El tren hendía la oscuridad de la noche con el vivo resplandor de la locomotora. En un vagón de tercera, ALFA reclinaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos, parecía dormir; pero su espíritu estaba muy despierto porque a su lado dormitaba la pareja de la Guarida Civil. La coartada estaba ingeniosamente buscada. La pareja podía certificar que ALFA, estuvo charlando animadamente con ellos durante el viaje. Pero también esperaba impaciente a que BETA le comunicara que los itinerantes estaban ya dormidos de resultas del pantopón y el coñac. Pero BETA no llegaba para dar el aviso. Mientras tanto GAMA estaría también impaciente esperando en Manzanares. Para no infundir sospechas, GAMA había salido en otro tren, y así aguardaba en Manzanares la llegada de sus compinches.
ALFA no había querido hacer el viaje en el coche-correo por un elemental principio de prudencia: cualquiera de los itinerantes que en él fuesen podía reconocerlo fácilmente ya que era empleado de Correos. Y esto había que evitarlo a toda costa.
Para que BETA pudiera ir en el vagón correo, ALFA le había entregado un pase de los llamados "Vaya" entre los empleados, mediante el cual podría viajar en el coche correo haciéndose pasar por un empleado del Cuerpo. Eran tantos los empleados que se valían de este medio para trasladarse de un punto a otro, que no llamaría la atención ni dudarían que BETA fuera uno de ellos ya que en su mayoría no se conocían personalmente, ni se negarían a beber con él una botella de coñac sin sospechar nada.
Las estaciones se sucedían y el sueño iba invadiendo a los pasajeros. ALFA, nervioso completamente desvelado ya, esperaba. Tenía la absoluta seguridad de que algo pasaba en el coche correo. Acaban de pasar la estación de Alcázar, sólo faltaba una para llegar a la de Manzanares. ALFA ya no sabía si lo que le dominaba era la impaciencia, el miedo, la rabia o la desilusión.
Y BETA no avisó. Después de pasar raudamente por Los Parrales, Marañón, Cinco Casas, y Herrera, llegaron a Manzanares. Allí estaba esperando GAMA en la penumbra del andén. ALFA bajo del vagón de tercera y se dirigió hacia él. BETA también bajó del coche correo en medio de los saludos y las despedidas de los itinerantes que se asomaron a la ventanilla en plan amistoso.
ALFA y GAMA esperaron a que el tren hiciera la partida y se acercaron presurosos a BETA.
--¡Todo ha sido inútil! Los itinerantes no se han dormido, es muy posible que fuera poca la dosis de pantopón. Por eso no he llamado a ALFA.
-- ¿Estás seguro de que has puesto el pantopón dentro de la botella de coñac? preguntó GAMA.
--¿No lo he de estar? respondió BETA Me acuerdo perfectamente del momento en que lo vacié dentro.
El desaliento se pintó en el torturado rostro de ALFA. GAMA, moviendo la cabeza de un lado al otro, dijo de modo despectivo:
--¡Bah! ¡No sois vosotros personas para esto! Yo me encargaré de recurrir a personas con más valor y más iniciativas que vosotros.
Al día siguiente BETA regresó a Madrid, pero no iba solo; llevaba un secreto consigo. Por segunda vez se había jugado los cinco duros en el Casino y los había perdido. Luego por miedo a confesar su flaqueza por temor a GAMA y ALFA, creyó más oportuno silenciarlo todo. No compró el coñac ni el pantopón. Mientras, GAMA y ALFA se iban a la finca "La Alameda" para pasar los ocho días de permiso que había pedido éste.
El robo del vagón correo, había fracaso por segunda vez. Aquí termina el segundo sainete y empieza el tercero.