Noventa, sesenta, noventa; éstas eran sus medidas. Se la
pueden imaginar pensando en el cuerpo de Marilyn Monroe. No les voy a decir nada
más de ella porque con esas medidas todo lo que les diga será poco y quedaría
pálido, desdibujado y difuminado ante la realidad.
Si a eso le añaden unas facciones tan perfectas y hermosas como su cuerpo,
comprenderán fácilmente que no había en toda la ciudad de la Academia de Bellas
Artes, y aún en la provincia o quizá la nación, otra profesora de arte
escultórico que, con treinta y pocos años, tuviera tanta aceptación como la
señorita Waldetrudis, cuyo onomástica se celebra el 3 de abril.
Ya desde el primer día de clase les dejó muy clara su postura a los estudiantes
masculinos y femeninos con el siguiente discurso:
-- "Aquí vienen ustedes a estudiar escultura y a nada más. El hecho de que yo
pueda desnudarme para servirles de modelo no les da derecho a pensar que podrán
follar o a hacer una tortilla sin huevos conmigo. De eso nada. Sólo podrá
hacerlo aquel de ustedes que, delante de mi cuerpo desnudo, consiga que su pene
se mantenga en estado flácido. Los maricas quedan excluidos, las lesbianas
también. Las razones son obvias: En primer lugar porque eso me demostrará que
esos estudiantes no están pensando en joder conmigo; en segundo lugar demostrará
que están exclusivamente pendientes de la escultura que tienen que realizar; en
tercer lugar, porque los muchachos que se exciten, demostrarán ser eyaculadores
precoces y esos no me sirven para nada. Por lo que respecta a las muchachas, la
razón aún es más simple pues como ya dije
no me gustan las tortillas sin
huevos. ¿Ha quedado claro?"
Antes de que nadie pudiera responder Wifredo "El Lampiño", un muchacho de
escasos dieciocho años, levantó la mano:
-- ¿Qué duda tienes, Wilfredo? preguntó la escultural señorita Waldetrudis,
con una nalga sentada en la mesa sobre la tarima.
-- Verá, doña profesora, no es una duda, sino varias.
-- Pues empieza por la primera.
-- Es que no tengo claro si el poder follarla será al final de la clase o al
finalizar la escultura.
-- Al final de la clase que será también el final de la escultura respondió la
cachonda profesora balanceando una de sus magníficas y bien torneadas piernas --
¿Algo más?
-- Si, doña profesora insistió "El Lampiño" Tengo otra pregunta.
-- Pues adelante invitó la macanuda profesora.
-- ¿Y si hay varios que se mantienen flácidos todos podrán follarla?
-- Si son maricas, no.
-- ¿Y cómo sabrá si son maricas?
La señorita Waldetrudis sonrió ante la inocencia de Wifredo "El Lampiño" y
respondió sin abandonar la sonrisa:
-- Porque antes de que yo me desnude os habréis desnudado todos vosotros.
-- Pues cada clase durará una semana comentó rápida la alumna Virginia, que
también se apellidaba Wolf.
-- No te lo creas, Virginia, la plastilina es fácil de moldear y con una mañana
será suficiente para cada escultura.
Wifredo quiso intervenir pero Virginia estaba embalada y preguntó de nuevo:
-- ¿Las alumnas también gozaremos del privilegio de la señora profesora?
-- No, hijita, esto es la Academia de Bellas Artes, no una casa de putas
respondió la profesora, acomodándose mejor en la mesa para enseñar la tanga.
-- ¡A eso no hay derecho! se enfurruñó la muchacha
-- ¿Por qué no, Virginia?
-- Porque si yo gano, me gustaría comerle el coño a usted y tal como usted lo
plantea no tengo derecho a nada.
-- Pues también es cierto convino la cachonda y bella profesora Vale, las
muchachas que ganen y quieran comerme el coño, podrán hacerlo.
-- Eso tampoco es justo comentó Maggy Tacher una pelirroja gordita porque si
yo gano, como no me gusta comer coños me quedaré sin premio.
-- Tienes razón convino la profesora -- En ese caso, Maggy, si ganas, te
comeré el coño yo a ti ¿Vale?
-- Ah, eso está mejor respondieron varias alumnas a coro.
Wifredo, que aún no había acabado con sus dudas, volvió a preguntar:
-- Entonces ¿No sirve de nada lo bien o mal hecha que esté la escultura?
-- Si, Wifredo, claro que servirá. Vosotros mismos evaluaréis cual es la mejor
escultura y yo, por supuesto, tendré derecho de veto, no quiero favoritismos en
mi clase.
-- ¿Y cuál será la primera escultura que haremos? volvió a preguntar el
muchacho.
La despampanante señorita Waldetrudis se quedó pensativa durante unos momentos.
Luego, levantó la mirada dirigiéndola hacia los alumnos y comentó suavemente:
-- Toda mujer lleva, en el fono de su mente, una verga grandiosa en verdad, sin
la implicación emocional de un hombre adherido a ella. Los hombres siempre
piensan de la mujer de esa manera convirtiéndolas simplemente en objetos dentro
del lecho. La mayoría de los hombres se escandalizan el descubrir que las
mujeres pueden abrigar el mismo sueño. Excepto que uno de los aquí presentes que
tenga un atributo mayor de lo normal y se preste a servir de modelo en plena
erección podremos llevar a la práctica lo que intento enseñarles
porque esa
erección será lo primero que esculpiremos. Comprendo que para los muchachos,
así, a palo seco, difícilmente conseguiremos una erección. Por lo tanto, las
muchachas que estén dispuestas a desnudarse y permanecer inmóviles en diversas
posturas mientras ellos las miran que levanten la mano.
Las chicas se miraron unas a otras mientras los muchachos sonreían
socarronamente. Josefina Baker, una mulata de la Martinica, fue la primera en
levantar tímidamente el brazo y, tras ella, Maureen OHara una pelirroja
irlandesa bastante cachonda, luego otra y otra
y en menos de cinco minutos
todos los brazos femeninos estaban levantados. En menos tiempo aún se hallaban
todas en cueros, con las ropas a sus pies. La profesora fue indicándole a cada
una la postura adecuada. Cuando todo el conjunto escultórico despelotado quedó a
su gusto, si las hubiera visto el difunto Simón Bolívar, seguro que emprende
otra guerra de independencia.
Debo admitir que Miss Waldetrudis también ponía mucho de su parte procurando
enseñar su tanga y su góndola depilada todo lo que podía mientras colocaba a las
muchachas encueradas en las posturas adecuadas. Finalmente se dirigió a los
muchachos para indicarles:
-- Ahora os toca a vosotros. Así que desnudaros frente a ellas. Entre todas
elegiremos quien merece ser el primer modelo.
Los chicos fueron más remolones que las chicas. Incluso alguno se ruborizó, lo
que demuestra que los hombres son muy gallitos cuando están solos en el
gallinero, pero si tienen que competir con otros gallos la cresta se les arruga
pero, con las crestas dobladas y todo podía apreciarse que, de quien menos se
esperaba, era el que ganaría por goleada
Wifredo "El Lampiño" cuya tranca le
llegaba casi a las rodillas. Fue entonces cuando la macanuda profesora anunció
impávida:
-- Bien, creo que todas estaremos de acuerdo que el modelo más apropiado para
modelarlo en primer lugar es el de Wifredo ¿Verdad, chicas?
Un coro de sonoros síes femeninos se extendió por el aula. La cachonda profesora
continuó mientras empezaba a desnudarse:
-- Pero para realizar esta gran obra, tengo que conocerlo por dentro y por
fuera, para bosquejarlo. Pensé que sería sencillo, pero no lo es. Permaneceréis
todos tranquilamente sentados en círculo a mi alrededor observando cómo trabajo,
porque, indiscutiblemente, existe también el problema físico de mantenerla
erecta el mayor tiempo posible. No podréis trabajar más que con una erección
completa ¿comprendéis? ¡Mirad!... Ya esta erecta y lista con sólo escuchar lo
que va a suceder. Ni siquiera he tenido que tocársela. Bien, Wifredo, así me
gusta, pero chico, ¡un poco más y te llega a las tetillas!
En verdad que Wifredo tenía unas verga como la de un semental
de la remonta.
A cualquier macho se le hubiera empinado hasta el ombligo cuando el deslumbrante
cuerpo de la profesora quedó desnudo ante los chicos con sus exuberantes
caderas, sus rotundos muslos, las magníficas y puntiagudas tetas y el depilado
sexo de gordezuelos labios cerrados y prietos. Todos tenían una erección al
límite, pero el que seguía ganando, cuando menos por un par largos, era Wifredo
"El Lampiño". Las chicas dirigieron la mirada hacia la descomunal verga del
muchacho. Era cierto. Su glande estaba rojo y latía, impacientemente,
dirigiéndose como una aguja imantada hacia el norte de sus deseos.
-- A ver, tú Marisa dijo la profesora sin perder de vista el grandioso carajo -- coge una cinta métrica y mídela de largo y de grueso.
La aludida no se hizo repetir la orden y regresó con la cinta métrica, se arrodilló delante del muchacho y cogió la gran verga con toda la mano como si quisiera saborearla antes de medirla, pero sus dedos no lograron abarca más que la mitad de la dura barra de carne. La verga, estaba ya empinada a tope, la midió desde los testículos hasta la punta del glande y comentó:
-- De largo mide treinta y ocho centímetros comentó, rodeando luego con la cinta métrica el solomillo de buey dijo con voz sofocada por la emoción y de circunferencia mide lo mismo.
La verga palpitaba golpeando sordamente el vientre del muchacho en contracciones involuntarias.
-- Tú mantenla quieta indicó al muchacho la bella y
cojonuda profesora -- y deja que yo haga todo el trabajo. ¿Has entendido?
- Si, señora dijo el chico con voz sofocada.
-- Pues tiéndete en el suelo y no se te ocurra correrte ¿Entiendes? preguntó
la profesora cogiendo la verga con dos dedos para introducirlo en su vagina
dejándose caer lentamente hasta que la verga desapreció en su totalidad. Él
respondió de nuevo con voz aún más sofocada:
-- Sí, señora, pero
-- ¿Pero qué? preguntó ella con los ojos en blanco.
-- Está usted tan cachonda que no sé si podré aguantarme.
Cuando estuvo empalada totalmente, comentó con voz trémula:
-- Ahora, acercaos todos porque quiero que veáis las venas del pene una por una
cuando salga para que se os graben bien en la mente. Y tú, Ethelvina, ¡ninfómana!...
deja de masturbarte y presta atención.
La aludida se puso colorada dejando de acariciarse el conejo y se inclinó hacia
la arrodillada profesora igual que todos para ver salir poco a poco de la vagina
el descomunal miembro del muchacho. Pero pasaron diez minutos y la verga no
salía y de pronto ella le dio una bofetada tremenda al chico, comentando con voz
enojada:
-- Deja de palpitar dentro de mí vagina, ¡mocoso!
estamos aquí para aprender no
para joder
Esto es una clase
de escultura. Y tú, Leandro, quítale la verga
inmediatamente del coño a Lucía ¿Me has oído, sinvergüenza? Y ahora estad muy
atentos porque va a salir el glande y quiero que lo grabéis bien en vuestra
mente; en este momento será cuando más inflamado se encuentre. ¿Comprendido?
-- Si, señora respondieron varias voces sofocadas.
Pero la verga no salía. La profesora, empalada hasta la raíz, parecía tener dificultades para sacársela aunque hacía visibles esfuerzos por levantase advirtiéndole al Wifredo "El lampiño":
-- No se te ocurra moverte y menos correrte... ¿entiendes?
-- No se preocupe, doña profesora, puedo estar así un par de días.
-- A ver advirtió la señorita Waldetrudis Ayudadme a levantar.
Los muchachos acudieron en tropel cogiéndola por las axilas, por las tetas, por los muslos y tirando de ella hacia arriba con fuerza y sólo consiguieron que el cuerpo de Wifredo se levantara también del suelo siguiendo unido por la verga a la macanuda profesora.
Por más esfuerzos que hicieron no hubo manera de despegar a Wifredo de la señorita Waldetrudis. Como la profesora de escultura no podía moverse los chicos y las chicas se hartaron de follar y al final de la clase se fueron a sus casas.
Al día siguiente cuando regresaron a clase encontraron al grupo escultórico Waldetrudis-Wifredo en la misma posición pero envueltos en una alfombra de la que sólo sobresalían las cabezas Los desenrollaron y de nuevo intentaron separarlos. Fracaso rotundo.
Las últimas noticias que tuve de la escultora y de su alumno es que figuran como una de las atracciones más emblemáticas de la nación. Los han colocado sobre una peana de mármol de Carrara y el turismo internacional visita la ciudad por millones por lo cual han sido nombrados hijos predilectos de la Ciudad.