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Crónica de la ciudad sin ley (7)

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CRIMENES EN LA CIUDAD SIN LEY 7

-- Te odió – respondió el gigante sin detenerse en su vaivén de mete y saca – porque estoy enamorado de ti y no puedo permitirme ese lujo.

-- ¿Por qué no?

-- Porque soy un violador profesional y tengo que atenerme a ciertas normas muy específicas.

-- No sé cuales serán esas normas, pero lo que si sé es que me voy a correr casi de inmediato porque, cariño…

-- No me llames cariño, ¡joder!, y no se te ocurra correrte hasta que yo te lo diga o te la saco por la boca.

-- ¡Canalla! ¡Sinvergüenza! – exclamó dulcemente Carla – Además de violarme quieres hacerme sufrir.

-- Pues sufre y calla, me desconcentras.

-- ¡Ay, sí, cabronazo! – le espetó con ternura la violada -- a ver si abres el grifo de una puta vez.

-- Te la voy a clavar hasta el hígado si no te callas.

--Por favor, no me hagas daño, libertino desvergonzado – advirtió suspirando delicadamente la mujer – Uyyyy, uyyyy… que mal lo estoy pasando ¿Aún no te viene?

-- ¡Cállate de una vez, cojones! – bramó el violador siguiendo a su ritmo.

 

********

 

… continuó el sudoroso doctor Paniagua con un ojo en la cámara y otro en la tanga de la bella presentadora de las puntiagudas tetas – Las muertes reales también se producen en las que se consideran películas snuff…

En vista de lo mucho que sudaba el sabio psiquiatra, la bella presentadora lo abanicó con sus largas pestañas muy admirada de lo que el doctor le acababa de decir, separando un poco más los muslos antes de preguntar simulando asombro:

-- ¿Muertes reales en las películas? Pues yo no he visto ninguna y me parece muy traído por lo pelos esa afirmación

-- Por los pelos la voy a atraer yo a usted – cortó el doctor Paniagua muy sofocado – No me discuta porque yo tengo una película en casa que me han enviado desde Florida, aunque está rodada en Brasil, donde se ve perfectamente como matan a la mujer tres hombrones que por toda vestimenta llevan capucha y que muestran una pinga del tamaño de un monolito megalítico. Después de bañarle entre los tres todo el cuerpo de semen por dentro y por fuera, la asesinan de tres puñaladas y eso que ya le habían dado dos cada uno con su arma blanca. No tengo inconveniente en que usted la vea, pero a cambio deberá usted hacerme un pequeño favor.

-- Según qué clase de favor.

-- No voy a pedirle nada extraordinario, créame.

-- Pues usted dirá.

-- Que me regale su tanga ahora mismo.

-- ¡¡Pero doctor!! ¿Cómo se le ocurre semejante despropósito nada menos que en Televisa? – se horrorizó melindrosa la de las tetas puntiagudas, uno de cuyos pezones asomó indiscreto y eréctil por encima de la escotada blusa.

Por enésima vez el doctor sacó el pañuelo para secarse el sudor colocándose las gafas con el dedo índice en el puente de la nariz. Se pasó la lengua por los labios resecos antes de continuar:

-- Ya hablaremos cuando se vaya la puñetera cámara. A las películas que contienen muertes reales, filmadas por motivos económicos para ser parte de un video que será distribuido en un circuito comercial, y no a las muertes que pueden llegar a aparecer, por ejemplo, en las noticias. El rumor de la existencia de este tipo de films nació a principios de los 70s, cuando el clan de Charles Manson robó un camión de la cadena de televisión NBC, lleno de cámaras y de films, con el supuesto propósito de registrar sus matanzas. La primera película que se comercializó como si fuera realmente de snuff fue una consecuencia de Slaughter (matanza), filmada en la Argentina en 1971. Esta película, dirigida por Michael y Roberta Findlay (importantes directores del circuito under), era una réplica de los asesinatos perpetrados por el clan Manson, y no fue estrenada. En 1976, para recuperar el dinero invertido, el productor Allan Shackleton decidió agregarle algunas escenas de muertes (falsas), cambiarle el título, que pasó a ser Snuff, y reestrenarla con un impactante subtítulo: "Filmada en Sudamérica, donde la vida es barata".

-- Doctor, me asombra usted, y creo que nuestros televidentes estarán tan asombrados como yo.

-- Ya lo creo que estarán asombrados, porque hay que ser muy comedido para no clavarle el puñal dos veces seguidas sin sacárselo.

-- ¿Clavarle un puñal? ¿A quien, dígame a quien?

-- A lo que hay debajo de una tanga que estoy viendo ahora mismo.

-- ¡Y dale con la tanga! Ni que fuera usted un voyeur.

-- Señorita Hill, si usted me lo pide hablo con los ojos cerrados

-- No digo tanto, doctor, pero modérese – comentó sonriendo la guapa presentadora tapándose el pezón lentamente – Aunque los niños ya estén durmiendo a estas horas, debe usted tener en cuenta que sus palabras pueden dar motivo a que alguien cometa un asesinato.

-- Es que usted podría ir al servicio ahora mismo y quitársela.

-- ¿Quitarme qué, doctor? – preguntó inocentemente la presentadora.

-- Tenga en cuenta que es peor imaginarlo que verlo en directo y sé de lo que hablo ¿Sabe? Y por curiosidad ¿Podría decirme si se lo afeita?

-- ¿Si me afeito qué, doctor?

-- ¡¡El coño, joder!! – bramó el doctor ante la inocencia de la presentadora.

La belleza de las puntiagudas tetas se llevó el dedo corazón al pinganillo de la oreja, escuchando con atención. Luego comentó escandalizada:

-- Le responderé después de la publicidad.

*******************

-- ¡¡Uyyyyyyyyyyy… cuánto semen… me corro, cabronazo, me estoy corriendo ¿ Lo notas? Aggg… ¡Qué bárbaro! ¡Vaya, Niágara!....Uffff, que atrocidad, que mal lo estoy pasando…

-- Me alegro que sufras, jódete, es lo que te mereces.

-- Espera, espera… no me la saques aún que quiero acabar de sufrir. Oh, Dios mío, ¡Cuánto sufrimiento! Uffff, que barbaridad, como padezco.

Momentos después el gigante se lo sacó de golpe, húmedo y brillante del zumo de los dos y comentó:

-- Ahora, chúpala hasta dejarla bien limpia.

Por primera vez lo vio ella ligeramente desfallecido. Lo sujetó por la base y se metió el grueso glande en las fauces chupándolo con la lengua al tiempo que, adelantando cada vez más la cabeza. La fue tragando hasta que la punta roja le tocó casi el esófago, volvió a sacarlo lentamente apretando los labios y tragando la saliva y los zumos conforme lo sorbía al salir. Volvió a engullirlo casi entero repitiendo lentamente la misma operación dos o tres veces hasta que el miembro quedó sólo húmedo de saliva pero sin rastro de los zumos que lo impregnaban. Estaba erecto de nuevo en toda su potencia y fue en ese momento, cuando ya casi la tenía toda fuera de la boca, cuando se despertó la hija.

-- ¡¡Mamá!! – exclamó la niña indignada -- ¿Cómo te atreves a hacerle una felación?

-- Hija mía, me ha obligado, y además, tú también se la hiciste.

-- Si, pero yo soy soltera y tu estás casada y eso es mucho más grave.

-- Pero si fuiste tu misma quien me dijo que se la hiciera la primea vez – recriminó la madre sin soltar el congestionado manubrio.

-- ¡¡Eso no es cierto!! – exclamó la hija enfadada -- yo sólo te dije que le chuparas las bolas, que es diferente.

-- Dejaros de discutir, leches – ordenó Leo – Tenéis que hacer la cena… hala, a la cocina

-- ¡¡Pero si está a punto de llegar mi marido!! – se asustó la madre.

-- Pues haz cena para cuatro, y abundante, que tengo hambre.

Se oyó como abrían la puerta del piso. Carla exclamó asustada:

-- ¡¡Dios mío, mi marido!!

-- A la cocina, leches, yo me entrevistaré con él – comentó el gigante.

-- ¿Pero, así, desnudo? – preguntó la hija intranquila.

-- Si te parece me visto de smoking – respondió el gigante encaminándose hacia el pasillo.

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