EL BANDIDO GENEROSO.
LUIS CANDELAS
Uno de los más famosos bandidos españoles de todos los tiempos fue Luis Candelas. Aún se canta en coplas su vida y milagros y hasta hay restaurantes que llevan su nombre.
Nació un día de marzo de 1806 en la calle del Calvario en pleno corazón del Barrio de Lavapiés, el más castizo de todo Madrid. Tuvo fama esta calle que va desde la calle de Jesús y María a la del Olivar porque allí terminaba el Calvario o Vía Crucis que el propio San Francisco de Asís fundador del Convento de su nombre hizo construir, señalando los lugares donde debían ir las cruces de madera (más tarde se hicieron de piedra de Colmenar) a partir del convento.
De San Francisco salía los viernes de Cuaresma la Hermandad de la Vera Cruz a recorrer la Vía Sacra y en la madrugada del Viernes Santo acudían los disciplinantes con túnicas cenicientas, descalzos, arrastrando cadenas y grandes cruces. El campo del Calvario estaba bendito y muchas personas enterraban allí sus cadáveres. También eran sepultados los reos condenados a ser lapidados o descuartizados. Pues allí nació Candelas.
El padre tenía una carpintería y era muy considerado por todo el barrio como "buena gente" y un gran profesional. Luis fue el tercero de los hijos del matrimonio. Cuentan las crónicas que la comadrona que ayudó a la madre a traerlo a este mundo observó que en la parte inferior de la lengua tenía una marca extraña. Una especie de aspa diminuta de color y aspecto nacarado. Se cuenta que Napoleón tenía una marca similar. Otros nacen con una cruz de Caravaca en el paladar lo que se interpreta como que van a ser curanderos o brujos.
Entre los indígenas de América o de Africa, más primitivos, se le da mucha importancia a estos signos porque anuncian que quien los lleva va a ser un gran chamán, brujo o lider de la tribu. En la Edad Media, en tiempos de la Inquisición se buscaba en las supuestas brujas y brujos el "signum diavoli", señal evidente de su futura profesión. Luis Candelas nacía con el "signum diavoli" y posiblemente la comadrona que también debía tener sus visos brujeriles, debió de pensar que aquel niño estaba predestinado a realizar "grandes hazañas", aunque no sabía de qué clase.
Mientras sus hermanos eran tranquilos y apacibles, cosa rara en la infancia, Luis, "el hijo del carpintero" como le llamaban, fue tempranamente díscolo, rebelde y alborotador. Se negó en redondo a aprender el oficio de su padre y fue a la Escuela donde duró nada más que dos años. Era los Estudios de San Isidro, y los jesuitas que lo regentaban, le dijeron a sus padres que podían llevarse a su hijo porque no podían hacer carrera de él. Al muchacho sólo le gustaba andar jugando a los juegos de su época en la calle, formando bandas con otros mozalbetes de su edad tirando piedras y sobre todo pelear.
Su agresividad era ya notable. Mala escuela era ésta de andar en pandillas, recorriendo las calles y haciendo el golfo. Pronto las piedras y palos utilizados en las riñas, fueron substituidas por las navajas cachiqueras o albaceteñas. Habían hecho un coto de caza que llamaban "Las Vistillas", lugar de los barrios bajos de Madrid donde se daban cita los majos, jaques y gente de mal vivir. En cierta ocasión, uno de los más fuertes que tenía otra banda, Paco "El Sastre" le retó a duelo, cosa que Luis aceptó y tuvo tanto acierto o buena fortuna que le hizo un "chirlo" en la cara a su oponente, con lo que quedó zanjada la cuestión y Luis triunfador.
Cosa notable, andando el tiempo, aquel rival al que cortó sería uno de sus mejores amigos y ascendido a la categoría de lugarteniente de Candelas, su hombre de confianza cuando tuvo su propia banda bien organizada.
Huérfano de padre, la madre se tuvo que poner a trabajar y sin el freno que para Luis constituía su padre, se dedicó de lleno a la "profesión" para la que había ido a la escuela callejera, la de ladrón. Con rara habilidad escapaba a la justicia, hasta que un día, a los 16 años, allá por el año 1827, fue a parar a la Cárcel de Villa, conocida como "El Saladero" (porque lo había sido de tocino), situada por aquel entonces en la calle de Santa Bárbara, al final de la calle de Hortaleza.
Años más tarde aún se cantaría aquello de: "A la Cárcel de Villa hoy me van a encerrar Por haber cometido el delito de amar" Amar al bolsillo del prójimo, se entiende. Sin embargo, poco después se dedicó a una profesión más normal.
Su madre le consiguió un empleo como agente del Fisco, de matutero Los historiadores de Candelas no se han dado quizás cuenta de la contradicción que supone el Fisco con matutero. Si era Agente del Fisco era una profesión "honorable" que tenía por objeto vigilar que nadie entrase mercancías o género sin pagar. Era por tanto el que defendía el patrimonio real y todo lo que le pertenece a éste. Desde antiguo las penas y condenaciones pecuniarias a quienes querían pasar mercancías de contrabando, es decir "de matute" que eran precisamente los matuteros, se llevaban en espuertas de esparto o cesto de mimbre a las que llamaban "fiscos".
Fisco era por tanto el erario público que pertenecía antiguamente al Rey. Es decir a Luis Candelas le había proporcionado su madre un trabajo que tenía por objeto fiscalizar e imponer penas pecuniarias a los matuteros o gente que quería pasar géneros o mercancías por "alto" es decir sin pagar impuestos o sea defraudando al Fisco. Por lo tanto no era un matutero sino todo lo contrario. Aquel que fue ladrón podía ser un buen policía. Este trabajo le permitía viajar a diversas provincias de España, como La Coruña, Alicante y por su excelente trabajo fue felicitado por sus superiores.
Pero uno de los problemas que le perseguiría el resto de su vida, "un escándalo por asunto de faldas" le obligó a renunciar a su empleo. No había sido ésta su primera aventura amorosa. No había mujer que se le resistiera. Se las follaba a docenas, fueran nobles, burguesas o plebeyas. Y va de una a otra con facilidad pasmosa, algunas famosas como Lola "La Naranjera" que era amante del propio Rey Fernando VII; también lo fue de Candelas.
No tenía empacho de vivir a costa de las mujeres que pagaban generosamente y contentas todos sus caprichos con tal de tenerlo en su cama haciéndoles diabluras. Se ve que sabía como contentarlas. Decíase en los mentideros de Madrid que si el Rey tenía la sota de bastos entre las piernas, Luis Candelas tenía el "As". Ya se sabe que cuando un tipo bien plantado, valiente y famoso, tiene el "As de Bastos" entre los muslos la noticia corre entre las féminas con la velocidad del rayo. Más rápida que si lo anunciaran por televisión, artilugio que por entonces aún no existía. A Luis Candelas se ve que la generosidad le venía por éste lado. Cuando uno le pone los cuernos al mismísimo Rey de España follón seguro, y menos mal que no le pasó como a Villamediana.
Pero algo debió sucederle más importante que lo demás ya que por un tiempo se tomó en serio unos amoríos que le hizo caer en el matrimonio. La "afortunada" era una viuda de 23 años que también tenía cuentas con la justicia y había pasado por la cárcel de Quiñones (cárcel de mujeres) en más de una ocasión. La boda tuvo lugar el día lunes de Carnaval de 1827 y se celebró en la Parroquia de San Cayetano. Durante el viaje de luna de miel le encontramos en Zamora, pero al poco tiempo comprendiendo que no congeniaban, decidieron separarse amistosamente.
Ella se quedó en Zamora y él se volvió a Madrid donde estaba dispuesto a desarrollar sus habilidades. No había nacido para una vida tranquila y monótona. Era un hombre de acción, de aventura, de correr riesgos, siempre entre emociones y faldas que le acarrearon más de un disgusto... ¿Y a quién no?
Aún se conserva la ficha judicial con la que ingresó en la cárcel. Dice así:
"Filiación: nº 427
Nombre y apellido: Luis Candelas Cajigal
Apodos o remoquetes: se ignora
Naturaleza: Madrid
Edad: 21 años
Estado: casado
Profesión u oficio: Cesante en el ramo de Contribuciones.
Clasificación: ladrón (espadista y tomador del dos)
Condenas sufridas: ninguna
Estancia en cárceles u hospitales: ninguna
Señas personales:
Estatura: más que regular
Pelo: negro (sin redecilla)
Ojos: negros al pelo
Nariz: regular
Boca: grande y prominente de mandíbula
Dientes: iguales y blancos
Otras señas particulares: no usa bigote ni perilla
Color del rostro: moreno quebrado
Complexión: recia Bien formado en todas sus partes. Se ve que el examen fue completo.
A su regreso de Zamora, se instala en Madrid y en podo tiempo se hace el amo en su "oficio". Ya no son pequeñas raterías las que comete sino que emprende golpes que le dejan dinero y joyas en abundancia. Se le ha llamado "innovador" en la técnica del robo. Su lema es "no herir ni matar a nadie". Es un ladrón que utiliza su inteligencia natural para conseguir lo que quiere. Nada de navajas, nada de brutalidad. Sólo finura y habilidad.
Pero necesita gente que le apoye y va seleccionando a viejos amigos y aún a antiguos enemigos como "Paco el Sastre" en quien reconoce buenas cualidades para apropiarse de lo ajeno. Y así se va haciendo poco a poco con una banda de su confianza y la más temible que haya pisado Madrid. El sólo era el dueño y señor y con sus dotes de mando impone sus condiciones: La primera es no herir ni matar a nadie. Todo debe hacerse en el robo con firmeza y gracia, "con estilo".
La banda está compuesta por tres lugartenientes, "Paco el Sastre", Francisco Villena y Mariano Balseiro, ambos de instintos feroces, pero sujetos a las órdenes de Candelas sabían que no podían separarse ni un ápice de las reglas por él establecidas. Los tres son fuertes, pero distintos. Balseiro es de estatura elevada, fuerte, de rostro inteligente, muy aficionado a las mujeres con las que tiene tales consideraciones que nadie hubiera podido sospechar su "oficio".
El resto de la banda está compuesto por: Leandro Postigo Juan Mérida José Sánchez (a) "el del peso" Pablo Maestre Pablo Luengo "El Mañas" y Los Hermanos Cusó (Antonio y Ramón) Todos son valientes y adoran a su jefe.
El punto de reunión para tramar sus fechorías (aunque diversificaban estos lugares, era "La Taberna del Cuclillo" en la calle Imperial, muy cerca de los soportales de la Plaza Mayor madrileña, muy cerca también de la Cárcel de Corte donde hoy existe un famoso restaurante llamado en su recuerdo "Las Cuevas de Luis Candelas". Tenía este lugar la ventaja de disponer de una rápida escapatoria, por una puerta posterior. El dueño del Mesón cuyo nombre recibía el negocio era apodado "El Cuclillo", era cojo lo que le producía una marcha bamboleante y además tuerto, con la piel de color aceituna.
"El Cuclillo" había tenido una vida aventurera. De joven se había ido a París, entre otros lugares, pero por cierta fechoría que cometió, la Policía le encerró con cadenas para que no se escapase. Pero una noche, con maña y fuerza, se quitó los grilletes de las muñecas y como le costase más trabajo el que llevaba en el pie, tiró con tal fuerza que se hizo una profunda herida, resultado de lo cual le vino la cojera. Pero consiguió escapar de la prisión.
De París se trajo a una joven que murió después, de parto, dejándole una niña que creció en aquel ambiente taberneril. "El Cuclillo" hacía lo que Candelas le pedía, pero sobre todo despistar a los inoportunos policías y esconder a la banda avisando con tiempo. Además tenía excelentes relaciones con las autoridades a muchos de los cuales tenía la boca tapada con regalos que periódicamente les hacía. El astuto "Cuclillo" recibía por estos servicios una parte reservada para él en cada golpe que daba la banda.
Otros lugares o puntos de reunión que pudieron ser determinados en su época eran "La Taberna de Jerónimo Morco" cuñado de Balseiro en la calle de Mesón de Paredes, "La Taberna de la Paloma" en la calle de Preciados, la de "Traganiños" en la calle de los Leones junto a la calle de Jacometrezo y la taberna de "El Tío Macaco" en la calle del Avapiés. Todas ofrecían el mejor servicio a la banda, buen vino, buenas "cantaoras", buen refugio y buenas hembras con quien pasar una noche de juerga.
En torno a la vida y hazañas de Luis Candelas hay mucho de legendario. Como siempre ocurre con estos casos en los que la fama camina por el pueblo, se inventan muchas aventuras. Por el ejemplo, el de una galería subterránea o pasadizo secreto que le permitía escapar de la taberna del "Cuclillo" y salir por la Fuente de la Cruz Verde en la calle de Segovia. El pueblo de Madrid ha sido siempre dado a mitificar a sus héroes románticos, y éste lo era, pero también era temido Luis Candelas Cajigal. A veces Candelas desaparecía misteriosamente después de haber dado algún buen golpe, e incluso los hombres de su banda no tenían idea de donde se escondía.
Pero es que el astuto bandido se había organizado una doble vida, una doble personalidad. En sus a veces largas ausencias se convertía en un perfecto caballero elegante y refinado. Porque a Luis Candelas le gustaba la elegancia y la riqueza que sus medios ilícitos le proporcionaban. Y así, aparece completamente transformado en los paseos del Salón del Prado o en las plateas del Teatro de la Zarzuela, vestido a la última moda que le proporciona el mejor y más caro sastre de Madrid, el conocido Utrilla. Tenía un seguro refugio para este nuevo personaje en la calle de Tudescos en el centro de Madrid, atendido por un criado de toda su confianza, Román, y donde dispone de todo lo necesario para transformarse, maquillarse, cambiar de ropa y de cara, porque Candelas era un experto en el transformismo.
Y para completar la transfomación se había hecho unas tarjetas de visita con esta nueva personalidad que decían así: Luis Alvarez de Cobos Hacendista en el Perú Así justificaba su fortuna como procedente del Perú.
Como Luis Candelas, había sido detenido varias veces y conducido al "Saladero", pero en ocasiones con dádivas compraba a los carceleros y en otras, con su simple habilidad, lograba escapar. Durante una de estas ocasionales estancias, coincidió con una de las epidemias de cólera que azotaban Madrid. Candelas cayó postrado por una elevada fiebre. Los carceleros se asustaron y le llevaron a la enfermería. La fiebre le duró el tiempo de escapar de allí. La fiebre era ficticia, uno más de sus trucos. En una de estas estancias en la cárcel trabó amistad con un preso político que sería famoso en España, Don Salustiano de Olózaga, al que consiguió ayudar a fugarse por lo que el político le quedó siempre muy agradecido.
Al llegar a la puerta principal durante su fuga, dispuesto a todo, pronunció aquellas palabras que han quedado para la posteridad: "Onzas o muerte reparto". Y al mismo tiempo llevaba en una mano una bolsa de monedas de oro y en la otra un puñal. Como fue gracias a Luis que pudo escapar no lo olvidó nunca y cuando Candelas poco después escapó también, ambos se encontraron y Olózaga le ofreció entrar en la masonería. "Y así se inició en la Logia Libertad nº 6 que tenía su sede en la "Plazuela del Biombo"1.
Su nombre simbólico fue "Temístocles" (a pesar de todo cuando llegó el momento, la condición de masón no le sirvió para evitar el patíbulo).