OCULTAS
Abrázame , una vez más, amada mía, antes de irte. ¿ No ves que mis pechos ansían los tuyos , que los echan de menos, y todavía estás aquí ?.
Mis pezones te añoran, insaciables de tus caricias. Mis ojos lloran , ya, la pérdida de tu imagen, queriendo retenerte eternamente en su retina.
Amada mía. No te olvides de ponerte la alianza. No quisiera que por mí tuvieses otra bronca. Mi hermano es muy celoso, y puede creer que tienes un amante.
¿Recuerdas aquél tiempo, en que fuimos tan felices?. Solas tu y yo. Retozando a todas horas, libres como el viento. Tan calientes como perras. Revolcando nuestros cuerpos, elevando nuestras almas. Disfrutando del amor que, nunca más , disfrutamos a nuestras anchas.
Y fingíamos sentir la ausencia de mi hermano , ante mi madre . ¡ Pobrecilla!. No sabía que , cada carta postergando su regreso, era un gozo para ambas. Ahogábamos nuestra culpa en la almohada, sorbiendo nuestros sexos, contando con los dedos pringosos de flujo los días que nos quedaban.
Cierro los ojos, y te recuerdo vestida de blanco, toda luz y candor. No te había visto antes. Mi mirada prendió bajo tus tules y aunque quise ya no pude desprenderme de ella. Y, al besarte, llamándote "hermana", mis labios se rozaron con los tuyos. Nos miramos, sonrientes, aplastando nuestros senos palpitantes. Y , un temblor de seismo rondó por mi entrepierna. Y tú te alejaste, entre azahares y sonrisas, entre arroces y enhorabuenas.
Después, vino la guerra. La bendita guerra, que nos hizo convivir bajo el mismo techo. Compartiendo mesa y cama.
Y, mis manos, se hicieron más audaces. Y probé , contigo, lo que antes no sabía que deseaba tanto. Y te abriste a mis manos , y yo a las tuyas. Y no quedó recoveco, en nuestros cuerpos, sin besar. Y las lenguas hablaron por nosotras, sin pronunciar una palabra.
Comprábamos el periódico, temiendo el final de la guerra. El cartero nos daba pavor, por si anunciaba permisos de soldados. Y, cada retraso, era un grito de júbilo que celebrábamos en carnal coyunda. A tanto llegamos con nuestros excesos, que comenzó a notarse en nuestros rostros. Mamá temió por nuestra salud, y lo achacó a la añoranza por el esposo y el hermano.
Pero, todo acaba . Y, a pesar de nuestros ruegos, tu esposo no murió en la reyerta. Y volvió, herido y malhumorado. A poseerte como un cerdo. A gruñir , sobre tu vientre, como un macho encelado. Y yo, llorando en el pasillo. Lágrimas de fuego, quemando mis mejillas. Esperando los instantes post-coitum , cuando salías unos instantes hacia el baño. Resoplábamos , como lobas asustadas, pringando mis dedos con el semen de mi hermano. Y lamía de tus labios, aún sangrantes. Y lavaba tu sexo con mis manos
¿Cuántos años hace?. Ni lo recuerdo. Aquello pasó. Fue un Paraíso. El Infierno lo tenemos día a día. Ocultas a los ojos que nos miran. Que oyen campanas , y no saben donde. Mi hermano te atosiga con sus celos. Sabe que hay alguien, lo intuye, lo huele. Me dices que rastrea por tu cuerpo. Que busca aromas a tabaco, a esperma, a sudor viril Solo encuentra perfumes y perfumes. Eso nos salva.
¡ Qué difícil, fingir en tu presencia!. En las Fiestas familiares, sentadas muy juntitas. Mirando al tendido, enhebrando conversaciones sin sentido. Ocultas bajo el mantel, nuestras manos escarbando nuestros sexos. Nuestras piernas , frotándose las sedas. Sin querer mirarnos, temiendo delatar nuestro secreto.
En las horas de placer, ocultas siempre, nos trenzamos cual serpientes enceladas. Nada hay , que no sepa, de tu cuerpo. Y tú , el mío, lo conoces lengua a lengua, dedo a dedo. Pero el nuestro, no es amor de superficie. Es oscuro, a pesar de nuestro brillo. Reverbera el candelabro en tu mirada. Encendidas seis velas, menos una, que enarbolo en tu pelambre enmarañada. Gimes, sofocada, elevando tus riñones, con las uñas rasgando la almohada. Y, al soplar, con tu aliento y con mi orgasmo, apagamos la luz que nos quedaba.
Siempre ocultas. Esperando .
Carletto.