ROMASANTA, EL HOMBRE LOBO.
Me gustaría comentar un asesino en serie español que se ganó a fuerza de sangre un nombre dentro del macabro mundo de los asesinos seriales. Manuel Blanco Romasanta , alias el lobisome de Allariz, el hombre lobo gallego. Nos situamos en los montes de Orense, entre 1846 y 1852. Con estos pocos datos, vamos a narrar una espeluznante aventura cometida en los verdes montes gallegos a mediados del siglo diecinueve.
El caso Romasanta, en el que un humilde buhonero era poseído por el mal de la licantropía y devoraba a sus al menos trece víctimas a dentelladas, como si de un lobo se tratara. Describamos a Manuel Blanco Romasanta. De 42 años de edad en el momento de su procesamiento jurídico (1852), natural de Requeiro, una pequeñísima población del valle de Allariz, casi a medio camino entre Orense capital y la frontera con Portugal.
De profesión vendedor ambulante, que poseía un don especial para la orientación en aquellas tierras limítrofes con la sierra de San Mamed, o el valle de Rabeda, La Limia , o la sierra de Moura.
Conocer los atajos en aquella España tan mal comunicada tenía un gran valor, y él los explotaba en su oficio.
Romasanta ha sido declarado el primer asesino en serie de nuestro país. Al confesar al menos la muerte violenta de trece personas, pero se justificó argumentando que todo se debía a una maldición de su familia que le hacía convertirse en hombre lobo y devorar a sus víctimas de forma caníbal, eso es lo que declaraba por aquellas lejanas fechas ante la atónita mirada del juez instructor Quintín Moreno.
Según sus declaraciones, Manuel Blanco, estaba convencido de su transformación en lobisome. El modus operandi del hombre lobo gallego solía ser siempre el mismo. Engañaba a sus víctimas prometiéndoles que las iba a conducir a servir a casas pudientes de Santander, con cuyos amos había hablado, y cuando se hallaban en el corazón del bosque, los asesinaba, las desnudaba y les quitaba todos los objetos de valor que portasen, que luego vendía. Como hemos comentado, el asesino Romasanta engañaba a sus víctimas prometiéndoles trabajo y estabilidad económica en tierras lejanas.
Sus víctimas vendían todas sus pertenencias, y se marchaban con el buhonero. El cual, regresaba nuevamente al pueblo, comentando a sus familiares las buenas nuevas y lo bien que les iba a sus parientes en tierras lejanas. Eso hacía que se animaran otras familias, normalmente formadas por mujeres y adolescentes, o niños indefensos.
Pero Manuel siempre contaba lo bien que le iba a las víctimas, cosa que llegó a no convencer a sus familiares, faltos de comunicación escrita. Agobiado por las acusaciones, Romasanta hizo llegar correspondencia escrita falsa a los diversos preocupados familiares. Pero el destino le tenía reservado una partida por jugar en primera persona. El buhonero, intentaba colar el género textil y pertenencias personales de los asesinados en los diversos pueblos que visitaba. Y ese error le costó su detención y posterior procesamiento jurídico.
En el proceso abierto contra Romasanta, seis médicos cualificados de la época dieron un veredicto de cordura al reo. Así que según los profesionales el asesino era un psicópata criminal que premeditaba con toda frialdad los asesinatos, prometiendo cosas que eran mentira y ejecutando a sus víctimas en la oscuridad de los profundos bosques. El juicio fue seguido con gran expectación por lo fantástico del caso, el abogado de Manuel Blanco intentó por todos los medios convencer al tribunal de que su defendido era un psicótico , un enajenado, un loco en definitiva, producto de un entorno y una educación. Los esfuerzos de su abogado por intentar evadir de la muerte a su defendido fueron en vano. La sentencia, fechada el 6 de abril de 1853 condenó al hombre lobo Manuel Blanco Romasanta a la pena de muerte por garrote vil, por el asesinato de al menos trece personas.
Todo el mundo esperaba la ejecución cuando se produjo un acontecimiento que dio un giro de 180 grados y que posibilitó que, a la postre, Jacinto Paz, habiendo perdido la batalla judicial, ganara la guerra por la vida de su cliente. La reina Isabel II, a través del ministro de Gracia y Justicia de la época, recibió una misiva fechada en Argel y enviada por un tal profesor Philips, un hipnólogo francés.
En ella solicitaba un aplazamiento de la ejecución de la sentencia para poder estudiar en profundidad a Romasanta. El francés, estaba convencido del que el preso padecía una monomanía, conocida por los médicos de antaño con el nombre de Licantropía. En su opinión el asesino estaba experimentando un desorden cerebral severo y no era responsable de sus actos. No sabía distinguir entre el bien y el mal. El médico francés, lo que pretendía era hipnotizar al condenado, para poder verificar su diagnóstico.
Todos estos acontecimientos hicieron llevar a la reina a revocar la sentencia y conmutándola por cadena perpetua. Según algunas fuentes, Romasanta murió en prisión, pero otras versiones apuntan a que todavía vaga por los montes de Orense en busca de sangre fresca que sacie su apetito voraz...
Podríamos narrar cientos de casos similares o parecidos, pero el cometido de este artículo no va más allá de expresar la gran preocupación de la sociedad que parece culpable de inculcar el caldo de cultivo, la sopa primigenia que crea a estos monstruos que vagan por nuestras calles; con total impunidad. No deje de mirar hacia atrás, en una fría y oscura madrugada, podría ser víctima de uno de estos personajes
Material de Consulta Recomendado:
Psicópatas y Criminales (Carlos Berbell-Salvador Ortega) La Esfera de los Libros (2003)
Así son, así matan (Manuel Marlasca-Luís Rendueles) Temas de hoy (2002)