UN GRAVE ENCOÑAMIEANTO 7
SÉPTIMA PARTE.
El tiempo todo lo cura, o, por lo menos, lo mitiga. Durante tres meses ella y yo no nos habíamos tocado ni un pelo de la ropa y aún permanecimos dos meses más durmiendo en habitaciones separadas. Pero si algo hay de cierto en el refranero español es que la jodienda no tiene enmienda No, no la tiene.
Una noche, después de una fiesta particularmente movida en casa de unos amigos de la alta jet madrileña, regresamos a casa más calientes de magreo y alcohol de lo habitual. Yo la desnudé a ella y ella a mí. Teníamos tanto apetito el uno del otro que después de los dos primeros y rápidos orgasmos decidimos descansar acariciándonos para empezar de nuevo.
Como ya habíamos decidido tener un hijo, no nos cuidamos en absoluto de anticonceptivos ni tomamos precaución alguna. Dentro de su gloriosa vagina se quedaron millones y millones de espermatozoides míos. Estábamos los dos formando un cuatro con los cuerpos, acariciándole yo con los dedos los morruditos y sedosos labios de su vulva, mientras ella con la mano a la espalda, jugaba a más y mejor con su juguete.
Acostados sobre el lado izquierdo se me ocurrió en aquel momento decirle.
-- Ahora te voy a follar en una posición que no viene en el Kama Sutra.
-- ¿No me digas? preguntó girando su preciosa carita hacia mí, y mordisqueé sus carnosos y jugosos labios acariciándolos con la lengua.
-- Sí te digo, sí.
-- Pues a ver como es.
-- Pon tu cabecita sobre mi brazo izquierdo. Eso es, con esta mano acariciaré este pezón tan bonito.
-- Muy bien ¿y qué más?
-- Ahora pon tu muslo derecho sobre el mío. Así, muy bien. Ya tengo sitio para que tu juguete te penetre hasta la matriz. ¿Lo notas como va entrando?
-- Claro, mi vida, es imposible no notarlo, uf qué bueno. Sigue hasta el fondo.
-- Con los dedos de mi mano derecha jugaré con tu clítoris, así ¿Te gusta?
-- Sigue, sigue, uy , uy, cariño, ya me estoy corriendo.
-- Pues ahora te mamaré la teta derecha con la boca y así estaré hasta que me digas que pare ¿Vale?
-- Me estoy corriendo como nunca creí que pudiera hacerlo, uy que gusto, sigue más, más, métela más, así, así, así, sigue así, me estoy corriendo sin parar. Uy, Dios, que gusto me das, nene, sigue así, no paro de correrme, no paro, es como si fuera un solo orgasmo muy pro lon gadoooo
Y de golpe y porrazo de detiene en seco y exclama:
-- Ay, Ay, Toni, que no sé que tengo, me duele el pecho.
-- ¿Hablas en serio, mi vida?
-- Si, Toni, es como si tuviera ganas de vomitar por haber comido demasiado. Uy que mal me encuentro Toni.
Se la saqué despacio, dejando de acariciarla y deshaciendo rápidamente la unión me levanté intranquilo y nervioso. La miré y estaba pálida como un cadáver y sin embargo sudaba. Cuando tosió y vi las gotas de sangre sobre las sábanas llamé inmediatamente a la Ambulancia de la Clínica de Puerta de Hierro para indicarles que vinieran cagando leches que mi esposa tenía un amago de infarto.
Entró en el quirófano antes de la media hora de empezar a quejarse. Me fumé tres paquetes de cigarrillos en las cuatro horas que permaneció en el quirófano.
Cuando el cirujano se acercó a mi supe de inmediato que mí adorada Yeya había muerto. Me preguntó si era su marido. Le dije que sí, e inquirió:
-- ¿Su esposa nunca se hizo una simple radiografía torácica?
-- No que yo sepa. Nunca estuvo enferma.
-- Una lástima, porque de habérsela hecho esto no hubiera ocurrido, su esposa nació con una malformación de la válvula mitral y ha llevado encima una bomba de relojería que en cualquier momento podía estallar. Ha sido esta noche. La válvula mitral es tricúspide y su esposa nació con ella bicúspide lo cual, a través de los años, ha dado paso a un aneurisma aórtico que al dilatarse provoca que las venas y las arterias adelgacen sus paredes y la presión sanguínea termina por romperlas ¿Comprende?
-- Sí respondí escueto porque ya no me interesaban sus explicaciones. Pero él tenía que hurgar en la herida y siguió explicando y explicando
-- El aumento de la tensión sanguínea es lo que ha provocado la rotura, como si dijéramos la explosión latente y por lo tanto
-- Mañana enviaré a los de la funeraria a recoger su cadáver corté, mirándolo con ganas de estrangularlo. Retrocedió dos pasos murmurando:
-- ¡Cálmese, por favor, señor Noreña, cálmese! pero el tío dio media vuelta y echó a correr por el pasillo como si lo persiguiera el diablo. Di media vuelta y salí a la calle.
¿Qué me importaban a mí las bombas de relojería, las venas, las arterias, los aneurismas y la madre que parió a los matarifes hijos de puta?
¡Hay que joderse! Saqué el pañuelo y me soné, porque me pingaba el moco.
Como no podía tragar la saliva, la escupí por un colmillo.
Creí que iba a volverme loco. Pero no puedo arrugarme; soy un tipo duro.
THE END.
Mar del Norte, 8 de Agosto del 2.007