EL TANGA NEGRO
Celia y Ramón eran un matrimonio de mediana edad que estaban pasando por una crisis ( como tantos otros ) . Ella pensaba que era él quién ya no la miraba con el deseo de antaño. El estaba harto de sus bragas de algodón de cuello vuelto y de sus sostenes de mercadillo, amén de la apatía con que lo recibía las veces que ( siempre de tarde en tarde ) él la buscaba. Y el caso es que Celia, a pesar de sus cuarenta y tantos , se conservaba bastante bien. A decir verdad incluso mejor que otras casaditas más jóvenes. Los pechos los tenía de adolescente ( al no tener mucha pechuga , se le habían conservado bien puestos a pesar de los tres embarazos y sus correspondientes crianzas de los mamoncillos ). Su cintura seguía estrecha ( con un poco de barriguita ). Quizá adoleciese de pistoleras ; pero como las había tenido toda la vida eso no contaba. Lo mejor, sin ninguna duda, era su culo : grande sin llegar a enorme, de los de tipo pera de agua, blanco como el alma de un recién nacido, respingón de los que hacen volverse disimuladamente a los hombres una vez ha pasado. A su coño sólo le hacía falta hablar : de labios sonrosados y jugosos, siempre sonriente, como su dueña. Y una rareza con la que la Madre Naturaleza había premiado el buén corazón de Celia : de ingles para abajo no tenía absolutamente ni un solo pelo. Jamás se había tenido que depilar. Las moscas patinaban en sus pantorrillas por no tener ni el más mísero vello donde apoyarse.
Sin embargo, Ramón no sabía apreciar lo que tenía en casa. Y no es que no admitiese que Celia estaba buena : es que le daba rabia la poca importancia que ella le concedía al sexo y , en particular, a su arreglo personal. Celia creía que con llevar el chocho bien lavado y las bragas limpias , su marido ya debía creer que convivía con una odalisca. Y así fue por largos años ; pero, por desgracia, Ramón ya había dejado atrás la cuarentena y necesitaba algo más que una esposa muy higienizada : necesitaba que entrara en su vida el MORBO.
Un viernes en que Celia estaba especialmente deprimida, comentó con una amiga muy intima lo que le ocurría. Estaban ante el puesto del mercadillo donde un señor marroquí tenía el reclamo de "Las bragas y sostenes más BARATAS de todo el mercado ", que era donde solía comprar Celia sus exquisiteces interiores ( era muy ahorrativa, tirando a tacaña en lo que se refería a lujos estrafalarios e innecesarios ). Su amiga, que estaba separada e iba conociendo algo más a los hombres, cayó enseguida en la cuenta de lo que realmente ocurría. Hizo que Celia dejase ipso-facto las bragotas que estaba mirando a contraluz y , cogiéndola de un brazo, la arrastró hacia uno de los establecimientos permanentes de ropa íntima para señora que había en el pueblo. La dependienta , muy extrañada de ver por allí a Celia, les dijo que no quería loteria de los clavarios de la Virgen, pues tenía una sobrina que era de la Fiesta. La sacó rápidamente del error la amiga de Celia y le ordenó que atiborrase el mostrador de las existencias más "chic" más " in" y más caras que tuviese. Celia la oía horrorizada, apretando convulsivamente el monedero bajo su sobaco derecho.
Y un mundo nuevo y maravilloso apareció ante sus ojos : blondas, satenes, chantillis, sedas y encajes de todo el mundo mundial. Sostenes transparentes. Minúsculas braguitas de encaje de bolillos. Tangas de todos los colores y tamaños a cual más apetitoso a la vista, al tacto y casi al gusto
El sábado por la noche Ramón se extrañó de que la cena fuese tan especial. Todo eran platos frios, muy elaborados, con canapés , frivolidades y cava. Se imaginó que su mujer le iba a pedir algo del tipo : " Mi madre vendrá la semana que viene para quedarse tres meses" Pero la petición no llegó a formularse.
Ella se retiró unos minutos antes que él para entrar en el baño. Ramón se acostó dudando en entrar primero en Internet y hacerse una paja. Pero estaba tan aburrido que le dio pereza enchufar el P.C.
Rascándose una nalga por debajo del calzoncillo, Ramón entró en el dormitorio buscando con la mirada el mando a distancia de la T.V. Se despatarró sobre la cama ( sabía que a ella le daba mucha rabia ) y miró con indiferencia al que contaba los chistes en Noche de Fiesta.
Y apareció Celia, algo tímida sobre sus zapatos de tacón alto de cuando hizo la Primera Comunión su último chiquillo. Se había cepillado su melenita corta, a mechas naturalmente, y maquillado ligeramente sus ojos, pómulos y labios. Sus pequeños senos los había recogido en un sujetador casi inexistente, que los levantaba lo justo para ofrecerlos al consumidor. Los pezones, perfectamente visibles asomando por el borde , parecían las naricitas de dos recién nacidos. La mirada de Ramón siguió bajando, casi cayéndose en la profundidad del ombligo que antes estaba tapado totalmente por las monjiles bragas. Y comenzó lo bueno : un tanga de blonda negra, en forma de V muy pronunciada, dejaba al descubierto casi totalmente el vello del pubis ( que su amiga esteticién había depilado con esmero ) , y se dejaba intuir la sonrisa vertical de sus labios mayores.
Celia se dio la vuelta, coqueta, para mostrar a su alucinado esposo la parte posterior. No había parte posterior : una minúscula cinta de seda se introducía justo por el medio de las dos semi-esferas nacaradas como marcando las dos partes exactas de un campo de batalla.
La medias negras con ligueros a juego eran el toque final .
Y no acabó allí la cosa. Entre pícara y ruborosa, Celia cogíó a Ramón de la mano y lo llevó al baño. Allí lo hizo sentarse en el bidet burbujeante de agua templada y , agachándose junto a él, metió la mano bajo el agua acariciando con su palma el ano y los testículos de su esposo. Con unas gotas de gel íntimo, hizo brotar la espuma y lavó a su marido desde el ombligo hasta la rabadilla, pasando por el velludo pubis, la polla, testículos , escroto y ano. Y, como una avanzadilla de lo que estaba dispuesta a hacer, introdujo unos centímetros ( ayudada por el gel ) su dedo índice en el esfínter virginal de su Ramón, cuya polla dio tal brinco hacia arriba que unas gotas de espuma cayeron sobre el rostro de Celia.
Cogiéndolo del sobresaliente nabo, lo llevó con paso cadencioso hasta el borde de la cama. Se sentó Celia atrayendo a su marido por las caderas y , tras hacer titilar su lengua sobre el enrojecido glande, procedió a besar milímetro a milímetro los 17 cms. de su machote ( aunque para ella era como el cañón de Navarone ). Prosiguió con la caricia anal del recto de Ramón, tras haber hundido su índice en un tarro de vaselina que había comprado para el evento, mientras tragaba hasta la epiglotis el otrora olvidado pijo. Encontrado el botón prostático y masajeado sutilmente, Ramón no pudo más y le imploró que quería pasar a la zona activa. Se tendió pues, Celia, de espaldas sobre la cama, con las piernas colgando y los pies apoyados en el suelo. Se arrodilló su enamorado en la alfombra ante ella y levantándole amorosamente las pantorrillas, se las flexionó sobre los muslos y éstos sobre el pecho por lo que el tanga negro quedó ceñido como una segunda piel sobre el monte de Venus de su esposa. Ramón apartó hacia un lado el tanga dejando a la vista y ofrecido el más hermoso potorro que imaginarse pueda. Palpitaba la boquita interna sin haberse siquiera acercado a ella el excitado Ramón. Sacó, pues , el marido su sabia lengua haciendo el vuelo de la mariposa sobre el erguido clítoris de Celia .Los bostezos de los labios menores fueron in-crescendo hasta convertirse en auténticas boqueadas de atún fuera del agua.
No acabó allí la cosa pues Ramón, inspirado, metió la mano en su cajón de la mesita de noche y a palpas encontró lo que buscaba : la funda del puro de la boda de su sobrino. Lo ensalivó totalmente y mojando la punta en el pote de la vaselina cogió un extremo de la funda del puro entre sus labios y , colocando la punta lubricada justo en el orificio vaginal, presionó levemente para que entrase con suavidad hasta que sus labios chocaron con el vello del pubis de Celia y su nariz frotó con un ligero vaivén el clítoris femenino. Como tenía las manos libres, Ramón las fue subiendo por el cuerpo de ella hasta agarrar los globos de sus senos . Los acarició morosamente y , pinzando los pezones entre los dedos pulgar y corazón de cada mano, los rotó ligeramente a la vez que arreció con el meti-saca de la funda del puro en la vagina picoteando con la punta de la nariz el botón clitoridiano. Segundos después Celia tuvo el mayor orgasmo múltiple contabilizado entre aquellas cuatro paredes.Apenas finalizado el mismo, Ramón apartó la funda del puro y, con la premura del que sabe que se viene, se metió en lo mas hondo de su santa esposa y, dando gracias al Cielo por haberse hecho la vasectomía al nacer el más pequeño, se corrió con más potencia que un recién casado.
Ramón se sintió muy satisfecho. Y Celia no digamos .