LOS CORTOS DE CARLETTO : TUS TETAS
Querida mía : me gustan tus enormes ojos de mirar sereno. Me gusta tu trasero, que algunos tacharían de escuálido y que a mí me pone a cien. Me gusta tu lengua, sabia y remolona , ágil y guasona, siempre húmeda gracias a tu eterno masticar. Pero lo que , de verdad, me atrae de ti ( y perdón por la palabra ) , son TUS TETAS.
¡ Qué tetas, Dios mío! me dije la primera vez que te ví.
Y ya no hubo otra cosa en mis pensamientos sino tocártelas. Debía tocártelas, necesitaba sobártelas. Acariciártelas, estrujártelas. Deslizar las yemas de mis dedos por su superficie. Rascar con mis uñas tus pezones. Hacerte mil perrerías hasta que me mirases con tus mansos ojos de hembra ofrecida.
Ahora ya no puedo más. Tengo que decírtelo , y te lo digo. Te ofrezco mi amor inmenso, aunque no mi apellido. Eso no puedo, pues ya pertenece a mi esposa oficial. Tú, debes saberlo, siempre serás LA OTRA. La que calme mi amor y mi lujuria. La que ponga en peligro su propia familia ( con un marido tan bravo como tienes ) por darme placer a mí. Pero, los hombres, somos muy egoístas. Y yo, el primero. Mi corazón sangra por hacerte el daño que seguro te haré. Pero mi verga no atiende a razones ni a sentimientos. Se vuelve loca con tu olor, con tu mirada, con tus andares, con TUS TETAS
Hoy es el gran día. Estamos solos. Tu marido, lejos. Mi esposa, en sus quehaceres inacabables del hogar. Y , nosotros, aquí, al resguardo de todas las miradas. Hasta sus hermanas intuyendo lo nuestro han salido con una u otra excusa para alejarse.
Tú, querida mía, ya estás desnuda. Yo, tiro al suelo mi ropa de cualquier forma, sin temor a que se manche. Todo me da igual. Solo tengo "in mente" un propósito : poseerte hoy y tocarte las tetas.
Silenciosa, como siempre, me miras de refilón cuando me acerco. Quisiera besarte, pero no puedo. No quiero entretenerme en preliminares. Mi verga es un ariete que solo tiene una misión : entrar en tu ciudad. Tu calor mi inunda al aplastar mi vientre contra ti. El aroma de tu sexo aletea por mis fosas nasales. Acaricio tu trasero, abriendo con los pulgares los labios de tu sexo. Un ligerísimo empujón y entro en el País de las Maravillas. Tu vagina es un guante holgado, que se adapta a mi más que mediano rabo. Pego otro golpe de cadera, incrustando mis testículos, casi metiéndolos dentro de ti. Mis manos avanzan sobre tu piel, que es recorrida de cuando en cuando como por tímidos escalofríos. Ya estoy cerca de mi presa. Con las palmas sudorosas, casi agarrotadas por el deseo, puedo ¡ por fín! , agarrarte las tetas. ¡ Qué sensación más divina!. Las tienes casi tan ardientes como el interior de tu vulva. Te tomo a manos llenas, rezofilándome en tu tacto. Jugueteo con tus pezones, oprimiéndolos una y otra vez, incluso sacándoles unas gotitas leche producto de tu reciente maternidad que desparramo por tu vientre. Un músculo de tu vagina se contrae contra mi pene, haciéndome que experimente un placer supremo. Mis dedos siguen de paseo por tus tetas. No tienen otra obsesión. ¡ Es que eres única!. ¡ Y , sé de buena tinta, que no estás siliconada !. Lo tuyo es real al cien por cien. Sigo con mi rítmico meti-saca, cada vez más cerca del clímax. Tú, de cuando en cuando, miras hacia atrás siempre prudente, siempre silenciosa- aunque te detecto como un "tic" de impaciencia. Pero, egoísta al fín , no quiero atender tu llamada de atención. Sigo en la búsqueda de mi único placer. En los oidos, la sangre me resuena a golpe de latido del corazón. Ya casi está todo consumado. Un lejano gustirrinín remolonea por mi ano, se enrosca en mis testículos , y comienza a subir bullicioso- por la base de mi verga.
Como con sordina, oigo un lejano vagido, como de bebé hambriento. Tú, culeas para apartarme, pero yo me agarro más fuerte a tus tetas, impidiendo que te muevas mientras el esperma asoma en un primer chorro.
El segundo chorro queda congelado, parado, finito, caput con la coz que me arreas en plenos testículos. Salgo disparado hacia atrás, con un grito agónico de dolor inhumano. Desde el suelo, con los ojos llenos de lágrimas, te miro la cara tan impasible como siempre que me devuelve la mirada sin un átomo de ira o de malicia. Simplemente, paras de masticar unos segundos, para decirme :
¡¡ MUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU !!
Carletto.