué vas a tomar?

-- Lo mismo.

Ella miró a la mesa, vio el botellín de cerveza y preguntó:

-- ¿Fría?

-- ¿Otra vez?... Helada, mujer.

-- Espera un momento, ahora te la traigo.

-- Date prisa que tengo sed – dijo, mirando como desaparecía en la cocina.

Regresó la muchacha desenroscando el tapón y con una escalerilla metálica al hombro.

-- Shssss, no se lo digas a nadie, Fe – comentó con el índice en los labios – Tenía prisa por ver otra vez esas tetas tan bonitas que tienes y acabar en tu coñito lo que empezamos antes.

-- Me parece que sigues tan borracho como antes de ducharte.

-- Ni pizca, ahora sólo tienes dos tetas, antes tenias cuatro, mi muy cachondita Fe.

-- No digas sandeces, majadero. Y déjame tranquila que tengo que limpiar los cristales

-- ¿Quieres que te ayude? – preguntó caminado detrás de ella.

-- No, gracias -- respondió secamente abriendo la escalera.

La vio subir ágil como una gata. Unas piernas preciosas y unos muslos perfectos. Con la esponja en una mano y la bayeta en la otra la muchacha comenzó la limpieza por el cristal superior. Nino no lo pensó dos veces, metió la cabeza bajo la minifalda separando la tanga para dejar el coño al descubierto y lamerlo.

Actuó de forma rapidísima pero ella también fue rápida. Le soltó una patada en el pecho que hubiera tumbado a un toro pero él siguió mamándole el clítoris con extremada habilidad; tanta habilidad que la chica terminó agarrada a su cabeza apretándosela contra su coño mientras se mordía los labios gimiendo suavemente.

Estaba a punto de correrse cuando él la tomó por la cintura como si fuera de papel y la tumbó de espaldas en una mesa. Le metió la verga hasta la raíz con un golpe de caderas sin que ella protestara y estuvo bombeándola hasta que de nuevo comenzó a gemir. Cuando sintió los golpes de semen dentro de su vientre se corrió al unísono arañándole la camisa hasta casi desgarrársela mientras él murmuraba satisfecho:

--¡Ahora, carajo!

Quedó ella esparrancada en la mesa latiéndole todavía el coñito en los últimos estertores del fabuloso orgasmo, mientras, sentado en la otra mesa, él la miraba bebiendo cerveza a morro. Cuando se arregló la minifalda y se levantó él le comentó:

-- Me debes una.

-- ¿Pero qué dices, animal?

-- Que te has corrido dos veces y yo sólo una.

-- Eres un sinvergüenza.

De nuevo la vio subir la escalerilla de aluminio con la agilidad de una mona en un árbol mientras murmuraba entre dientes palabras que no entendió. Tenía ganas de follarla otra vez porque la encontraba deliciosamente cojonuda, pero tenía que vaciar la vejiga primero. Ella acabó la limpieza de los cristales, recogió la escalera y desapareció de nuevo por la puerta de la cocina. Vio las letras W.C. en el otro extremo del bar y hacia allí se encaminó. Al entrar, ya con la verga en la mano, pensó si tendría que volver a pasar por los rodillos pero sabía que, aunque alegre, ya no estaba borracho.

Empezó a dudarlo cuando vio a la muchacha limpiando el inodoro inclinada hacia delante enseñándole las preciosas nalgas y los carnosos labios de la vulva semi tapados por la brevedad de la tenga. Se le puso tiesa al momento y cuando ella empezaba a levantarse la obligó a seguir inclinada separando la tela y metiéndole la tranca sin apresurarse demasiado, como regodeándose en la penetración. Le impidió que se levantara cuando preguntó:

-- ¿Pero qué hace?

-- Te la estoy metiendo ¿No lo notas?

-- Este servicio es para señoras.

-- Y este también, preciosa.

-- Pero…

-- Cállate, Fe, y disfruta, nena.

-- No soy Fe.

-- Ni yo Nino.

Se corrió antes de lo que esperaba y soltó a la muchacha que salió disparada y llorando del servicio. Mientras orinaba estaba pensando que había tenido mucha suerte al entrar en aquel chigre. Suerte porque había entrado temprano y los marineros aún estarían durmiendo en los coys la trompa del sábado. Nadie le había interrumpido mientras follaba tres veces casi seguidas a la muy cachonda Fe. Y es que no hay como la fe para creer en que Dios, a veces, te hace cada regalo que te cagas.

Estaba poniéndole gasolina al coche cuando se le ocurrió preguntarle al mozo de servicio:

-- ¿Esa muchacha Fe, la del bar, tiene novio?

-- Las tres lo tienen.

-- ¿Cómo que las tres?

-- Si, son trillizas, Fe, Esperanza y Caridad. Muy guapas, si. Todo el mundo las confunde porque incluso visten igual.

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