LOS CORTOS DE CARLETTO : "GENÉTICA"
Coincidieron un tío solterón , de cuarenta y tantos largos, y su sobrino, un joven recién entrado en la veintena, en la consulta de un urólogo. Era un dos de Enero, primer día que tenía consulta el médico tras la Nochevieja. El tío, algo calvo, ligeramente estrábico ( cosa que ocultaba, ladinamente, con unas gafas de culo de vaso ), estrecho de pecho, no muy alto y ostentosamente patizambo, abrazó efusivamente a su sobrino. El muchacho, alto como un pino, de enmarañado cabello en varios tonos de rubio y moreno, ojos grandes y arrebatadores, espaldas de descargador de muelle y muslos interminables, se alegró mucho de ver a su tío, hermano de su madre, a quién no veía desde hacia algún tiempo porque las relaciones familiares estaban un tanto tirantes.
Charlaban animadamente. El sobrino, informaba a su tío de sus actividades estudiantiles, de la carrera que recién acababa de comenzar, de sus proyectos de futuro El tío, asentía gozoso. Se sentía identificado con él. El muchacho era tan inteligente como él. Tan guapo como él. La genética era una cosa misteriosa. Por causas desconocidas, su querido sobrino había salido clavado a él. En todo . Tras comadrear un rato, se preguntaron mutuamente por su presencia en aquella sala de espera. El sobrino, primero un poco avergonzado, le confesó a su tio que, la mañana de Año Nuevo, al despertarse tras una fiesta orgiástica, se había descubierto con pavor , toda la superficie de su pene de un color rojo vivo. Estaba desconcertado. No sabía lo que podía ser aquello. En cuanto pudo, pidió hora al urólogo y, allí estaba, temblando de nervios esperando la visita del médico y su veredicto.
El tío, entre susurros, también le confesó que a él le había pasado tres cuartos de lo mismo ( ¡ no podía ser de otra manera ¡, ¡ la genética, la genética, siempre la genética ¡ ). La única diferencia, es que a él, el miembro, se le había coloreado de color verde musgo . Por lo demás, todo idéntico.
Como el muchacho tenía el turno un poco antes que el tío, acordaron que, cuando saliese, le comunicaría rápidamente el diagnóstico que le había dado el médico, y el consiguiente tratamiento, para que el tío entrase ya con la idea hecha, y más tranquilo.
Así lo hicieron. El muchacho entró y salió en un pis-pas, con una pequeña nota del médico en la mano. El tío, se avalanzó sobre él, intentando contener la angustia. El muchacho, le dijo muy sonriente :
Tío : el doctor me ha dicho que tranquilo, que no es nada. Como tratamiento, unos lavados con un gel de baño. Y nada más.
Sonrió el tío de oreja a oreja. ¡ No TENÍAN nada ¡. Casi estuvo por dar media vuelta y salir con su sobrino, para comprarse la misma marca de gel. Así se evitaría el costo de la visita. Apunto estuvo de hacerlo, sino hubiese sido porque, en aquél momento, la enfermera dijo su nombre para entrar con el doctor. Le supo mal al hombre y , despidiéndose de su sobrino, entró a la consulta.
Tras una hora de pruebas, consultas a enciclopedias y vademécums médicos, buscas en Google, llamadas a otros colegas el doctor se sentó en su mesa y agotó el talonario de recetas con todo lo que necesitaba el enfermo para su tratamiento. El hombre, extrañadísimo de tan diferente trato, siendo que tenía la MISMA enfermedad que su sobrino ( cuestión de genética ), así se lo comunicó al doctor. El hombre, dada la gravedad del caso, pugnó por no sonreir y , carraspeando, le dijo al pobre obcecado :
Caballero : es cierto que aparentemente padecen ustedes la misma enfermedad, salvo el color que tienen en el miembro viril. Sin embargo, hay una pequeña diferencia : lo que tiene su sobrino en el pene, es CARMIN. Lo que tiene usted es LEPRA.
Carletto