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Misterioso asesinato en Chueca (09)

en Grandes Series

MISTERIOSO ASESINATO EN CHUECA ( IX )

 

La declaración de Rosario es escueta. El resumen escrito por el policía es el siguiente : " Ella no sabe absolutamente nada del asesinato, salvo lo que se comentó en la finca . No tiene ni la más remota idea de cómo fueron a parar los pelos de Benedictus a la cama de la muerta, ni de los arañazos en la espalda de la difunta, ni nada de nada. El espray con el producto para aumentar la libido canina, si que es suyo. Desapareció de su casa sin saber cómo ni porqué. La noche de autos encontró a Benedictus algo pachucho, como mucho más cansado de lo habitual tras su paseo vespertino. No. Aquella tarde no lo sacó ella, sino Juanito, el hijo de la señora Dorotea. De cuando en cuando se lo dejaba pasear por los alrededores. Y ella no sabe nada, nada, nada más " .

 

Las declaraciones se acumulan sobre vuestra mesa. Desde el principio de la historia, desde el mismo instante en que sugeriste a tu Jefe que detuviesen a Dorotea y a su hijo Juanito, sientes como un pellizco en la boca del estómago, un "algo" que te dice que no obraste bien, que elegiste el terreno fácil de detener a los más indefensos, poder alardear de que la Ley actua con rapidez y eficiencia.

Casi temes comenzar a leer. No sabes si prefieres que ellos tengan algo que ver con el asesinato, para acallar tu conciencia, o que estén libres de toda culpa.

DECLARACIÓN DE DOROTEA :

"Yo soy la culpable de todo. Mi hijo, pobrecillo, no rige bien desde que se cayó de la cuna, y de eso ya va para veintiocho años. Yo fui la responsable entonces y lo soy ahora. Responsable de que mi hijo se quedase sin padre, al dejarnos abandonados cuando mi chiquitín tenía tres años. Responsable por no haberle podido pagar los colegios adecuados. Responsable de no saber buscar, pedir, solicitar esas ayudas que – según dicen – proporciona el Gobierno a manos llenas. Yo soy la culpable. Yo, yo, yo.

Mi niño me quiere mucho. Solo nos tenemos el uno al otro. Yo he tenido que ser todo para él : padre, madre, mujer ….Su única obsesión es el sexo. Lo ha sido desde que se hizo hombre, desde que el cuerpo le desarrolló ( por desgracia a una edad muy temprana) como si la naturaleza le quisiera compensar, por una parte, lo que le faltaba por la otra. Y tuve que esconderme de él. Encerrarme horas y horas, mientras él golpeaba la puerta de mi alcoba. Unas veces con los puños, otras , ni lo sé.

Con el tiempo fui adquiriendo mañas. Recordé mis años de noviazgo, allá en el pueblo, intentando contentar a mi novio sin llegar a dárselo todo. Pensé que , acariciándolo, no hacía nada malo. ¿ Qué más daba pasarle la mano por el pelo, por la cara… que por "ahí"?. A él le gustaba, y se quedaba tranquilo por un rato. ¡ Cuántos programas de la tele hemos visto sentados en el sofá!. En otras familias, en las normales, las madres aprovechan para coser, hacer punto o cositas de macramé. Yo , acariciaba a mi hijo.

Por eso le estoy tan agradecida a la Señora Iza, que consiguió que mi nene se interesase por una mujer que no fuese yo. Apenas oíamos el ruido del ascensor, ya estábamos los dos para la puerta. El , miraba embobado lo que Iza le enseñaba, dale que te pego a su cosa. Yo, esperaba tras él, con el paquete de los klinex preparado , presta a limpiar cualquier desparrame. Así un día y otro .

Hace una semana, cuando volvió la Señorita Soraya de la Clínica, la encontré bastante rara. No por su aspecto, sino por su forma de mirarnos, de hablarnos. Sobre todo a mi Juanito ¡ se lo comía con la mirada !. Antes jamás lo había hecho de esa forma, sino que lo miraba con cariño – como todos los vecinos – y con la condescendencia que se tiene con los niños ( pues él, por desgracia, lo sigue siendo ). Ahora, sin embargo, lo miraba con avidez, viendo solamente al hombre guapo que es mi hijo externamente.

Aprovechando mis ausencias de casa, fue camelándoselo y – en pocos días – lo manejaba como a una marioneta. Yo, tonta de mí, culpable de mí, solo quise ver la liberación que suponía la obsesión de Juanito por Soraya ( puesto que yo – como todos- creía a pies juntillas que aquella mujer era realmente nuestra vecina ). Y le seguí el juego haciendo todo lo que me pedía. Solo me interesaba que , ahora, Juanito estaba tranquilo, que no me acosaba con pretensiones vergonzosas. De lo demás no quería saber nada. No me importaban. No quería que me importasen.

Mi hijo me confesó, en su ingenuidad, que había robado una cosa para la supuesta Soraya : un frasquito que tenía nuestra vecina Rosario, la del pastor alemán. Era una cosa ínfima y no le quise dar mayor importancia. Juanito sacaba a pasear, de cuando en cuando, al perro de Rosario y aprovechó una de aquellas visitas para hurtar el espray.

Descubrí a mi hijo escondiendo la cuerda que uso para tender la colada en casa los días de lluvia . Pregunté para qué la quería. Dijo que para "jugar con la vecina". Me escamé, pero no dije nada. Hasta aquella tarde, la que Juanito tenía que sacar a pasear a Benedictus. Yo estaba en casa. El subió a casa de Rosario a recoger al perro. Esperé a que pasaran por el rellano , con la merienda de mi hijo preparada : un bocadillo de mortadela que siempre se comía por el parque, mientras el perro correteaba un poco. No bajaba. Esperé un rato. Me asomé a la escalera mirando hacia arriba. Nada. Subí unos cuantos escalones, luego unos cuantos más. Al final me planté en el segundo piso. La puerta de Soraya estaba entreabierta. Me pareció oir el sonido de la risa de Juanito, el jadeo especial que emite cuando está excitado. Recorrí el pasillo paso a paso…

Nunca olvidaré la imagen de aquella mujer, ofreciendo su grupa al perro enloquecido. El líquido del espray excitante chorreaba por las nalgas, por el ano de aquella odalisca que se ofrecía en sacrificio a la cimitarra enrojecida del can. Las zarpas de Benedictus sajaban la piel blanquísima desde los hombros hasta la cintura. Y el perro fornicaba con la mujer, una y otra vez, hasta límites insoportables. Quise llevarme de allí a Juanito, pero él se resistió. Hasta tal punto que me dio un empujón y caí cuan larga era . Desde el suelo miré hacia arriba. El perro yacía arrollado sobre sí mismo , hecho una bola arriba de la colcha, exhausto. La mujer cruzó su mirada conmigo y comenzó a barbotar cosas horribles, todas las intimidades que le había arrancado a Juanito , nuestros pequeños secretillos, esas cosas que cada familia tiene guardadas para sí misma. Y me comunicó su intención de seguir "jugando"; pero esta vez con mi hijo y de una forma muy especial. Tuve que plegarme a sus deseos. Quería que la atase con la cuerda de la colada, y la até. La dejé patiabierta, como una res a punto de despellejar. Y mi hijo, mi Juanito, casi rebuznando a mi lado, con la verga babeante como la de un garañón, como la de un semental que quiere montar a la hembra.

La mujer lo azuzaba, le susurraba frases soeces, para engarabitarlo, llamándolo a voces para que la montase. Juanito subió a la cama enloquecido, casi echando espuma por la boca. Era el primer coito de su vida, la primera hembra que iba a poseer. Y … no sabía como hacerlo. Tuve que ejercer de mamporrera, meter la mano bajo el vientre de mi hijo, agarrar su verga – tan conocida para mí – y dirigirla al hoyo humeante de la ninfómana.

Dos , tres, cuatro. Hasta cinco veces eyaculó mi Juanito dentro de aquella mujer, sobre aquella mujer, alrededor de aquella mujer. Ella no le iba a la zaga, y – orgasmo tras orgasmo – llegó hasta el punto de perder el conocimiento.

Aprovechando el cansancio de Juanito, pude llevármelos de allí. A él y al pobre perro, que gemía por lo bajo . Devolví Benedictus a Rosario y marchamos para casa.

Mi Juanito se acostó enseguida. Tras un sueño reparador, a las tres de la madrugada se levantó creyendo que eran las tres de mediodía, queriendo acudir a su cita con Iza. Le oí levantarse y también lo hice yo. Cuando estaba intentando convencerlo para que se acostase, vimos bajar a Soraya, llorando y apoyada en un chico pelirrojo. Estaba totalmente cambiada. No se parecía, en absoluto, a la mujer que habíamos dejado atada a la cama unas horas antes. "

 

Piensa, Iza, piensa. De momento las declaraciones van encajando. Ya sabemos la razón de los arañazos, del esperma, del espray y de los pelos de perro. También sabemos el motivo inicial de que estuviese atado el cadáver : un simple juego erótico. Pero ¿ nos cuenta toda la verdad Dorotea?.

 

La declaración de Roger la tiene el Comisario Sánchez. Duda si debe dejártela leer. Insistes. Te las arreglas para extorsionarle de alguna forma, para obligarle a que su amigo asuma la parte de culpa que pueda tener. Porque, finalmente, tu Jefe te ha confesado que tiene una cierta amistad con Don Mariano Ambidiestro de Altacuna y Bajacama, alias "Roger". Los dos pertenecen a la misma asociación de familias católicas. Los dos son probos e intachables padres de familia. Por suerte no han ningún interés mercenario por medio, ni presiones de ningún tipo, salvo las que quiso ejercer por su cuenta y riesgo el propio Comisario cuando dedujo el nombre real del inquilino que tenía un "picadero" en la finca. La sorpresa se la llevó al conocer el sexo de las parejas a las que "picaba".

 

DECLARACIÓN DE ROGER ( DON MARIANO AMBIDIESTRO ) :

"Soy consciente de que aparento ser el sospechoso número uno. Tengo todas las papeletas como asesino idóneo, ya que mis motivaciones – a simple vista – resultan obvias : mi posición social, mi familia, no aguantarían hacer frente a un chantaje de las características del que había preparado la mujer muerta. En cualquier novelucha, en una de tantas películas de serie "B", yo sería el "malo" ideal, el asesino hipócrita , vicioso y frío, que mata sin reparos para defender su imagen, para mantener a buen recaudo esa vida pública que peligra por un tonto desliz.

Pues no, señores policías. Esa no es la realidad. Por lo menos no es "mi" realidad. Porque , a mí, esa vida social me importa un rábano. Y les contaré porqué.

Desde muy pequeño , en cuanto tuve consciencia de mi sexualidad, experimenté una atracción espectacular por los penes de los otros chicos. Durante unos años fantaseé con aquella sensación extraña, excitante, que me producían las personas de mi mismo sexo. Tuve algunos encuentros esporádicos, acogotado por el miedo, por la sensación de culpa. Luego, de golpe, a raíz de un asunto del que fui testigo en un campamento del Frente de Juventudes, me obligué a mi mismo a ir por otros derroteros, a dejar muy guardados en lo más profundo del oscuro armario de mi alma, esas veleidades homosexuales. Me puse de novio con una chica buena, guapa y de mi misma posición social. Y comenzamos a tener hijos. Todo era perfecto. O casi perfecto.

¿Cómo volví a las andadas ?. Pues … ni me acuerdo. Será que la cabra tira al monte, y que lo que está escrito… escrito está. Simplemente me aparté ligeramente del camino que me había marcado, y , a las primeras de cambio me encontré mamando pollas de todos los colores y tamaños. Tuve accesos de pánico, de arrepentimiento. Luego volví a las andadas una y otra vez. Hasta que conocí a Paco, de sobrenombre "Pililón".

Con este chico, medio golfo, baqueteado por la vida, harto de vender su cuerpo al mejor postor, encontré algo que no tenía con mi familia ( a pesar de quererlos mucho ), ni con mis encuentros sexuales previo pago. Este chico, este chapero, me proporcionó la paz de espíritu, la sensación de amistad, de cariño, de plenitud como persona. Porque con él podía mostrarme como realmente era yo, sin dobleces, sin fingimientos, sin tener que aparentar lo que no era. Con el añadido de 25 cms. de carne espléndida que sabía utilizar maravillosamente, todo hay que decirlo.

Entré en crisis y lo dejamos estar por una temporada. Poco después ya estaba otra vez desesperado, hasta tal punto … que se lo conté a mi mujer. Ella, que a aquéllas alturas ya estaba hartita de criar hijos , y el sexo le importaba un pimiento ( la verdad es que nunca había sido muy fogosa ), fue muy comprensiva y me dio carta blanca para que hiciese lo que me viniese en gana.

Volví corriendo con Pililón. En un paquete llevaba el consolador que me había regalado él unas navidades, réplica exacta de su pene y con su inicial grabada. Mi idea era alquilar un piso e irme a vivir con él, dejando absolutamente todo lo demás. El chico me dijo que ni hablar. Yo tenía que seguir con mi vida, con mi familia y mis hijos, mi trabajo y todo lo demás. El sería mi "reposo del guerrero" . Mi premio al final de la dura jornada. Discutimos. Incluso le dije la loca idea que había tenido : aprovechando la inminente aprobación de los matrimonios gays, me divorciaría de mi mujer para casarme con él en cuanto se aprobase la Ley. Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero me dijo que nones. El sabía que , si hacía eso, mi vida habría acabado. Me defenestrarían de todas las sociedades en las que era consejero. Para mis hijos sería un baldón , una vergüenza , una ignominia. ¿ Qué cara podría poner mi mujer, mi buena, mi comprensiva, mi excelente mujer, ante todas sus amistades del Círculo Recreativo y demás círculos en los que era asidua?. ¿ Se merecía semejante "premio" por haber hecho la vista gorda, por haberme dejado vivir la vida a mi manera?. No, no, no y mil veces no. Debíamos seguir tal y como estábamos. El sería mi querido, el "otro", el que jamás llevaría un anillo con una fecha por dentro. Y no se hablaba más del tema.

Acepté a regañadientes. La hipocresía me repugnaba. Toda mi vida fingiendo, y , ahora, que veía la posibilidad de vivir normalmente, haciendo frente al mundo si es que hacía falta… no me dejaban.

Pililón, como prueba de fuego de mi convencimiento, me pidió una última cosa : debía de asistir a la manifestación que se había orquestado en Madrid en contra del matrimonio gay. ¡ Eso nunca ! – le dije hecho un basilisco- ¿ cómo podía pedirme eso, precisamente él ?. Me tapó la boca con lo único que podía tapármela, callé y degusté.

Para comprobar que cumplía lo prometido, grabó la manifestación. Allí estaba yo, en primera fila, haciendo de tripas corazón, con las manos engarfiadas en la pancarta que hubiese pisoteado con mucho gusto.

Días después , fuimos de visita a casa de Soraya. Estaba a punto de irse a la clínica para hacerse la operación definitiva de cambio de sexo. Estuvimos juntos, riéndonos los tres, mirando el video en el que Paco había grabado "mi" manifestación. Tomamos café y , por último, le regalamos de común acuerdo el consolador de Pililón. Yo tenía ahora el original, y no me hacían ninguna falta sucedáneos. Allí quedaron las dos cosas : el video y el consolador.

Hace una semana, tras volver de un discreto viaje al que habíamos ido mi chico y yo, llamaron al móvil que tengo exclusivamente para mi vida "B". Era una mujer. Me habló rápidamente de la cinta de video y de otras cosas que sabía de mí. Le dije que me importaba un pimiento, y que no le iba a dar ni un euro. Colgué y llamé a Pililón. Cuando le dije que me había llamado alguien diciendo que era Soraya, y haciéndome chantaje, no se lo quería creer. Aquella noche estuvimos haciendo planes. Yo, le quise hacer ver que siempre estaríamos bajo la espada de Damocles mientras llevase una doble vida. Casi lo convencí. A primeras horas de la madrugada subimos al piso de Soraya. Llevaba el dinero exigido por la mujer. Una vez allí, nos encontramos un cadáver atado y con un pañuelo dentro de la boca. Pililón, mientras salíamos a todo correr, me dijo que aquella no era Soraya, sino su hermana Sonia, que estaba como una puta cabra. Y ya no sabemos nada más, salvo que nos hicieron venir anoche a la comisaría . "

Esto es alucinante, querida Iza. Tienes tan mala suerte que , si compras un circo, te crecen los enanos. ¡ Pero si no te está quedando un mal sospechoso que llevarte a la boca!..Como siga esto así, tendrás que echarle la culpa al que salga de "pinto , pinto, gorgorito…".

En fin. Ya queda menos.

 

 

Carletto.

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