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Incesto por fatalidad (1)

en Hetero: General

INCESTO POR FATALIDAD – 1 –

Incesto por Fatalidad

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Primera parte.

El año 1.994 fue el "Annus Horribili" para España, para la familia Duarte y para sus dos hijos. La cifra de parados provocada por la política socialista del Gobierno de Felipe González se situaba en cuatro millones doscientos cincuenta mil personas, la más alta que había conocido España en los últimos veinte años. Doscientas cincuenta mil pequeñas empresas y familiares tuvieron que cerrar sus puertas, suspender pagos o quebrar.

La crisis naviera había prejubilado a los 59 años a la cabeza de familia de los Duarte, Paco Duarte. El y su esposa Irene emprendieron aquel año por primera vez un viaje vacacional del INSERSO. Duraban quince días y eran muy baratos pues estaban promocionados por el Estado Socialista para el disfrute vacacional de los pensionistas jubilados.

Aquel autobús en el que se embarcaron tuvo un accidente a la entrada de la población de Torreblanca de la provincia de Castellón. Entre las cincuenta personas que murieron en el accidente se encontraba el matrimonio Duarte. El chofer, circulando a excesiva velocidad, tomó la curva de entrada al pueblo a más de cien por hora, como demostró el tacógrafo posteriormente, a consecuencia de lo cual el autobús volcó en un terraplén de más de cinco metros de altura.

Los hijos del matrimonio Duarte, Tony de 22 años e Irene de 19, tenían derecho a una indemnización por parte del Estado como responsable subsidiario del accidente, ya que el chofer, además de ser insolvente, había muerto a los pocos días de ocurrido el suceso. Nunca vieron ni una peseta. El Estado es muy rápido cobrando, pero más lento que un caracol a la hora de pagar. Por ejemplo, los afectados por el asunto del aceite de colza, más de un millar, llevaban diez años esperando que les pagaran la indemnización.

Tony, el hijo mayor, cobraba del paro desde hacía un año y le faltaban seis meses para dejar de cobrarlo. Irene, la hija más joven, tuvo que dejar los estudios y buscar trabajo, pero el trabajo, con más de cuatro millones de parados, escaseaba tanto que ni siquiera lo encontró como mujer de la limpieza y los pocos ahorros que habían dejado los padres, tuvieron que gastarlos en el traslado de los cadáveres a Barcelona, en Tanatorios y en abogados para reclamación de cantidad al Estado. Además y para mayor INRI, quedaban cinco plazos de la hipoteca del piso por pagar.

En pocos meses su situación económica se volvió verdaderamente angustiosa y amenazaba con la ruina total, pues el Banco apremiaba con el embargo del piso si no se le pagaban los últimos plazos de la Hipoteca. Hartos de dar vueltas sin conseguir nada, Tony decidió jugárselo todo a una carta.

Había leído un anuncio en uno de los periódicos de tirada nacional. Un anuncio que parecía ser la solución a todos sus problemas. Estuvo pensándolo varios días antes de enseñárselo a su hermana Irene.

Irene había comentado que antes de perder el piso podían venderlo, pagar los plazos que faltaban y esperar a que la situación mejorara. Porque no podía durar mucho más debido a los escándalos de corrupción del partido socialista que fue acusado incluso de Terrorismo de Estado por los asesinatos de los etarras Lasa y Zabala y el secuestro de Segundo Marey, un viajante de comercio que nada tenía que ver con la banda terrorista etarra.

Pero el piso resultó tan difícil de vender como a ellos les resultaba encontrar trabajo. Fue entonces cuando Tony decidió enseñarle el anuncio a su hermana y ésta leyó:

<<Gane cien mil pesetas por cada película de porno casero que nos envíe bajo contrato. Anticipo para gastos a los interesados. Llamar a la señorita Laura el nº xxxxxx>>

La hermana, una belleza escultural, se quedó mirando al hermano con ojos suspicaces. Sabía de las muchas ganas que él tenía de follarla, o, por lo menos lo imaginaba, pues más de una vez lo sorprendió espiándola cuando se encontraba en el baño. Preguntó desconfiada:

- ¿Pero quién va a realizar la película porno?

- Pues tu y yo, naturalmente. ¿O es que te parece mejor quedarte en la calle y vivir de la prostitución?

- Por supuesto que no, pero esas películas las distribuirán y podrán verlas todo el mundo. Incluso puede darse el caso de que alguien nos conozca.- Se quedó pensativa durante unos minutos y comentó.- Lo mejor sería que te enteraras de cómo funciona eso. Si tenemos que hacerlo, lo haremos, pero debemos estar seguros de que no sea un fraude o una engañifa como otros muchos timos que se realizan todos los días.

El hermano no se hizo de rogar y aquella misma mañana llamó por teléfono a la señorita Laura mientras su hermana escuchaba la conversación por un teléfono supletorio.

Después de marcar el número una voz femenina le respondió:

- General Vídeos, diga.

- ¿La señorita Laura?

- De parte de quién, por favor.

- No me conoce, pero estoy interesado por el anuncio de los videos caseros.

- Un momento, le paso.

- Sí, Laura al habla, ¿Quién llama?

- Verá, he leído el anuncio que han puesto en el diario sobre las películas caseras y me interesaría saber cómo funciona eso.

- ¿Está usted casado?

Miró a su hermana antes de responder, ella sintió con la cabeza y respondió:

- Sí, sí, estoy casado.

- ¿Y su mujer está conforme con filmar pornografía?

- Si, por supuesto.- Respondió ante la nueva afirmación de su hermana Irene.

- ¿Ha grabado antes alguna película?

- No, ni siquiera tengo cámara.

Se hizo un silencio corto, la señorita Laura comentó:

- Bueno, nosotros podemos proporcionársela, claro que luego se la descotaremos del valor de la película. No todas las películas valen lo mismo.

- ¿Cómo es eso?

- Depende de lo bien hecha que esté, de que la mujer no sea una prostituta, que se vea que realmente son caseras y depende también de la duración que tenga. No es lo mismo que solo se vean los cuerpos moviéndose, que se filme viéndose los órganos en funcionamiento. ¿Me entiende?

- Sí, sí, claro que la entiendo.

- En este último caso puede cobrar incluso trescientas mil pesetas por cada hora de duración y si su esposa es guapa, joven y mujer decente, cosa que se nota rápidamente, podemos llegar bajo contrato a las quinientas mil.

Tony miró a su hermana con los ojos como platos y ella tapó el micrófono y le comentó que le preguntara si era necesario que ella estuviera presente a la hora de firmar el contrato. La respuesta fue afirmativa y la señorita Laura pregunto de nuevo:

- ¿Es la primera vez que hacen una película porno?

- Si, la primera vez.

- ¿Cuántos años tiene su esposa?

- 19.

- Esta muy bien. ¿Es guapa y tiene buen cuerpo?

- Se lo puedo garantizar.

- ¿Y usted, cuántos años tiene?

- 22.

Otro corto silencio al que siguió una pregunta dubitativa:

- Tengo que preguntarle algo muy personal, si no lo sabe dígalo por aproximación.

- Usted dirá.

- Cuánto mide su pene erecto.

- Pues más o menos.- dudó un momento.- entre 22 o 24 centímetros. La verdad es que nunca me lo he medido.

- Lo entiendo. No se preocupe, pero tendrá que pasar por aquí.

- ¿Para medirlo?.- Preguntó extrañado.

- No, hombre, no.- y se oyó la divertida risa de la señorita Laura.- Usted me ha dicho que no tiene cámara y sin cámara no podrá filmar. Tendrá que firmar el recibo de la entrega de la cámara y de un anticipo si lo necesita.

- Desde luego, lo necesito y mucho.

- Me lo imaginaba, pero lo máximo que podemos adelantarle son cincuenta mil pesetas. ¿El piso es de ustedes?

- Sí, por supuesto.

- Pues para que podamos entregarle el anticipo, la cámara y los focos necesita traerme una fotocopia de la escritura del piso, o en otro caso el aval de un banco.

- No, le llevaré fotocopia de la escritura.

- Con eso basta. Tome nota de la dirección.

Por señas le pidió a la hermana un bolígrafo y un bloc que ella se apresuró a entregarle.

- Dígame, ¿Cuál es la dirección?.- anotó lo que le decía y la hora de la entrevista a las cuatro de la tarde del día siguiente. Dio su nombre y su teléfono para, según le explicó la señorita Laura, comprobar la veracidad de su llamada. Se despidieron hasta al día siguiente y colgó.

Los dos hermanos se miraron en silencio. Tony se frotaba las manos sonriéndole e Irene se dio cuenta de que los ojos de su hermano la miraban como nunca la habían mirado. Una mirada de la que no estaba segura si era de alegría por haber solventado su grave problema económico o era por el anticipado placer de follarla.

- ¿Sabes que vamos a cometer un incesto?.- le preguntó seria.

- Si, lo sé, pero mejor eso que acabar en la calle ¿No te parece?

- Siempre me has tenido ganas ¿verdad?

- Sí, es verdad, estás muy buena Irene, muy cachonda y te he visto más de una vez masturbándote en el baño completamente desnuda, así que no te hagas la estrecha que sé positivamente que te gusta tanto como a mí.

- Sabes tú mucho. Si crees que no me he dado cuenta de que me vigilabas estás en la inopia.

- Bueno, Irene, ¿quieres o no quieres que sigamos adelante?

Ella bufó hacia arriba moviéndose el flequillo de su larga melena. Él comentó:

- Para empezar son 50 mil pesetas, podemos pagar los dos meses de atraso de la hipoteca y aún sobrará dinero, y si te da apuro que nos vean la cara nos pondremos unas máscaras de látex ¿Qué te parece?

- Bien, eso me parece mejor.

- ¿En qué habitación grabaremos?.- Preguntó él hermano.

- Creo que la mía es la que más luz tiene y mi cama es más ancha que la tuya.

- Vale, pues preparemos tu habitación.

- Pero, ¿por qué tanta prisa? Hasta mañana no tendremos la cámara.

- Cierto, pero será mejor que vayamos entrenándonos.

- ¡Ya! Menudo entrenador estás tú hecho.- Comentó mirándole el bulto que comenzaba a hincharse en la entrepierna de los vaqueros.

- A ver.- Comentó ella.- La cama podemos acercarla a tope con la ventana, así la luz será mucho más fuerte. Y por cierto, creo que has exagerado mucho cuando le has dicho que te mide 24 centímetros, Eres tú muy optimista.

Se bajó él la cremallera del pantalón vaquero sacándose una verga del tamaño de su antebrazo. Parpadeó ella asombrada al ver aquel descomunal trozo de solomillo. Ninguno de los novios que había tenido se acercaba a aquellas medidas ni de lejos. Se reprochó no haberla disfrutado antes teniéndola tan cerca. Se sentó en la cama sin dejar de mirarle la congestionada erección. Meterse aquel trozo de leño en el cuerpo debía de ser toda una gratificante e inolvidable experiencia.

¿Cómo era posible que durante 19 años nunca hubiera visto la verga de su hermano en erección?. Se acercó él despacio con la verga congestionada al máximo, resaltando las gruesas venas azules que lo recorrían de arriba abajo, con una ligera curvatura hacia arriba, no tan pronunciada como la de un plátano pero casi. Le palpitaba arriba y abajo de forma violenta pero ella sabía que aquel movimiento lo provocaba él para excitarla y lo estaba consiguiendo. Se detuvo el muchacho cuando su enorme verga quedó a un palmo de su cara.

- ¿Quieres medirla, cariño?

Levantó la mirada hacia sus ojos que sonreían irónicos. Comentó:

- Pues sí, voy a medirla.- Y abrió el cajón de la mesilla de noche para sacar una cinta métrica.- A ver, estate quieto y no hagas que se mueva.

Primero la midió por arriba, desde el pubis hasta el final del glande, tenía razón, 24 centímetros justos. Luego la midió por abajo, desde las bolas hasta la punta del capullo: 26 centímetros. Se había quedado corto. Era una verga descomunal y más gruesa que un botellín de Coca Cola.

- ¿Qué, he exagerado mucho?

- No, te has quedado corto, por lo menos de dos centímetros. No me explico que no te la hubiera visto nunca durante 19 años pese a las muchas veces que mirabas como me masturbaba por el ojo de la cerradura del baño.

Tenía la caliente y descomunal verga fuertemente sujeta con toda la mano sin que sus dedos pudieran abarcarla por completo. Se sintió húmeda y procuró calmarse. No quería que se diera cuenta de su deseo ni de que viera sus braguitas mojadas. Se pasó la roja cabeza por los labios para excitarlo más, elevando la mirada para comprobar su reacción, pero no pudo comprobar nada porque los tenía cerrados y se mordía los labios, mientras la verga palpitaba en su mano con fuertes contracciones involuntarias.

- Colócate desnuda en la cama.- Indicó el muchacho con voz ronca.

- ¿Para qué?.- Quiso saber la chica.

- Para mirar el encuadre desde el fondo de la habitación.- Explicó de mal humor apartándose de su lado.

Se quitó la blusa y la faldilla quedándose con el sujetador y las finas braguita de encaje. Se colocó sobre la cama con las manos detrás de la cabeza, una pierna levemente encogida y los muslos unidos, en una postura muy juguetona y provocativa que, estaba segura, le haría perder el control y desnudarse completamente para metérsela hasta los testículos. Pero él, con toda la enorme verga al aire, se dedicó a juntar los índices y los pulgares en cuadro figurando el visor de una cámara y moviéndose en diferentes ángulos desde el fondo de la habitación.

Ella ardía en deseos de que acabara de una vez, pero no quería que se diera cuenta de que estaba más caliente que un horno, y de que deseaba con urgencia que le metiera en el coño aquella enormidad de verga para sentirla con todas las excitadas terminaciones nerviosas de su vagina. Sabía que la deseaba hacía mucho tiempo. Que su cuerpo despertaba el deseo en los hombres cuando circulaba por la calle. Lo leía tan claramente en sus ojos como en un libro abierto. Al final, le sonrió burlona, pero sin moverse ni hablarle.

Por toda respuesta él se quitó los pantalones vaqueros, el bóxer y la camisa quedándose en cueros. La enorme verga se acercó palpitante de deseo, y comprobó que le pasaba del ombligo. No estaba segura de que su coñito pudiera tragársela entera, no tardaría mucho tiempo en comprobarlo. Él le ordenó:

- Desnúdate.

- Desnúdame tú.- Respondió, sin abandonar la sonrisa.

Se inclinó él sobre ella, desabrochó el sujetador dejándole las preciosas y firmes tetas al aire y cuando acabó de quitarle las braguitas se sorprendió al encontrárselo completamente depilado. Ella le sujetaba la verga, moviendo la mano como si lo masturbara mientras él acariciaba con la yema de los dedos los gordezuelos labios de su vulva. Se disponía a abrírsela para mamarle el clítoris cuando sonó el teléfono.

Se miraron en silencio.

- Vaya por Dios.- Pensó ella cabreada.- Tenía que ser en éste momento. El comentó con voz pastosa.

- Esa debe de ser la señorita Laura.- Y la abandonó para acudir al comedor donde se encontraba el artilugio.

Continuará…

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