LOS CORTOS DE CARLETTO : AMIGA
Querida amiga : Hace tiempo, mucho tiempo, que debía haberte dicho esto. Pero, ya sabes. Las personas somos egoístas. Vivimos el día a día casi sin darnos cuenta de los que nos rodean. Los apreciamos muchas veces en proporción a lo que nos pueden facilitar, intentando sobrevivir por encima de todo, incluso dejando a derecha e izquierda a aquellos que ya no nos sirven.
Tú, amiga, eres un claro exponente de lo que digo.
Busco en mi memoria , tratando de recordar nuestro primer encuentro. Queriendo recrear el instante en que te conocí, en que te tuve por primera vez. En otras palabras : en que te usé.
Porque, debo admitir, nuestra relación se ha basado en un egoismo infecto por parte mía, sin tener en cuenta para nada tus sentimientos o tus apetencias.
Podrás decir en mi descargo que , entonces, yo era muy joven. Que contigo tuve el despertar al sexo. Que , a ti, fue a quién primero acaricié, a quien besé. Tú fuiste la primera receptora de mis embates sexuales. Contigo forniqué, noche tras noche, empapado en un sudor adolescente que chorreaba sobre ti.
Tu fuiste la receptora de mis más íntimos secretos. Contigo no me avergonzaba de nada. Incluso me ayudaste aquél día a intentar llegar a mamármela yo solo. Y me serviste de apoyo y de consuelo, cuando tuve que constatar que no daba la talla.
Seguiste siendo mi amiga, por encima de todo. Solos tú y yo. Nadie se interponía entre nosotros. Como siempre, dispuesta a lo que te pidiera.
Más tarde, cuando me enamoré de otra, cambió el sentido de nuestra relación. Dejamos el sexo de lado. Ahora eran los sentimientos los que me ahogaban, los que se me anudaban en la garganta durante todo el día. Y , solo tú, supiste de mis penas y alegrías. Contigo me explayaba. Te contaba, te consultaba. Restañabas mis lágrimas con tu prudente silencio. Al oler tu sudor, que era el mío, me embargaba la paz. Creía encontrar soluciones, simplemente por el hecho de haberte hecho , a ti, partícipe de mis cuitas.
Y así seguimos, año tras año. Hasta que me casé. Hasta que dejé la casa de mis padres y te dejé. Sí, te dejé. Sin un adiós. Sin un " por ahí te pudras". No te lo merecías, desde luego. Podía haber encontrado una solución, cualquier solución, menos la de abandonarte. Pero me era más cómodo, y lo hice.
Han pasado los años, muchos años. Murieron mis padres, y hemos vuelto a la ciudad para deshacer la casa. Y, naturalmente, te he visto. Y todo me ha vuelto de sopetón. Y la vergüenza de saberte abandonada, esperando un día mi regreso , que nunca se produjo hasta hoy.
Al verte, un cúmulo de recuerdos, de sentimientos, de vivencias, se han agolpado en mi memoria. Y, sin temor a nada y a nadie, he hecho lo que debí hacer en su momento. Te he abrazado, he hundido mi rostro en ti, y casi sofocado por los sollozos- les he dicho a mis hermanos :
- A ésta me la llevo yo. ¡ Es mi almohada !