La visita (1) por Carletto

LA VISITA (I)

Adán Genet alzó la vista del libro que estaba leyendo y miró por la ventanilla aburrido de esperar la salida del tren. Miró el trasero de unos muchachos con pantalón corto y mochila que estaban preguntando algo en el tren paralelo al suyo. Se dieron la vuelta y pudo admirar el hermoso espectáculo de sus paquetes. Se dirigieron a su vagón y Adán cruzó los dedos para que entrasen en su departamento. Al cabo de dos minutos los tenía allí riéndose y preguntándole si estaba ocupado el asiento de frente a él.

Tras la negativa de Adán, uno de ellos dejó la mochila sobre la red que estaba sobre su plaza, mientras el otro ligeramente más bajo se empinaba sobre sus zapatillas de deporte intentando dejar la suya en la red que estaba sobre la cabeza de Adán. Este, alucinó con el paquete del muchacho a escasos centímetros de sus ojos.

En breves segundos su mirada se deslizó por los poderosos muslos sin apenas vello y tuvo que cerrar los puños para no adelantar las manos y acariciar el juvenil cuerpo. En ese preciso momento arrancó el tren y el muchacho, sorprendido con los brazos en alto, sin poder agarrarse a ningún sitio, chocó contra la cara de Adán, cuya boca entreabierta recibió de muy buen grado la parte frontal del abultado pantalón. Reaccionó de inmediato y, simulando tratar de ayudarle, agarró las nalgas del muchacho en un rápido sobeteo que hizo que el chaval lo mirase directamente a los ojos durante unas décimas de segundo.

Colocados ya cada uno en su asiento, Adán fingió seguir leyendo, aunque lanzaba rápidas miradas a las entrepiernas de los chicos. El chaval más moreno se quitó las deportivas y se tumbó de medio lado aprovechando el asiento libre. Con una pierna flexionada abrió despreocupadamente los muslos y se puso a leer un comic.

Adán tragó saliva pues imaginaba el espectáculo aunque él desde su asiento no alcanzaba a verlo. Miró hacia la ventanilla sorprendido de que ya estuviese anocheciendo, y quedó paralizado por el gozo : en el cristal se reflejaba el interior del departamento y , obviamente, el chaval tumbado cuyo pantalón super corto dejaba salir por un lateral el más hermoso testículo moreno que jamás hubiese visto.Su miembro reaccionó rápidamente y comenzó a presionar su bragueta. Antes de tener tiempo de poder colocárselo disimuladamente, el rubito que estaba frente a él, estiró las piernas y apoyó los talones en el borde del asiento de Adán, preguntándole si le importaba. Naturalmente a Adán no le importó. Y tampoco le importó que con el traqueteo del vagón, las plantas de los pies del chico presionaran intermitentemente su paquete genital.

Cerrada la noche, Adán propuso apagar la luz para intentar dormir. Nadie se opuso y pronto la oscuridad llenó el departamento.

Adán repasó mentalmente las imágenes del día que acababa: el polvo inacabado con su fría esposa ; el frenesí de la jornada en su despacho de abogado; la llamada de su jefe avisándole del posible negocio millonario y las carreras de última hora para hacer la maleta , recoger el billete de tren y partir hacia un fín de semana en una finca rural que se preveía de lo más aburrido.Un viudo millonario del que apenas hacía unas horas no tenía noticia, hacia uso de sus prerrogativas de rico para hacerle trotar con su maletín lleno de documentos. Mascullando por lo bajo , Adán intentó pensar algo agradable de la jornada. Sonrió para sus adentros al recordar la cara de sorpresa del nuevo botones al ser enculado por Adán en el cuartito de la fotocopiadora. El chico no esperaba el ataque pues estaba entusiasmado follando con una secretaria ( amiga de Adán ) que se había conchavado con él para tirarse juntos al adolescente. Lo malo es que tampoco entonces había podido correrse pues llamaron a la puerta y lo tuvieron que dejar.

Un pitido del tren espabiló al joven abogado que abrió los ojos en el instante que pasaban por una estación muy iluminada. Durante breves segundos vió la mano del rubito que mansturbaba a conciencia a su despatarrado amigo moreno, a la vez que con su otra mano se pajeaba el gran pollón que asomaba por la abertura de su pantaloncito.

El abogado no esperó más y abriendo su bragueta sacó su babeante nabo que se alzó como un mástil en la oscuridad del vagón. Adán dio un respingo cuando el rubio de ojos claros agarró entre ambos pies el rabo del adulto ( se había quitado también los calcetines ) y con maestría comenzó a acariciárselo suavemente dándole de cuando en cuando un ligero apretón hasta que el chorro de semen saltó casi hasta el techo del departamento.Adán le dio las gracias y quiso agradecérselo de una forma más íntima; pero en ese momento alguien encendió la luz y una voz dijo :

Billetes , por favor.

( Continuará )

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