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Historias de una aldea (3)

en Grandes Relatos

HISTORIAS DE UNA ALDEA – III-

La barriga de la mujer es enorme, prácticamente en las últimas semanas de gestación. Pero el hombre no atiende a ruegos ni razones. La quiere a cuatro patas y lo consigue a base de bofetones. Hinca su verga entre los labios vaginales, ya muy hinchados , y deja que su rijosidad actúe por él. En el afán por penetrarla , por ahondar lo más posible , se deja caer sobre ella, haciendo que pierda el equilibrio y caiga de bruces sollozando. La aplasta con su peso sin dejar de mover la pelvis en sus movimientos de penetración. Al estar la mujer algo dilatada, la bestia no encuentra todo el placer esperado. Saca el miembro amoratado de la vagina dolorida y, de un solo golpe, ensarta su hierro candente en el ano de su esposa. La mujer llora mansamente. Siente el escarnio de ser un simple agujero para su marido, un pozo donde arrojar sus mocos espesos y blancuzcos. Por el rabillo del ojo, cuajado en lágrimas, adivina dos bultos acurrucados en un rincón : sus dos hijos mayores que miran con odio hacia su padre ebrio, roncando ya con la verga flaccida, sucia de heces y sangre.

Los gritos de la parturienta desgarran las últimas brumas del amanecer. Marina parpadea sobresaltada por el aullido infrahumano. Minutos después alguien golpea la puerta . La mujer abandona la lectura y abre. Dos niños, churretosos y harapientos, muertos de miedo por lo que dejaron en casa, quieren que vaya con ellos. Ella pregunta por la vieja Irina. No la han encontrado, solo les queda ella para ayudarles.

Varias horas después, derrengada, la buhonera vuelve a casa . El bebé se ha salvado, pero la madre ha muerto. En la herrería se oye el repiqueto de los martillos sobre el yunque. Marina prepara los ingredientes para guisar el pote. Cuando termina, le falta tiempo para sentarse junto a la ventana, siguiendo con avidez la lectura del segundo legajo .

 

"Gorka, lejos de su tierra, ha comenzado a evolucionar poco a poco. Lo han dejado solo , abandonado a su suerte. Bajo pena de muerte , no puede volver a la llanura donde acampa su tribu, muy cerca del mar, salvo que envíe el Rey a buscarle. Cosa que no ha ocurrido en varios años.

Su cuerpo se ha endurecido. Sus músculos de jovencito imberbe , se han ido transformando, tomando volumen y desarrollándose casi espectacularmente. Gorka acostumbra a levantar piedras, a correr hasta caer agotado, a trepar por laderas abruptas y nadar en lagos de frías aguas. Su piel , del color de la miel oscura, le da un aspecto muy fuera de lo común, con sus largos cabellos lisos aclarados por el sol y el agua. Sus extraños ojos azules, frios como el hielo, resaltan de lo moreno de su tez como dos piedras preciosas.

En las largas noches invernales, embozado bajo sus pieles de animales, recuerda a su madre – muerta al nacer sus hermanas - , a su padre el Rey Godon , a sus pobres hermanitas sacrificadas en el funeral de su padre… y a Gayo y su esposa Messina. Y con el recuerdo de estos dos últimos, en contra de su voluntad, una sensación de asco y deseo le embarga los sentidos. Por la mañana, tras debatirse en un maremágnum de sueños eróticos, se encuentra los genitales húmedos, con un semen espeso que lo encalabrina de rabia. Sale dando gritos, espantando a su pobre caballo, para rebozarse en la nieve en polvo, queriendo eliminar de su cuerpo las huellas de su deshonor.

Han pasado cinco inviernos. Al llegar el sexto verano , Gorka sale- una vez más - en busca de nuevos alimentos, preparándose para otro otoño. De un certero flechazo ha abatido una presa. Al intentar recogerla, ha encontrado a una alimaña que se la quiere arrebatar. La lucha ha sido a brazo partido, dándose mutuas dentelladas. Ha vencido el humano, y su grito de victoria ha resonado en el eco de las montañas.

El paraje por el que deambula Gorka, con la calina golpeando su cabeza, el polvo resecando su garganta y la sangre propia y ajena goteando por sus brazos desnudos, es un tanto extraño. Los pájaros no se escuchan, ni el más mínimo chirriar de los insectos veraniegos resuenan en la estepa. Hasta las pisadas del caballo suenan como más amortiguadas, como con sordina. El sudor quema los fríos ojos del guerrero, chorreando por sus hermosas facciones .

Durante unos instantes, el sopor hace que Gorka quede dormido sobre su cabalgadura. De repente, una serpiente culebreando por mitad del camino, ha espantando al caballo, que se encabrita tirando al suelo a su jinete. Casi sin saber cómo, Gorka se encuentra con la espada en la mano, segando de un certero tajo la cabeza de la sierpe, que se ha vuelto hacia él para plantarle cara.

Allí cerca, atado en un escuálido arbolito, un rocín pasta tranquilamente. Más allá, un carromato adornado con telas chillonas , le informa que es propiedad de unos saltimbanquis.

Unas risas , casi infantiles, le hacen silenciar al caballo con un violento tirón al bocado , ya ensangrentado. Sus oídos se aguzan y, sin envainar la espada, se acerca – sigiloso- hacia donde provienen las voces. Tras unas altas matas de adelfas, observa una escena que se desarrolla – lujuriosa, dentro de su candidez – ante sus ojos :

A la orilla de un fresco riachuelo, triscan dos jovencitos – muy parecidos- tirándose agua el uno al otro. La muchacha es una niña espléndida, de larguísimos cabellos rubios, trenzados con flores de las que crecen a la vera del camino. Sus pequeños senos brillan con las gotas de agua que chorrean por su pezones como cuentas de cristal. Tiene un cuerpo de ninfa, apenas redondeado con las hechuras de una mujercita. Su pubis, del mismo color que su cabello, aunque ligeramente más oscuro y rizado, llama poderosamente la atención del guerrero, que siente una súbita erección en su verga. El muchacho, casi un duplicado de la jovencita, lleva el pelo por los hombros, y su incipiente musculatura da a entender que – dentro de poco – será un hermoso y viril joven. Sobre su vientre – mojado – un ligero rastro de vello se pierde en un pubis ya boscoso, del que pende un miembro semi-erecto. A estas partes pudendas es donde dirige la muchachita, entre histéricas carcajadas, sus zarpazos de agua cristalina.

Aguantando el chaparrón de agua, el muchacho puede agarrar a la mocita, cayendo los dos al musgoso suelo, rodando por el barro hasta que él, más fuerte , la puede dominar y quedar – tendido- sobre ella.

Gorka mira , silencioso, la escena, acariciándose la entrepierna sin atreverse a intervenir.

Callan las risas de la pareja. Ahora se miran profundamente a los ojos. El, sin dejar de sujetar los brazos de la muchacha, acerca sus labios a los de ella, que lo recibe con los ojos cerrados. Desde su escondite, Gorka ve al trasluz el pene del muchacho, endureciéndose al frotarse contra el monte de Venus de su hermana. La penetración es inminente. Unos segundos más, y el miembro del chico estará alojado en la tierna, en la virginal vagina…

Un dolor intensísimo estalla en la nuca del guerrero, a la par que una súbita negrura le oscurece la mente…

Gorka despierta con un fuerte dolor de cabeza. Los músculos de los brazos le lanzan señales de alarma. Al abrir los ojos, se encuentra – totalmente desnudo – atado en forma de aspa en el centro de un mísero habitáculo. Bajo su espalda y sus nalgas, una brazada de paja hace de colchón.

Una música melodiosa, cantada a dos voces, le llega desde el exterior. Entran los dos hermanos, tan desnudos como Gorka. El muchacho lleva en las manos un cuenco humeante, a la vez que la chica machaca en un mortero de piedra unas hierbas aromáticas. Se colocan en cuclillas a ambos lados de él. La muchacha termina de machacar las hierbas y , acto seguido, las mezcla con el agua tibia del cuenco. Un perfume intenso llena la estancia, a la vez que el agua cristalina se transforma en jabonosa. El chico, empapa un trapo en el líquido y , sin mirar a Gorka a la cara, comienza a frotar la mugre del cuerpo del guerrero. Lo mismo hace la chica. En unos minutos, la costra de sangre y barro ha ido dejando paso a la bronceada piel del hombre, enrojecida por los frotamientos inmisericordes de ambos gemelos.

La muchacha, cuando acaban de limpiar el cuerpo, se monta a horcajadas sobre el torso de Gorka, dejándole su sexo entreabierto a pocos centímetros de los ojos incrédulos del hombre. Procede a limpiarle la cara, por el mismo método expeditivo de frotar sin miramientos. El joven tiene que cerrar los ojos, al sentirlos llenos de agua jabonosa. Intenta abrirlos enseguida, para seguir observando la maravilla de la virginal vagina.

Gorka nota su pene al límite de la erección. Intenta acercar los labios al femenino sexo, pero le es imposible debido a sus ataduras. Una sensación placentera le quema la entrepierna. Nota un contacto húmedo y acariciante, una succión golosa que lo lleva a la cúspide de un orgasmo imparable.

En este momento la muchacha lo descabalga, dejando, ante la atónita mirada del guerrero, la visión del muchacho acariciando a boca plena su miembro. Gorka intenta retener la eyaculación, pero aquello es imposible de detener . La verga late sin cesar, hasta que vuelca, en la receptiva boca del efebo, su carga de semen acumulado.

La risa de los hermanos hiere los oídos del macho engañado.

Gorka nota la sangre agolpándose en su rostro. Rumia mil planes de venganza cuando, de repente, una silueta oculta la luz que entra por la puerta. El guerrero parpadea, intentando ver – desde el suelo – de quién se trata. Cuando el visitante se pone de perfil, queda claro que se trata de una enorme mujerona, de grandes pechos y sucísimos cabellos. Es una virago en cuyo rostro sombrea una barba incipiente. Al ver el desnudo cuerpo del hombre, lanza una risotada, a la par que le muestra una onda de las utilizadas por los pastores. Gorka comprende de donde le ha venido el golpe que lo ha dejado inconsciente unas horas antes.

La mujer – pues mujer es , según indican sus prominentes senos y los colgantes labios de su entrepierna, se acerca al prisionero y, agachándose junto a él, procede a agarrarle por la virilidad, aún húmeda de la reciente eyaculación. Sus manos desprenden una energía tal, que , Gorka, nota de inmediato – y en contra de su voluntad – como su verga se endereza con presteza.

Conseguida la dureza necesaria, la mujer se empala en el pene del guerrero, metiéndolo casi hasta sus profundidades uterinas. Conforme cabalga al hombre, la mujerona desliza una mano entre las nalgas de Gorka, buscando con un dedo la entrada del ano masculino. Otra vez, sin poderlo remediar, el macho siente que su cuerpo responde a la caricia, dilatándose sin su consentimiento. La mujer, detectando la abertura requerida, baja de su sitial y – elevando las nalgas de Gorka con sus fuertes manos – comienza a restregar su pubis contra la puerta trasera del vencido guerrero. El joven comienza a tener sudores fríos al sentir un trozo duro de carne intentando penetrarlo. La virago, dueña de un clítoris de excepcionales dimensiones, está dispuesta – y lo está consiguiendo – a encular a Gorka.

Protestas , súplicas, insultos del soldado. Todo es en vano. El pequeño pene de la mujer , entra hasta el final en el cuerpo de Gorka. El no siente dolor físico; pero la vergüenza, el deshonor, clama venganza desde lo más profundo de su ser.

Los dos jovencitos, que miran divertidos la escena, deciden tomar parte en la misma. La chiquilla caza al vuelo el erecto aparato de Gorka, y tras vencer la suave resistencia de su himen, se autopenetra con el cabeceante falo del guerrero. Mientras, su hermano, se sienta sobre el torso del soldado, acercando su erguido sexo al rostro del prisionero. Las voces de los dos hermanos se elevan en un cántico hermosísimo, en el que la pureza de la voz del muchacho , destaca por encima de la de su hermana.

Gorka siente que la rabia lo ahoga. La mujerona penetrando su trasero, la chiquilla fornicándolo a su antojo ,y , además, aquél efebo, queriendo ampliar su deshonor pretendiendo que mantenga con él sexo oral. Por los frios ojos del guerrero relampaguea la ira. Por su mente, fugaces, pasan imágenes de su niñez, siempre huyendo de las pretensiones incestuosas de su hermano Gayo. Gorka abre la boca al máximo, fingiendo claudicar y recibir en ella el sexo ajeno. Primero aloja hasta su garganta el balano casi infantil, para – después – acoger a boca plena los testículos casi imberbes. Cuando los tiene dentro, ahogando las arcadas que le producen los vellos, cierra las mandíbulas, con tal fuerza, que la bolsa escrotal se desprende ante su violento tirón, dejando cercenados los testículos del muchacho. El bellísimo cántico queda transformado en agónico grito. El chico, ciego de dolor, coge la cabeza de Gorka , golpeándolo repetidas veces contra el suelo. Antes de desmayarse, el guerrero puede darse cuenta de que, en el momento de la amputación, se ha corrido en voluptuosos espasmos, llenando a la muchacha con su ardiente semen.

Muchas horas después, los guerreros lo encuentran desvanecido. De los muchachos y la mujer, no queda ni rastro.

El Rey Gayo necesita de sus servicios. Libre del destierro, Gorka asume su nuevo papel de guerrero a las órdenes de su rey ".

***

Tras zamparse un plato rebosante de pote gallego, Tarsicio da un tremendo regüeldo. Ruanillo, aunque no ha podido oírlo, sí que ha recibido – en plena cara- el efluvio del erupto. Los dos hombres simulan reñir mientras Marina prepara una infusión de tomillo.

Antes de que los herreros vuelvan al trabajo, el matrimonio conversa ante la taza humeante endulzada con anís. Corre el rumor de que han encontrado a Don Pascual, el Párroco, colgado del campanario. Nadie sabe la razón.

Por la campiña, ajenos a la lluvia que los empapa, Pedro y Elvira cabalgan desnudos sobre una yegua blanca. La muchachita, sentada sobre los muslos de su primo, dándole la cara, siente el placer correteando por su entrepierna. El glande del muchacho, apenas apoyado sobre el pubis virginal, se roza - a cada paso que da la montura – con el clítoris hipersensible de la chiquilla. Elvira abraza la espalda de su primo, aplastando su delicado torso contra el torax masculino. Sus rubios tirabuzones, deshechos por la lluvia, cuelgan sobre sus hombros dándole el aspecto de una Lady Godiva jovencísima. En uno de los saltos que da la yegua, Pedro da un gemido y eyacula sobre el terso vientre de la adolescente, dejándole un reguero tan blanco como la espuma que brota de los belfos del animal.

Marina friega los platos y piensa. Barre la casa y piensa. Lava las sábanas almidonadas de esperma y piensa. Piensa que está loca por volver a sentarse y seguir leyendo el tercer legajo.

Carletto.

Mas de Carletto

El Gaiterillo

Gioconda

Crónicas desesperadas.- Tres colillas de cigarro

Pum, pum, pum

La virgen

Tras los visillos

Nicolasa

Gitanillas

Madame Zelle (09: Pupila de la Aurora - Final)

Madame Zelle (08: La Furia de los Dioses)

Bananas

Madame Zelle (07: El licor de la vida)

Madame Zelle (06: Adios a la Concubina)

Madame Zelle (05: La Fuente de Jade)

Tres cuentos crueles

Madame Zelle (04: El Largo Viaje)

Madame Zelle (02: El Burdel Flotante)

Madame Zelle (03: Bajo los cerezos en flor)

Madame Zelle (01: La aldea de yunnan)

La Piedad

Don Juan, Don Juan...

Mirándote

Aventuras de Macarena

Cositas... y cosotas

La turista

La Sed

La Casa de la Seda

Cloe en menfis

La Despedida

Gatos de callejón

Cables Cruzados

Obsesión

Carne de Puerto

Tomatina

Regina

Quizá...

Hombre maduro, busca ...

¡No me hagas callar !

Cloe la Egipcia

Se rompió el cántaro

La gula

Ojos negros

La finca idílica (recopilación del autor)

Misterioso asesinato en Chueca (10 - Final)

Misterioso asesinato en Chueca (09)

Misterioso asesinato en Chueca (8)

Misterioso asesinato en Chueca (7)

Misterioso asesinato en Chueca (6)

Misterioso asesinato en Chueca (3)

Misterioso asesinato en Chueca (4)

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Diente por Diente

Tus pelotas

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Doña Rosita sigue entera

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El Cantar de la Afrenta de Corpes

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Mente prodigiosa

Historias de una aldea (7: Capítulo Final)

Profumo di Donna

Historias de una aldea (6)

Los Cortos de Carletto: ¡Hambre!

Historias de una aldea (5)

Un buen fín de semana

Historias de una aldea (2)

Historias de una aldea (1)

¡ Vivan L@s Novi@s !

Bocas

Machos

No es lo mismo ...

Moderneces

Rosa, Verde y Amarillo

La Tía

Iniciación

Pegado a tí

Los Cortos de Carletto: Principios Inamovibles

Reflejos

La Víctima

Goloso

Los cortos de Carletto: Anticonceptivos Vaticanos

Memorias de una putilla arrastrada (Final)

Memorias de una putilla arrastrada (10)

Dos rombos

Ahora

Café, té y polvorones

Cloe (12: La venganza - 4) Final

Cloe (10: La venganza - 2)

Cloe (11: La venganza - 3)

Los Cortos de Carletto: Amiga

Los Cortos de Carletto: Tus Tetas

Memorias de una putilla arrastrada (9)

Los Cortos de Carletto: Carta desde mi cama.

Memorias de una putilla arrastrada (8)

Memorias de una putilla arrastrada (7)

Cloe (9: La venganza - 1)

Memorias de una putilla arrastrada (6)

Memorias de una putilla arrastrada (4)

Memorias de una putilla arrastrada (5)

Los Cortos de Carletto: Confesión

Memorias de una putilla arrastrada (3)

Memorias de una putilla arrastrada (1)

Memorias de una putilla arrastrada (2)

Los Cortos de Carletto: Blanco Satén

Frígida

Bocetos

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Niña buena, pero buena, buena de verdad

Ocultas

Niña Buena

Los Cortos de Carletto: Roces

Moteros

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Entre naranjos

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Los Cortos de Carletto: Hija de Puta

La Finca Idílica (8: Carmen, la Cortesana)

La Finca Idílica (6: Clop, Clop, Clop)

La Finca Idílica (7: Senos y Cosenos)

La Finca Idílica (5: Quesos y Besos)

La Finca Idílica (4: La Odalisca Desdentada)

La Finca Idílica: (3: Misi, misi, misi)

La Finca Idílica (2: El cuñado virginal)

Cloe (5: La Dueña del Lupanar)

Los Cortos de Carletto: Sóplame, mi amor

La Finca Idílica (1: Las Amigas)

Los Cortos de Carletto: Gemidos

Los Cortos de Carletto: La Insistencia

El hetero incorruptible o El perro del Hortelano

Morbo (3: Otoño I)

Los Cortos de Carletto: Disciplina fallida

Los Cortos de Carletto: Diagnóstico Precoz

Los Cortos de Carletto: Amantes en Jerusalem

Los Cortos de Carletto: Genética

Morbo (2: Verano)

Los Cortos de Carletto: La flema inglesa

Morbo (1: Primavera)

Los Cortos de Carletto: Cuarentena

Los Cortos de Carletto: Paquita

Los Cortos de Carletto: El Cuadro

Don de Lenguas

Los cortos de Carletto: El extraño pájaro

Los cortos de Carletto: El baile

Locura (9 - Capítulo Final)

La Vergüenza

Locura (8)

Locura (7)

Locura (5)

El ascensor

Locura (6)

Vegetales

Costras

Locura (4)

Locura (3)

Locura (2)

Negocios

Locura (1)

Sensualidad

Bromuro

Adúltera

Segadores

Madre

Cunnilingus

La Promesa

Cloe (4: La bacanal romana)

Sexo barato

Nadie

Bus-Stop

Mis Recuerdos (3)

Ritos de Iniciación

La amazona

Mis Recuerdos (2)

Caricias

La petición de mano

Mis Recuerdos (1)

Diario de un semental

Carmencita de Viaje

Solterona

Macarena (4: Noche de Mayo)

El secreto de Carmencita

La Pícara Carmencita

La Puta

Macarena (3: El tributo de los donceles)

Costumbres Ancestrales

Cloe (3: El eunuco del Harén)

Macarena (2: Derecho de Pernada)

Cloe (2: La Prostituta Sagrada)

La Muñeca

Soledad

Cloe (1: Danzarina de Isis)

El Balneario

Escrúpulos

Macarena

La tomatina

Dialogo entre lesbos y priapo

Novici@ (2)

Catador de almejas

Antagonistas

Fiestas de Verano

Huerto bien regado

El chaval del armario: Sorpresa, sorpresa

Guardando el luto

Transformación

El tanga negro

Diario de una ninfómana

Descubriendo a papá

La visita (4)

La visita (2)

La visita (1)