LOS CORTOS DE CARLETTO : Extraños en un tren
Estoy en duermevela, apoltronada en este asiento , durante horas interminables. Las estaciones pasan, una tras otra, con nombres que apenas entiendo. Estoy sola. Como siempre. El cristal me devuelve la imagen de mi última juventud. Tan yerma. No quiero pensar en Charlie, mi Charlie. Abandonado a su suerte en esos campos de batalla. Lejos de mí, de su madre. En mi mano, agarrotada, destiñe la tinta de su última carta. Con su última dirección , apenas garabateada entre líneas.
El tren se detiene una vez más. Percibo gritos en sordina. Exclamaciones y juramentos, entreverados con gritos lastimeros, con quejas de heridos en varios idiomas.
Se abre la puerta del compartimiento. Unos camilleros entran sudorosos, acompañados de una enfermera de gesto adusto. En la litera de abajo, frente a la mía, dejan caer un cuerpo inerte. La enfermera, más joven de lo que parece a primera vista, arrebuja al soldado con dulzura de amante. Se vuelve hacia mí, ordenando, implorando, que vigile al enfermo. Ella tiene que cuidar a otros siete, repartidos por el vagón. Comienzo un balbuceo, que la enfermera no escucha. Ya desapareció en el pasillo, gritando obscenidades, que suenan a oraciones .
Pita el tren su última llamada. El traqueteo vuelve a adormecerme. Una queja rasga la tela de mi sueño. Contemplo, aturdida, el torso desnudo del enfermo. La daga del deseo se me hunde en la vagina. ¡ Hace tanto, tantísimo tiempo, que no contemplo a un hombre desnudo!. Me demoro en cubrir su carne. Carne de joven, apenas veinteañero. Noto la humedad en mi entrepierna. Traicionando mi viudez de tantos años.
Con dedos temblorosos subo la sábana, centímetro a centímetro. Deslizando la yema de mis dedos por la tibia, casi ardiente piel, tan masculina. Sus pezones alientan mi deseo. Otra punzada más, allá en mis bajos. Lo cubro hasta el cuello, apaciguando mi deseo.
Rememoro su cuerpo, mirando su rostro cubierto por las vendas. Solo un ojo permanece destapado. Un párpado, violáceo, oculta el color de su mirada. Recuerdo. ¿ Qué recuerdos , ocultos, afloran a mi mente?.
Otra saeta se clava en mi diana. ¡ Hace tantos años! .Pero , sí . Vivo el momento de aquel baile, junto a Carlos. Niños los dos, apenas jovencitos. El fulgor de sus ojos, tan divinos. Verdes , gatunos, de lánguida mirada. Y su cuerpo, calentándome en mi lecho. Y su falo, rasgando mi virtud. Mi locura, su locura, nuestra locura. Locura de una noche, en vísperas de su embarque. Con mi honra rubricada en un papel, manchado de mis jugos y su esperma. Recuerdo de una noche, solo una noche. No hubo más. Luego, una carta oficial, dándome el pésame. Y mi vómito mezclado con mis lágrimas. Y Charlie pateando en mis entrañas
El recuerdo de Carlos me domina. Su miembro, tan difuso en mi memoria. Acaricio , fugazmente, mi entrepierna. Mis pezones me chillan sus mensajes. No puedo más. Deseo lo que no tengo. Añoro su verga , y su cuerpo tan ardiente. Lloran mis ojos, lloran mis labios, perlándome los vellos.
Cae la sábana, mostrándome su cuerpo. Con la fiebre, su falo está latente. Ni le miro la pierna , cortada en la rodilla. El muñón rezuma, oliendo a mil demonios. Limpio mi baba con el dorso de la mano. Su pecho sube y baja. El abdomen, terso, reclama mi mirada. La verga late, mostrando sus testículos. Es Carlos, mi Carlos, ofreciéndome otra noche. La segunda noche. La última noche.
Como un sueño, me encaramo en la litera. Abro mis piernas, buscando con mi mano. Encuentro el pene, lo acaricio, lo encaro. Me siento sobre él, en un suspiro. Mi vulva se expande, acepta su grosor. ¡ Qué dulzura, qué gusto, siento el amor fluyendo por mis poros!. Pellizco sus pezones, sigo con mis embates. Subo y bajo, bajo y subo. Mis flujos resbalan lentamente, se encharcan en su pubis.
Vuelvo a recordar aquellos años. Con mi Charlie, chiquito, de la mano. Paseando por parques , entre risas. Con sus ojos , tan verdes, como Carlos.
Late mi sexo. Su esperma sale. Se corre en mi interior el soldadito. Abro los ojos, le miro entre sus vendas. Intuyo que es su última corrida. ¡ Convertí su agonía en tanto gozo!. El párpado sube, y , el último fulgor de su mirada, me muestra el verde intenso , verde de Charlie, de mi hijo, de mi amor.
Correteo por el parque, junto a mi niño. Con sus ojos , tan verdes, como Charlie. Como mi hijo, como su padre. Vuelvo a empezar.
Carletto.