TRES CUENTOS CRUELES
1er.CUENTO:
Carlitos no era lelo, no señor. Podría tachársele de pueblerino, de acomplejado, de fantasioso, de tener una visión del mundo algo distinta de los demás... Incluso de empeñarse en vivir en un universo paralelo, totalmente utópico, donde todas las gentes fuesen buenas y amables. En fín : que no se enteraba el muchacho. De eso sí que se le podía tachar.
Su madre desapareció con las alas sedosas de su velo de viuda aleteando sobre las mejillas lacrimosas, y Carlitos quedó en el Internado, todavía oliendo al incienso de la misa de aniversario de su padre.Era el mes de enero, y en aquella Ciudad del Norte con nombre de fiera selvática , lejos, lejísimos , de su blanco pueblo mediterráneo, hacía un frío que se las pelaba. El y su maleta. Su maleta y él. Allí, en un patio inmenso , sin padre ni madre ni perrito que le ladrase . El cielo gris plomizo auguraba algo que Carlitos nunca había visto : nieve. Un copo se desprendió de una nube y bajó danzarín hasta la punta de la napia chata del niño. Su rostro, convertido en un poema a la felicidad, llamó la atención a alguien. Alguien que se lanzó raudo, veloz y feroz contra aquel papanatillas boquiabierto y ¡¡ ZAS!!, le estampó una hostia en la pálida cara aterida de frío.
Huyó el cobarde, tras dejar su "mensaje", sin decir ni "buenas ni malas", ocultándose entre el tropel de colegiales que atestaban el patio.
Tras los primeros segundos quiso reaccionar el ofendido Carlitos, pero no había nada que hacer. Corrió tras el otro, pero todos los chiquillos le parecieron iguales: todos corrían y todos parecían reirse de él.
Por la noche, en la cama extraña, el lagrimón que había pugnado por salir durante todo el día humedeció su almohada. Y Carlitos se durmió pensando qué cojones le había hecho a aquel niño, tan huérfano como él, tan solo como él, para incitarlo a un ataque sin sentido.
***
2º CUENTO:
A los pocos días de llegar Don Carlos al pueblo, alguien le pegó un cantazo en el colodrillo. ¿Porqué?. No lo supo en ese momento.
Vio pasar a un hombre con boina, y pensó :
- Debe haber sido porque se han enfadado al no llevar yo boina.
Y, como no quería problemas, se compró una boina que se le hundía hasta las cejas. Pero parece ser que no era por eso, porque al doblar una esquina, le atizaron con un canto rodado que le dejó un chichón que era idéntico a un huevo de paloma. La boina quedó abandonada en el suelo, y Don Carlos corrió a mercarse un sombrero de los llamados "panamá" que, dicho sea de paso, le sentaba muy requetebién.
Ufano con su sombrerito, iba Don Carlos saludando a diestro y siniestro ( tenía un trato muy afable) ... hasta que le endiñaron un ladrillazo que salió desde una obra próxima.
Tras pasar por el Ambulatorio y recibir unos cuantos puntos de sutura, el empecinado Don Carlos fue a la Caja de Ahorros y firmó un reintegro por varios cientos de euros. El sombrerero, al despedirse de él estaba convencido que el tal Don Carlos se había quedado medio tarumba de tanto recibir golpes en el "coco", pero se deshizo en reverencias y le acompañó hasta la puerta contentísimo. ¡ Cómo no iba a estarlo, si le había vendido casi todas sus existencias sombreriles!.
Los más viejos del lugar jamás habían visto cosa igual. Aquél forastero desfilaba por la Calle Mayor luciendo mil y un modelitos de cubre-cabezas. Igual llevaba un sombrero de copa , alto y de color negro brillante, que un sombrero cordobés, plano y aterciopelado. También llevó sombreros de paja, de los que llevan los rústicos para faenar por el campo, sombreros flexibles, de cuero y de tela... ¡ Sólo le faltó ponerse una pamela atada bajo la barbilla, con unos cuantos floripondios haciendo juego con su corbata!.
Lo verdaderamente triste era que, cada vez que asomaba la jeta a la calle, llevase lo que llevase cubriendo su occipuccio, un objeto contundente ( piedra, ladrillo, rodamiento de acero... e incluso alguna que otra llave inglesa ) aparecía volando por el sitio menos pensado y acababa tirando el sombrero al suelo, dejando - de paso - el consiguiente chichón en la cabeza y en el alma del pobre Don Carlos.
Y por las noches, conversando con su almohada, Don Carlos se restañaba el lagrimón devanándose los sesos al pensar que cojones le había hecho él al malasombre tirasombreros ... para que le tuviese tanta tirria.
3er. CUENTO :
Carletto descubrió aquella página de relatos de internet por casualidad. Leyó y leyó y leyó... hasta que se decidió a escribir.
Al principio escribió con vergüenza, sintiéndose fuera de lugar. Luego se fue animando al recibir algún que otro estímulo ( que él no tomó en serio, puesto que había leido mucho en su vida y sabía de buena tinta que su sapiencia no daba para mucho). De todas formas se ilusionó con ir contando historietas, a su forma y manera, sin grandes pretensiones y sin querer - en absoluto-ponerse a la altura de quienes escribían desde mucho antes que él. Tampoco le gustaba imitar a nadie y pensaba que :"Con que me lean cuatro gatos ya tengo el "ego" por las nubes".
Iba tan campante el tal Carletto, sin meterse con nadie y con la pretensión dicha anteriormente, cuando-sin saber de donde- le pegaron un cantazo en el colodrillo , digo, un "terrible", en las valoraciones. Asumió que era porque no escribía lo que les gustaba a una mayoría, y calló. Pero un día pensó : ¿ y si escribo algo que sea más del gusto de ese que me pega los cantazos?. Y probó. Y le pegaron un ladrillazo. Y cambió de tercio. Y le cascaron con una piedra del rio. Y escribió cosas de risa, y de folleteo, y de llorar, y de amor rosa,verde y amarillo. Y los chichones que no paraban. Si se ponía sublime : cantazo que te crió. Si se ponía salvaje y abominable : idem de lo mismo. Y entonces ...
Carlitos, Don Carlos y Carletto llegaron a la conclusión de que cuando un cobarde medio zurritonto la toma contigo... ya puedes hacerte el simpático y el niño bueno, ya puedes cambiar de sombrero para agradar al público , o escribir de todas las categorías que existan... la bofetada, el ladrillazo o el "terrible" te lo tienen que endiñar caiga quien caiga, y la única solución es a) Salirte del Internado.
b) Irte a vivir a otro pueblo.
c) Cerrar los dedos pulgar, índice, anular y meñique ( de la mano derecha ) dejando el CORAZÓN bien levantado.
Carletto.