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Esposas y amantes de Napoleón I

en Textos educativos

ESPOSAS Y AMANTES DE NAPOLÉON I

Mis queridos alumnos y alumnas, hoy hablaremos de las amantes del gran emperador francés, Napoleón I.

De sus esposas, Rosa Josefina Tacher de la Pagerie, más conocida como la Emperatriz Josefina, y Maria Luisa de Austria que le dio el hijo que tanto anhelaba para perpetuar su trono, hablaremos en un próxmo capítulo. Tanto la una como la otra, merecen junto a su María Waleuska conocida como su "esposa polaca" aunque no se casó con ella, un estudio más profundo del que ahora no tendría tiempo de comentar.

Hoy hablaremos de sus principales y más conocidas amantes, porque también resultaria imposible hablar de todas ya que fueron 42. Nunca he logrado comprender como este infatigable trabajador capaz de agotar hasta la extenuación a seis secretarios particulares, tuvo tiempo de ganar más batallas él sólo que Alejandro, Censar y Anibal juntos, pues no fueron menos de 60 las que libró y ganó, cifra record entre los grandes capitanes de la Historia y que lo situa a la cabeza de todos ellos.

Así que empecemos:

 

EUGENIA DESIREE CLARY.

Era hermana de Julia Clary, la esposa de José Bonaparte que fue reina de España DE 1808 1814.

Durante casi un año fue la novia oficiosa de Napoleón a quien entregó su virginidad, como el mismo emperador explicará al gran mariscal Bertrand en Santa Elena, motivo por el cual, según Napoleón, hizo a su marido, Bernadotte, mariscal, par de Francia, príncipe y Rey.

Napoleón, en verdad, hizo príncipe de Pontecorvo a Bernadotte, y tampoco se opuso a que fuera nombrado rey de Suecia, creyendo que mejor era tener a un francés en el trono de Suecia, que a un extraño. El tiempo se encargaria de demostrarle al Gran Corso lo equivocado que estaba.

El oficioso noviazgo lo rompió Bonaparte poco después de conocer a Josefina Rosa Tascher de la Pagerie, nacida en una pequeña aldea de la Martinica, viuda del general, y autotitulado vizconde, Alejandro de Beauharnais, guillotinado por la Revolución. Alejandro era hijo del marqués de Beauharnais, único miembro de ésta familia con título nobiliario verdadero.

Con un gusto muy dudoso dirá el cautivo de la isla de Santa Elena al gran mariscal Bertrand que le acompañó durante todo el cautiverio y que incluso cerraba los ojos cuando su mujer se acostaba con el Gran Corso: "Por que tomé a Desiré Eugenia su coño y su virginidad hice Rey al traidor de su marido"

 

 

 

TERESA ESTÉBANA BOURGOIN.

Joven actriz del Teatro Francés, ex bailrina, de rostro infantil y angelical que contrastaba grandemente con sus bromas picantes. Era llamada la diosa de la alegría y de los plceres. Chaptal, ministro del Interior, la protegía oficialmente.

En 1804, siendo ya emperador Napoleón y despachando una noche con su ministro, le anunciaron a la señorita de Bourgoin:

-- ¡ Que espere ! - respondió el emperador.

Chaptal comprendió lo que significaba aquella visita de la joven a horas tan intempestivas, y al día siguiente presentó su dimisión.

No se sabe si el emperador lo hizo adrede para librarse de Chaptal a quien llamaba papá Clister, o cometió un desliz sin pensarlo, cosa bastante dudosa en un hombre a quien nada se le escapaba. Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que desde entonces la señorita Bourgoin odió a muerte al emperador.

 

CATALINA JOSEFINA RAQUIN.

Llamada señorita Duchesnois, comedianta y de rostro poco agraciado en el que destacaba una nariz prominente de la que Alejandro Dumas diría:

"que producía un silbido de acuerdo con su tamaño, y cuyo rostro tenía semejanza con uno de esos leones de loza que se ponen encima de las balaustradas. Pero se hacía perdonar la falta de belleza con un cuerpo tan escultural como el de las Venus de Milo, que se apresuraba a enseñar y entregar a fin de hacer olvidar la primera, y lamentable, impresión."

También en cierta ocasión al serle anunciada al emperador respondió: "que espere", pensando seguramente en la nariz y su silbido; posiblemente por estar enfrascado en su trabajo. Pero poco después, quizá recordando el escultural cuerpo de la comedianta, ordenó:

--¡ Díganle que se desnude y se acueste !

Siguió con su trabajo y cuando por tercera vez se acordó de la comedianta volvió a ordenar:

--¡ Díganle que se vuelva a vestir y que se marche !

Talleyrand, que era el chambelán tuvo que disculparlo ante la comediante con estas palabras:

"El emperador está tan enfracasdo con sus planes para Rusia que no le queda tiempo para nada"

Tampoco esta mujer perdonó al emperador francés su desplante. No hay fiera más temible que una mujer despechada.

 

MARGARITA JOSEFINA WEIMER.

Conocida como señorita Georgina, nombre que le puso Bonaparte pues no le agradaba ninguno de los que tenía la joven atriz. Resultó ser la gran rival de la Duchesnois y su escarceo amoroso con Napoleón no fue, como en el caso de la Duchesnois, "un abrazo entre dos dictados". Era, como su rival, una actriz del Teatro Francés, a la que el Primer Cónsul descubrió cuando tenía 16 años interpretando el papel de Clitemnestra en "Ifigenia en Aulide".

De ella decía Mirecourt "que era bella como los objetos antiguos, tenía una estatura de reina y una hermosura espléndida", y quizá por ello empezó a los catorce años entregando su cuerpo al guapo actor Lafon, de quien era amante.

Bonaparte envió a su ayuda de cámara Constan con la orden de rogarle que pasara por Saint Cloud al día siguiente, 29 de Noviembre de 1802, para felicitarla personlmente.

Si hemos de creer lo que dejó escrito en sus Memorias, pasó cuatro noches con el primer Cónsul y no fue hasta la tercera que se entregó al dueño de Francia, lo que resulta bastante difícil de creer; más nos parece coquetería de anciana al escribir sus recuerdos muchos años más tarde.

Bonaparte tenía horror, según su expresión, "a las extremidades toscas, pero las manos de Georgina eran una obra se arte de las que Teófilo Gautier había de escribir " Eran unas manos llenas de oyuelos, verdaderas manos reales, hechas para el cetro."

Como nunca falta un gracioso en estos casos, cuando alguien decía que "tenía manos de reina", éste replicaba: ¡ Y pies de rey !.

Su amancebamiento con el primer Cónsul duró casi dos años, pues como ella misma dirá, en sus ya citadas Memorias, "me dejó para hacerse emperador".

Pese a la esplendidez del primer cónsul, que llegó a entregarle sumas verdadermente considerables, murió en la miseria el día 11 de Enero de 1867 y su entierro tuvo que ser pagado gracias a una colecta realizada entre los bastidores de los teatros de París.

 

LEONOR DENUELLE DE LA PLAIGNE.

Lectora de Carolina Bonaparte, dió a luz un niño el 13 de Diciembre de 1806, que la amdre afirmaba haber sido engendrado por el emperador Napoleón. Napoleón no estaba muy convencido, pues sabía que la hermosa joven de bello rostro, grandes ojos negros y cuerpo esbelto y flexible, había entregado también sus favores al apuesto Murat.

Napoleón había conocido a Leonor a su vuelta de Austerlitz. Ella tenía 18 años y ya estaba divorciada; lo que no es nada extraño teniendo en cuenta que su marido, el capitán Revel, había sido encarcelado por falsedad y robo.

Leonor hizo todo lo posible por hacerse ver del emperador, cosa que consiguió muy bien, puesto que, según ella, tuvo un hijo del emperador.

Napoleón ignoraba que aquella casquivana iba explicando por todas partes que cuando se entregaba al emperador, ella miraba el reloj colocado encima de la cama y se las componía de forma tal que lograba adelantar la manecilla grande media hora sin que el emperador se diera cuenta. Cuando éste miraba el reloj exclamaba "¡ Ya !" y abandobana rápidamente la habitación.

Cuando conoció la noticia de que ella había tenido un hijo que pregonaba a los cuatro vientos que era suyo, se dio cuenta de que podía ser que no fuera culpa suya, sino de Josefina, que no tuviera descendencia.

 

MARIA WALEWSKA.

Conocida como la "esposa polaca", era la mujer del anciano conde Walewsky. Napoleón la conoció cuando la joven tenía dieciocho años. De estos amores había de nacer un hijo, al que Napoleón no quiso reconcer nunca, pero del que se preocupó recibiera toda clase de atenciones.

Esta mujer, que como ya dije era conocido como "la esposa polaca" merece un capítulo aparte.

Su hijo León a quien el emperador pese a no querer reconocerlo como tal hijo, hizo conde, resultó ser un vaina de mucho cuidado.

Dedicaremos un capítulo entero a esta amante de Napoleón porque, en verdad, la forma en que la forzó fue indigna de un hombre de la talla del Gran Corso.

 

 

PAULINA FOURES.

Esposa de un teniente de Infantería del ejército expedicionrio de Egipto que acompañó a su marido en la expedición, disfrazada de hombre.

Era costurera en Carcassone y su nombre de soltera, Paulina Bellisle, había de dar origen al apodo con que era conocida por la oficialidad del ejército: "Belillotte".

Era rubía y muy bonita y, con el fin de desembarazarse del marido Bonaparte lo hizo embarcar para Francia. Luego, desembarazado ya del marido, en el transcurso de una cena el día 1 de Diciembre de 1798, Bonaparte, vierte un jarro de agua sobre el vestido de la joven y ello le dará la excusa para reparar el daño en sus habitaciones.

El barco en que iba embarcado el teniente Fourés, Le Chausseur, es apresado por los barcos ingleses y éstos desembarcan al marido nuevamente en Egipto deseándole "buena suerte". Al llegar a El Cairo el teniente se entera de que su mujer vive maritalmente con su general en jefe.

Bonaparte conseguirá que el matrimonio se divorcie e incluso propone a la joven casarse con ella si le da un hijo, cosa que no consigue, aunque ella asegura que no era culpa suya.

Bonaparte dió a la luz pública sus relaciones con Pulina Fourés después de haberse enterado de que Josefina lo estaba engañando en París, de nuevo con Hipólito Carlos, un boquirrubio digno espécimen del macarra que le venía como anillo al dedo a la cuasi meretriz que fue Josefina antes de casarse con Bonaparte, e incluso después.

Amante de Barras, jefe del Directorio, fue por mediación de Josefina que el joven general Bonaparte consiguió el mando del Ejército de Italia cuya primera y victoriosa camapaña había de cubrirlo de gloria por los siglos de los siglos.

 

ISABEL DE VAUDEY.

Dama de Josefina con la que tuvo amores poco antes de su consagración como emperador. La recibía muy rápidamente en Saint-Cloud, en un pequeño entresuelo situado encima de su gabinete de trabajo, al que se llegaba por una escalera excusada.

Josefina, siempre al acecho de las aventuras galantes de su marido a las que temía más que al infierno, se dió cuenta de los amorios y llamó un día a la puerta encontrándose a su dama de compañía en situación bastante desairada y con un desorden en la habitación que indicaba bien a las claras qué clase de audiencia le había concedido el Primer Cónsul.

La señora de Vaudey estalló en sollozos y se armó una trifulca terrible entre mujer y marido. Éste, harto de la vigilancia a que lo sometía Josefina estuvo a punto de repudirla. Aquel día le dijo: "Tiene que prepararte para abandonar Saint-Cloud. ¡ Harto de tu vigilancia celosa estoy decidido a sacudir el yugo y a escuchar los consejos de la política que me exigen tomar una mujer capaz de darme hijos !.

Las cosas se arreglaron poco después, pero por poco tiempo.

 

 

MARÍA ANTONIA ADELA PAPIN.

 

Era una mujer encantadora, esposa de Duchatel. La señora Duchatel era morena, tenía veintidós años, una estatura mediana, dientes blanquísimos y los ojos más bellos del mundo de color azul oscuro, párpados sedosos y anchos, pie pequeño y una sonrisa deliciosa. Bailaba y cantaba muy bien y no es de extrañar que todo ello encandilara a Bonaparte.

Estaba casada con Carlos Duchatel, por entonces director general de los Registros, quien "a los ojos de Bonaparte ofrecía el mérito principal de tener treinta años más que ella"

Napoleón se enamoró de aquella joven, que a sus muchos encantos reunía la rara cualidad de ser totalmente desinteresada, ya que nada pedía ni para ella ni para sus parientes, cosa a la que Bonaparte no estaba muy acostumbrado.

Sus encuentros tenían lugar en una pequeña casa de la Alameda de las Viudas, en donde la pareja había formado su nido de amor, pero Josefina, siempre vigilante, descubrió una tarde que Napoleón, a traves de varios corredores de la Malmaison, iba a reunirse con la señora de Duchatel. De nuevo estallaron sollozos y quejas por parte de la criolla. Parecía no tener cuenta de que el destino le devolvía ahora con intereses las muchas infidelidades que ella había tenido tiempo atrás para con su marido. La criolla había olvidado completmente a Hipólito Carlos.

Pero los amores de la Duchatel con Napoleón acabaron terminándose. El emperador no tenía la menor intención de sostener una plaza de favorita. Como él mismo decía: "De ninguna manera quiero que en mi corte imperen las mujeres. Perjudicaron mucho a Enrique IV y a Luis XIV; mi oficio es mucho más grave que el de aquellos príncipes, y los franceses se han vuelto demasiado serios para perdonar a su soberano una relaciones ostentosas y unas amantes tituladas."

En cierto momento comunicó a Josefina que, efectivamente, había amado a la señora Duchatel, pero todo había terminado y que le agradecería le ayudara a terminar unas relaciones que estaban agotadas. No otra cosa deseaba la criolla, que prestó su colaborción de muy buen grado.

La señora Duchatel, mujer inteligente y de un desinterés admirable, comprendió perfectamente la situación, y las cosas se arreglaron a satisfacción de todos.

Por mediación de Duroc, el emperdor reclamaba a la señora Duchatel las cartas de amor que le había envido. No se opuso, muy al contrario, accedió de buen grado complacer la solicitud de su ex amante y sin hacerse de rogar ni aceptar el collar de brillantes que Napoleón le ofrecía, devolvió las cartas de inmediato. Se conformó de buen grado la señora Duchatel, aunque alguna vez, cuando los recuerdos volvían a la mente del emperador, recibía a éste en la casita de la Alameda de las Viudas, cosa que Josefina desconocía.

 

ESTEFANÍA DE BEAUHARNAIS.

Era prima del primer marido de Josefina, Alejandro de Beauharnais. Napoleón la casó con el príncipe de Baden.

Estefanía llegó por primera vez las Tullerías cuando contaba dieciséis años y el emperador la encontró hechicera. Parecía tener tan sólo catorce años, pero pronto se dió cuenta del embrujo que ejercía sobre su "tío", y más de una vez abusaba de este ascendiente.

En cierta ocasión en la que esperaban al emperador, Estefanía se sentó en presencia de las hermanas del emperador. Carolina dio orden de que la hicieran levantarse y, al llegar Napoleón a la estancia, se encontró a Estefanía llorando a moco tendido y le preguntó el motivo. El explicárselo la joven, exclamó: "¿ Sólo es por eso ?. ¡ Pues bien, siéntate sobre mis rodillas y no molestrás a nadie !

La emperatriz pronto se dio cuenta de la inclinción que su esposo sentía hacia su sobrina y los celos hicieron de nuevo su aparición. En las memorias de la señora Remusat se indica que "Napoleón, siempre el mismo, no disimuló ante su mujer su inclinación y, demasiado seguro de su poder, encontraba muy mal que el príncipe de Baden pudiera ofenderse por lo que pasaba ante sus ojos."

 

 

LA SEÑORA MATHIS.

 

Era piamontesa, rubia y muy guapa. Después del 14 de Diciembre de 1809, fecha en la que Napoleón se separó de Josefina en espera del divorcio, Paulina Bonaparte le presentó a su hermano, que se encontraba bastante deprimido, a la Señora Mathis, con la cual sostuvo una relación amorosa que duró casi hsta la víspera de su matrimonio con Maria Luisa de Austria.

Estas son las más conocidas amantes de Napoleón Bonaparte, y aunque tuvo 42 en total, las demás lo fueron de una noche o a lo sumo dos. Diferente en esto al emperador romano César Augusto que las prefería vírgenes, Napoleón deseaba que el camino estuviera trillado. Por lor visto, según decía, ya no tenía tiempo para hacer de cadete. Indiscutiblemente a la amante que más amor le demostró fue a Maria Walewska, su esposa polaca según decía, que le dio un hijo al que se le puso el nombre de León y se le concedió un título nobiliario, pero nunca fue reconocido por el emperador, seguramente porque poco después de su matrimonio con Maria Luisa de Austria nacería Napoleón II, el Aguilucho, que recibiría el título de Rey de Roma. Murió éste hijo a los 20 años en el castillo de Shoembrum en Viena.

 

 

Recojan sus apunteas.

La clase ha terminado.

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