LOS CORTOS DE CARLETTO : " EL BAILE"
El chulín era forastero. Llegó por la tarde, en su moto nuevecita. Se repeinó mirándose en el escaparate de la confitería. Luego, con paso elástico, cruzó la calle hasta el Salón de Baile. Se sabía guapo. Eso , se notaba a la legua. Muy satisfecho de sí mismo. Con su chaqueta de cuero a la última moda. Y con aquellos vaqueros, tan ajustados como una segunda piel. En la fila de las entradas, se rascó varias veces el frontal del pantalón, para hacerlo patente a quién no se hubiese dado cuenta. Las chicas lo miraban de refilón, entre risitas, dándose codazos unas a otras. Sacó el paquete de rubio americano, encendiéndolo con un ojo cerrado, mientras daba una profunda calada. La fila avanzaba rápidamente. Sacó su entrada, mientras lanzaba miradas alrededor, calibrando la calidad del género.
Dentro, los músicos alternaban canciones lentas con otras más rápidas, más modernas. Cuando sonaban las rápidas, todas las chicas acudían al centro de la pista, como locas, haciendo crujir el almidón de sus enaguas, chasqueando los dedos, moviendo las caderas, cantando en un inglés macarrónico que no entendían- las canciones que aullaban los del conjunto local ( ellos, tampoco entendían lo que cantaban ).
Algunas chicas, aprovechaban la visita al WC para quitarse el sujetador, antes de que sonaran las lentas, por si las sacaba a bailar aquel chico que les gustaba tanto
Volvían las romanzas italianas. Las luces se atenuaban. Cuatro parejitas quedaban en el centro de la pista, las mejillas pegadas, los vientres ansiosos de frotarse ( sin atreverse del todo ). Junto a las paredes del Salón, se apoyaban las muchachas. Unas en parejas, otras en grupitos. Todas con sus coca-colas, sus zumos, sus gaseosas en la mano. Sorbiendo de las pajitas, sintiéndose muy sofisticadas. Los chicos planeaban como gavilanes, de grupo en grupo, haciendo la eterna pregunta. Algunos tenían suerte, y eran acompañados, hasta el centro de la pista, por una muchacha tan excitada y temblorosa como ellos. Otros, nada. A seguir la ronda. A recoger la cosecha de calabazas dominical.
El guapete forastero tenía su modus operandi . Miraba las muchachas expuestas, sin prisas, eligiendo, desechando. Miraba las curvas, la blancura de las pieles, el brillo de los largos cabellos En un rincón, una hermosa chica espantaba a los moscones, negándose una y otra vez a bailar. Se notaba su astío. Tenía hasta pereza de contestar a la eterna pregunta. Acostumbrada a ser deseada, asediada, codiciada
El chaval fue acercándose lentamente, como un pistolero, sabiendo que jamás era rechazado. La muchacha fingía no verle, charlando con una amiga, triste, fea y miope, que le sujetaba a la otra su rebeca rosa , para que nada estorbase la buena presencia de la guapa.
Llegó el galán junto a la diva. La conversación fue breve, pero substanciosa. Ambos sabían sus papeles. Cada cual se sujetaba al guión, sin aceptar ni por lo más remoto que las frases fuesen distintas a las esperadas.
¿ Bailas ¿ - preguntó el galancete ( por preguntar, pues ya sabía la respuesta ).
¡ No ¡ - dijo la diva, masticando la "n" .
¿ Y eso ¿ - pudo articular el infeliz, con los palos del sombrajo tirados por el suelo.
ESO ( dijo la divilla, ligeramente nerviosa ). ¡¡ ESO, es mi amiga, y tan poco baila ¡!.
Carletto