miprimita.com

El secreto de Carmencita

en Amor filial

EL SECRETO DE CARMENCITA

Carmencita no puede dormir. Hace demasiada calor. Nota las gotas de sudor bajando por su cuello, deslizándose por sus tetillas, arrastrándose por su liso abdomen y cayendo una a una en el foso del ombligo, hasta que éste rebosa y siguen hasta perderse en su pubis, ya poblado de tupido vello. Durante el verano – que ya está en las últimas – su cuerpo impúber ha despertado en un estallido de nuevas formas, sensualidad a flor de piel, vellosidades en sus puntos más recónditos, jugos maravillosos donde antes no había más que sequedad infantil. Su vagina arde bajo la presión de las monjiles bragas de algodón. Se libera de ellas con un gesto rápido, sacándolas de sus muslos y pantorrillas zanquilargos de adolescente que ha dado el estirón.

La deliciosa muchachita se da la vuelta en la cama, colocándose panza abajo, restregando su chochito contra la ardiente sábana. De repente, un ligero ruido pone sus orejas en alerta : parece que viene de la habitación de al lado, donde duerme – o intenta dormir – su hermana Graciela. Se levanta intentando no hacer ruido y asoma la nariz por la puerta entreabierta. Carmencita mira sin ver dentro de la habitación. Pronto se acostumbran sus ojos a la oscuridad y su corazón late más fuerte al vislumbrar los cuerpos que riñen sobre la cama. Están enzarzados en una pelea incruenta . Su hermana, blanca como un lirio, de tetas cremosas que brincan sin cesar mientras cabalga a su novio Beto, el pelirrojo pelo suelto sobre la mórbida espalda, las ancas opulentas ligeramente entreabiertas para dar cabida en el suculento coño la polla de su bienamado albañil. El engarfia las callosas manos intentando cazar al vuelo el tetamen saltarín, gozando al conseguirlo y celebrándolo con un suave pellizco en cada pezón.

Desmonta de pronto la amazona y haciendo un giro de 360 grados coloca su vulva al alcance de la boca de Beto que, sin perder ripio , lanza un bocado y coge con los labios el delicioso higo de su novia. Ella, despatarrada sobre la cara de él , se inclina anhelante y con su mano marfilina enclaustra el miembro viril en su cárcel digital, masajeándolo suavemente, descapullándolo hasta hacer visible el rosado champiñón del glande. Abre la boca Graciela y acerca la lengua al grueso vástago, lamiendo con pasadas rápidas alrededor del balano. Sigue bajando sinuosa hasta llegar a los repletos testículos y mete uno de ellos en la boca paladeándolo dulcemente. Vuelven a subir los labios por el tronco viril hasta que enfunda toda la polla en su húmeda boca…

Carmencita se apoya en el quicio de la puerta, con las piernas temblando de excitación. El bombeo de su corazón ha bajado hasta su clítoris, que late ahora con ritmo cardíaco y, durante unos segundos tiene in-mente la idea de abalanzarse sobre la pareja. Con gran esfuerzo, aparta la mirada del perfecto sesenta y nueve en que están sumergidos los novios y vuelve a su habitación.

El calor es insoportable. Oye a su madre trastear en la cocina, fregoteando la vajilla usada en la comida de mediodía. Baja la niña con idea de darle convesación y , de paso, para ver si se le rebaja la calentura pensando en otra cosa ; pero su gozo queda en un pozo al oir la voz ronca de su padre diciéndole algo a su mujer, que protesta sin mucha convicción. Carmencita observa la escena sin ser vista. La mujer, inclinada sobre el fregadero, con un plato en una mano y el estropajo en otra. La espuma le chorrea hasta el codo . Su marido le ha levantado la combinación negra hasta las caderas y , apartándole el borde de la braga , está intentando calzarle el palpitante nabo que torpea en la entrada. Ella se lo impide presionando los músculos vaginales ; pero él intenta convencerla y , para ello , le ha sacado los pechos fuera de la combinación y los amasa estirando los pezones gruesos y oscuros, mientras con la otra mano busca en las profundidades delanteras de las bragas de algodón hasta que encuentra la fórmula mágica para el " Abrete Sésamo ". Y funciona la fórmula , pues Carmencita ve desaparecer en un instante el rugoso miembro paterno hasta lo más hondo de la vagina rendida sin condiciones. Le suben los colores y le bajan los calores a la niña. Otra vez está que trina su coño iniciado en la Pascua Florida. Se vuelve como una loba buscando quién se lo apacigüe . De repente oye a lo lejos un ligero campanilleo : es su tio, el inválido.

Corre la muchacha, pretendiendo ser servicial, pero con una idea perversa en su mente calenturienta. Entra en la habitación sumida en la fresca penumbra de la planta baja. Sobre la mesita de noche parpadea la tenue luz de una lamparilla. Sobre la cama el doliente cuerpo de su tío agita la campanilla que el Párroco del Pueblo le trajo ex profeso desde Lourdes, junto con la estatuilla de una Virgen llena de agua milagrosa. Pero pocos milagros se podían hacer con aquél cuerpo lleno de desesperación. Un accidente de carretera, iba ya para cinco años, le había dejado sin piernas , ciego y mudo. De nada le sirvió su hermoso rostro de angel, ni su cuerpo digno de un dios griego : el destino lo condenó y él estaba purgando – no se sabe qué pecados – a perpetuidad.

La adolescente contempla absorta lo que queda del hermoso cuerpo de su tío. Sabe que está llamando para que alguien le ponga la botella en la que poder orinar. Se acerca a la cama y con suaves susurros calma al enfermo y le quita la campanilla de las manos. Luego coge el utensilio ideado para que los varones puedan mear acostados en la cama y lo acerca al bajo vientre del hombre, apartando la sábana que cubre su desnudez. Entre los muslos, cercenados un poco más arriba de las rodillas, pende una polla gruesa aún en estado de flaccidez. La recorren venas azules que destacan como tensos cordeles. Desde el abdomen, un ancho camino de vellos baja hasta el poblado pubis. Su tórax, amplio, también ligeramente velludo, está coronado por dos pezones oscuros. El hombre , haciendo un esfuerzo, se pone de lado para facilitar la labor. Carmencita sujeta con cariño el pene y lo introduce unos centímetros dentro del cuello de la botella. Con un suspiro de satisfacción, el enfermo suelta su carga líquida que restalla humeante dentro del recipiente. Luego , vuelve a su posición inicial. La muchacha retira el orinal y coge lo necesario para el aseo del cuerpo tendido. Pasa suavemente toallitas humedecidas por la frente, las mejillas, el cuello sudoroso, los pezones que se endurecen con el contacto refrescante. Se demora en el abdomen, girando en círculos cuyo punto concéntrico es el ombligo. Para el pubis y el pene usa un gel especial, que genera abundante espuma . Aquí usa la yema de los dedos , masajeando el negro vello desde el pubis a los testículos. Luego enjabona el miembro dormido, le retira el prepucio y lo limpia meticulosamente. Finalmente enjuaga la zona eliminando todo rastro de jabón. Termina de pasar las toallitas por los muslos , que aún conservan los músculos de su pasado de ciclista . Para los muñones reserva la gracilidad infinita de sus dotes innatos de enfermera. Tanto quiere al enfermo, sólo por el hecho de ser enfermo, que deposita sendos besos, ligerísimos, frescos como la espuma del mar, en las heridas aún frescas, aún sufrientes de las cercenadas piernas.

Sigue con la ascensión y sus labios musitan plegarias de amor a los inertes muslos, hasta que su boca está a unos centímetros del sexo. Lo observa de cerca, con curiosidad. Ahora está blando, tranquilo ; pero ella sabe recientes mañas que pueden transformarlo en una bestia insaciable. Le echa el aliento y se rie por lo bajini cuando responden los testículos retrayéndose sobre sí mismos. Prueba a lamer el glande por el que asoma una gota de dubitativo semen. Lugo, abriendo la boca, toma con sus labios la punta de la polla y la guarda apoyándola contra su paladar. Sigue chupando hasta que, poco a poco, el filial príapo se va engrosando hasta que casi no cabe en su boca. . Casi no puede respirar, pero aprende sobre la marcha nuevas técnicas respiratorias para poder engullir todo el miembro, como sea. Mientras, ella se masturba suavemente contra las borlas que adornan el cubrecama. Nota la mano de su tio posada sobre su cabeza, sin saber a quién agradecer el placer que está recibiendo, el primero en muchísimo tiempo. Levanta la mirada Carmencita, sin abandonar el objeto de sus caricias. El tío enrolla los dedos en el cabello de la niña, atrayéndola hacia sí. Repta la muchacha sobre el musculoso cuerpo, hasta quedar sentada sobre su estómago. La boca del hombre se abre para recibir la lengua de su sobrina. Luego, la hace sentarse más hacia delante, justo sobre sus tetillas, con los muslos de Carmencita a ambos lados de su pecho. Ella adelanta el vientre para que su monte de Venus entre en contacto con la ansiosa boca , que lo espera con la lengua sacada un palmo, queriendo contactar lo antes posible con la almejita sudorosa. La muchacha restriega su concha por la boca, por la nariz, por el alma de su tío, que no sabe a qué santo misericordioso agradecer aquella bendición. Carmencita sin querer privarle de ningún placer, moja un dedito de su mano en su lasciva saliva y , buscando a tientas tras de sí, escarba entre las nalgas casi llagadas del enfermo hasta que encuentra el conducto universal del placer y la ignominia. Lo ensarta con amor infinito hasta que la dureza de la estaca fálica le avisa que ya está preparada para atravesarle su corazón de vampira entrándole por el coño. Pega dos brinquitos con su ágil cuerpo de ninfa y , al tercero , cae con prodigiosa puntería sobre la punta de la jugosa banana. Entra la fruta humana por los conductos establecidos por los bienpensantes y allí se queda por largos minutos ; pero no inerte, sino pulsante, viva, juguetona, alegre, feliz …

Se corre la niña al percatarse del gorgoteo agónico que pugna por salir de las cuerdas vocales de su tío. El tremendo orgasmo del inválido deja bien claro que no tiene piernas pero sí cojones. Y muchos, a juzgar por las olas de semen que salen del coñito de Carmencita con cada pálpito de su concha al correrse.

Queda abrazada ella sobre el cuerpo de su tío, notando el bum-bum del corazón treintañero. El mismo sonido le transmite el glande allá en lo hondo de su vagina.

Desmonta la niña de su caballito y le acerca a los labios un zumo refrescante. Le restaña una gota que cae de la comisura de los labios con un lametón de gatita. Luego , vuelve a sus cuarteles de invierno tratando de revivir el ariete moribundo. Pero el muy truhán sólo estaba fingiendo y , nada más lo chupó la niña, se irguió como un rayo quedando cimbreante cual cobra hindú. Ella tenía el capricho de probar sus propios jugos, y se deleitó con el sabor marinero que su molusco había dejado en el filial nabo.

Montó otra vez la muchachita con ánimo de desagraviar al enfermo por tantos años de hambruna sexual. No le podía ofrecer la virginidad del himen ; pero todavía conservaba- al igual que muchas mujeres y algunos hombres- la virginidad posterior, la oscura, la angosta, la más preciada por ciertos entendidos. Y se la ofreció. Y él la aceptó sin rubor. Tan contento el pobrecillo.

Con vocación de samaritana , ofreció a los dioses los sufrimientos iniciales ( condición sine qua non para ser penetrada/o por la retaguardia ) que su chiquitísimo ano debía de pasar. El tío, recordando viejos tiempos, desenterró de su memoria antigüos conocimientos que lo hicieron deseable para muchas y, antes de enterrar su palo mayor en el hoyo dispuesto, jugueteó previamente con sus dedos torpones hasta que consiguió una dilatación medianamente pasable. Por si acaso, ella hizo sonar el arpa de su clítoris hasta que una deliciosa melodía le puso el ánimo para tragar lo que fuese. Se aprovechó el cipotón y le atravesó el ánimo de dos estocadas, pegando la niña tal aullido que su madre le gritó desde la cocina :

Carmencita : ¿ Le estás dando a tu tio lo que necesita ¿

Sí, mamá. Se lo estoy dando todo.

Qué feliz fue su tío ( dentro de lo que cabe ) desde entonces. Y , para siempre, tuvo Carmencita su secreto. El secreto de dar a manos ( o lo que fuese ) llenas a los más necesitados.

Mas de Carletto

El Gaiterillo

Gioconda

Crónicas desesperadas.- Tres colillas de cigarro

Pum, pum, pum

La virgen

Tras los visillos

Nicolasa

Gitanillas

Madame Zelle (09: Pupila de la Aurora - Final)

Madame Zelle (08: La Furia de los Dioses)

Bananas

Madame Zelle (07: El licor de la vida)

Madame Zelle (06: Adios a la Concubina)

Madame Zelle (05: La Fuente de Jade)

Tres cuentos crueles

Madame Zelle (04: El Largo Viaje)

Madame Zelle (02: El Burdel Flotante)

Madame Zelle (03: Bajo los cerezos en flor)

Madame Zelle (01: La aldea de yunnan)

La Piedad

Don Juan, Don Juan...

Mirándote

Aventuras de Macarena

Cositas... y cosotas

La turista

La Sed

La Casa de la Seda

Cloe en menfis

La Despedida

Gatos de callejón

Obsesión

Cables Cruzados

Carne de Puerto

Tomatina

Quizá...

Regina

Hombre maduro, busca ...

¡No me hagas callar !

Cloe la Egipcia

Se rompió el cántaro

La gula

Ojos negros

La finca idílica (recopilación del autor)

Misterioso asesinato en Chueca (10 - Final)

Misterioso asesinato en Chueca (09)

Misterioso asesinato en Chueca (8)

Misterioso asesinato en Chueca (7)

Misterioso asesinato en Chueca (6)

Misterioso asesinato en Chueca (4)

Misterioso asesinato en Chueca (3)

Misterioso asesinato en Chueca (2)

Misterioso asesinato en Chueca (1)

Diente por Diente

Tus pelotas

Mi pequeña Lily

Doña Rosita sigue entera

Escalando las alturas

El Cantar de la Afrenta de Corpes

Dos

Mente prodigiosa

Historias de una aldea (7: Capítulo Final)

Profumo di Donna

Los Cortos de Carletto: ¡Hambre!

Historias de una aldea (6)

Historias de una aldea (5)

Historias de una aldea (3)

Un buen fín de semana

Historias de una aldea (2)

Historias de una aldea (1)

¡ Vivan L@s Novi@s !

Bocas

Machos

No es lo mismo ...

Moderneces

Rosa, Verde y Amarillo

La Tía

Iniciación

Pegado a tí

Los Cortos de Carletto: Principios Inamovibles

Reflejos

La Víctima

Goloso

Los cortos de Carletto: Anticonceptivos Vaticanos

Memorias de una putilla arrastrada (Final)

Dos rombos

Memorias de una putilla arrastrada (10)

Ahora

Cloe (12: La venganza - 4) Final

Café, té y polvorones

Los Cortos de Carletto: Tus Tetas

Cloe (10: La venganza - 2)

Los Cortos de Carletto: Amiga

Cloe (11: La venganza - 3)

Memorias de una putilla arrastrada (9)

Los Cortos de Carletto: Carta desde mi cama.

Memorias de una putilla arrastrada (8)

Memorias de una putilla arrastrada (7)

Cloe (9: La venganza - 1)

Memorias de una putilla arrastrada (6)

Memorias de una putilla arrastrada (5)

Memorias de una putilla arrastrada (4)

Los Cortos de Carletto: Confesión

Memorias de una putilla arrastrada (1)

Memorias de una putilla arrastrada (3)

Memorias de una putilla arrastrada (2)

Los Cortos de Carletto: Blanco Satén

Frígida

Bocetos

Los Cortos de Carletto: Loca

Niña buena, pero buena, buena de verdad

Ocultas

Niña Buena

Los Cortos de Carletto: Roces

Moteros

Los Cortos de Carletto: Sospecha

Entre naranjos

La Finca Idílica (13: Noche de San Silvestre)

Los Cortos de Carletto: Sabores

Los Cortos de Carletto: Globos

Los Cortos de Carletto: Amantes

Los Cortos de Carletto: El Sesenta y nueve

La Mansión de Sodoma (2: Balanceos y otros Meneos)

Ejercicio 2 - Las apariencias engañan: Juan &In;és

Los Cortos de Carletto: Extraños en un tren

Los Cortos de Carletto: Falos

Los Cortos de Carletto: Sí, quiero

Caperucita moja

Los Cortos de Carletto: El caco silencioso

La Mansión de Sodoma (1: Bestias, gerontes y...)

Cien Relatos en busca de Lector

Cloe (8: Los Trabajos de Cloe)

La Finca Idílica (12: Sorpresa, Sorpresa)

Mascaras

Los Cortos de Carletto: Siluetas

Cloe (7: Las Gemelas de Menfis) (2)

Los Cortos de Carletto : Maternidad dudosa

Cloe (6: Las Gemelas de Menfis) (1)

La Sirena

Los Cortos de Carletto: Acoso

La Finca Idílica (11: Love Story)

Los Cortos de Carletto: Niño Raro

Los Cortos de Carletto: Luna de Pasión

La Finca Idílica (10: La mujer perfecta)

La Finca Idílica (9: Pajas)

Los Cortos de Carletto: Ven aquí, mi amor

Los Cortos de Carletto: Muñequita Negra

Los Cortos de Carletto: Hija de Puta

La Finca Idílica (8: Carmen, la Cortesana)

La Finca Idílica (6: Clop, Clop, Clop)

La Finca Idílica (7: Senos y Cosenos)

La Finca Idílica (5: Quesos y Besos)

La Finca Idílica (4: La Odalisca Desdentada)

La Finca Idílica: (3: Misi, misi, misi)

La Finca Idílica (2: El cuñado virginal)

Cloe (5: La Dueña del Lupanar)

Los Cortos de Carletto: Sóplame, mi amor

La Finca Idílica (1: Las Amigas)

Los Cortos de Carletto: Gemidos

Los Cortos de Carletto: La Insistencia

El hetero incorruptible o El perro del Hortelano

Morbo (3: Otoño I)

Los Cortos de Carletto: Disciplina fallida

Los Cortos de Carletto: Diagnóstico Precoz

Los Cortos de Carletto: Amantes en Jerusalem

Los Cortos de Carletto: Genética

Morbo (2: Verano)

Los Cortos de Carletto: La flema inglesa

Morbo (1: Primavera)

Los Cortos de Carletto: Cuarentena

Los Cortos de Carletto: Paquita

Los Cortos de Carletto: El Cuadro

Don de Lenguas

Los cortos de Carletto: El extraño pájaro

Los cortos de Carletto: El baile

Locura (9 - Capítulo Final)

La Vergüenza

Locura (8)

Locura (7)

Locura (5)

El ascensor

Locura (6)

Vegetales

Costras

Locura (4)

Locura (3)

Locura (2)

Negocios

Locura (1)

Sensualidad

Bromuro

Adúltera

Segadores

Madre

Sexo barato

La Promesa

Cloe (4: La bacanal romana)

Cunnilingus

Nadie

Bus-Stop

Mis Recuerdos (3)

Ritos de Iniciación

La amazona

Mis Recuerdos (2)

Caricias

La petición de mano

Mis Recuerdos (1)

Diario de un semental

Solterona

Carmencita de Viaje

Macarena (4: Noche de Mayo)

La Pícara Carmencita

La Puta

Macarena (3: El tributo de los donceles)

Costumbres Ancestrales

Cloe (3: El eunuco del Harén)

Macarena (2: Derecho de Pernada)

La Muñeca

Cloe (2: La Prostituta Sagrada)

Soledad

Cloe (1: Danzarina de Isis)

El Balneario

Escrúpulos

Macarena

La tomatina

Dialogo entre lesbos y priapo

Novici@ (2)

Catador de almejas

Antagonistas

Fiestas de Verano

Huerto bien regado

El chaval del armario: Sorpresa, sorpresa

Guardando el luto

Transformación

El tanga negro

Diario de una ninfómana

Descubriendo a papá

La visita (4)

La visita (2)

La visita (1)