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Misterioso asesinato en Chueca (3)

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MISTERIOSO ASESINATO EN CHUECA ( III )

 

Los ojos de Angela tenían un brillo especial, distinto. Estuviste en un tris de tocarle la frente con los labios, maternalmente, para comprobar si tenía fiebre. ¡ Esta chiquilla y sus manías de los cilicios, de los vergajos y de los ayunos !. Se había malacostumbrado en el convento y tendía a un excesivo masoquismo que no te gustaba un pelo.

Desde que estuvo hospedada en vuestra casa , y , sobre todo, desde que te la tiraste el famoso día del descubrimiento del verdadero sexo de Soraya, sentías una querencia por ella que te hacía sospechar si no estarías en el filo de la navaja, en esa delgada línea que separa el apetito por los chorizos de Cantimpalo…del placer de degustar la bollería fina.

La muchacha se ganaba unos euros repiqueteando las castañuelas, hora tras hora, intentando – en vano – enseñar los rudimentos de un arte tan español a tres o cuatro transformistas del barrio. El " Viva Sevilla, y olé, viva Triana" … lo llevabais todos los vecinos metido hasta los higadillos. Acompañado de unos zapateados que hacían temblar el edificio hasta los cimientos.

En la finca era "vox populi" que Angela estaba liada con Doña Nieves, la portera. Gracias a ella había podido alquilar uno de los pisos vacíos de la finca, y se había trasladado a vivir por su cuenta en cuanto dispuso de unos ingresos estables. Doña Nieves, a pesar de su gordura y su gusto inveterado por los trajes excesivamente vistosos, amén de por el buen cava, era una persona sencilla, con un corazón que no le cabía en el pecho ( que ya es decir ) . Habían hecho buenas migas desde el mismo día en que llegó Angela y le dejó en la portería su modestísimo equipaje. Ahora la visitaba noche sí y noche también, con una botella de cava helado en una mano y dos copas en la otra. Nadie sabía lo que ocurría en aquellas largas veladas nocturnas. Hasta que una noche de verano, con las las ventanas de la finca abiertas de par en par, todos los vecinos oísteis una frase, una súplica, un alarido que con voz de tiple lanzó Doña Nieves a la caliginosa noche madrileña : " ¡¡ Xiqueta, xiqueta meua : pálpa-me-la… que no puc mès !! " (*) . Desde ese momento supisteis que , la portera, de princesa rusa nada de nada, sino que era valenciana de pura cepa.

Soraya también se había marchado poco después, alquilando el piso vació que quedaba en la segunda planta . Ella no sabía tocar las castañuelas, sin embargo el ascensor no paraba en todo el día arriba y abajo. ¿Echaría las cartas ?. ¿Enseñaría a hacer punto de cruz?. La duda os reconcomía a todos. Doña Nieves pasaba el parte todos los días : " Hoy han subido dos señoras y cuatro caballeros". Siempre– según la portera – salían con aire satisfecho.

Finalmente ( en este mundo todo acaba por saberse ), alguien apareció enarbolando un periódico, sección de anuncios por palabras : " Soraya, bella y sensual. 23 x 6 cms. Sin límites ni cortapisas. Pelo y pluma. ¡Atrévete !." Comprobado el número de teléfono, no había lugar a dudas: la travestí había mancillado vuestra finca con el oficio más antiguo del mundo : el putiferio.

***

Te tocó la china, Iza, y tuviste que llamarla al orden. Eras la Presidenta de la Comunidad de Vecinos, y debías velar por el buen nombre de la finca, y bla-bla-bla…

Hablabas y no te lo creías ni tú. En el piso de Soraya se estaba bien a aquellas horas de la tarde. Ella estaba recién duchada y llevaba un salto de cama – muy coquetón – que le descubría todo por arriba y no le tapaba nada por abajo. Tú estaban sentada en un sofá muy bajo, y ella/él en una silla muy alta. Al inclinarse para dejar la copa sobre la mesita de cristal, toda su silicona asomaba por el escote produciéndote una comezón en salva sea la parte. Luego, viendo el rubor calentando tus mejillas, la muy cuca hizo un despliegue y pliegue de muslos , que dejó a la Sharon Stone en sabanillas. Fue un visto y no visto, pero lo que viste te encendió como una tea. El rubor no era rubor:era un ataque en toda regla de viruela. La comezón en la entrepierna se convirtió en los gritos del silencio. Notabas tu almejita batir palmas enloquecida, como si estuviese contratada en un tablao flamenco. Soraya se hacía la longuis e insistía en su petición de que le dejaseis seguir con su negocio. Debía ganar lo suficiente para operarse. Quería eliminar- definitivamente- aquella "cosa" que la estorbaba , aquella barrera de 23 cms., aquel paso a nivel que le impedía tomar el tren de su futuro como mujer completa.

Mientras decía esto Soraya , agitaba ante tus narices la "cosa" que a ella le parecía aborrecible… y que a ti te hacía la boca agua. Tus ojos no se apartaban de la gruesa punta, del amoratado glande que parecía lanzarte besos con su boquita jugosa. Te sorprendiste a ti misma relamiéndote, calibrando la abertura que debías darle a tu boca para albergar aquella carne condenada. Soraya bajó de la silla y abrió el salto de cama mostrando en su plenitud su cuerpazo trabajado a golpe de bisturí. Perdiste la compostura. Enviaste al garete tu estatus de Presidenta y te lanzaste a besar su boca perfecta. Su rostro no era exagerado, sino perfectamente femenino. Los cirujanos le habían hecho unos simples retoques para dejarlo lo más semejante posible a una fotografía que les proporcionó Andrés ( así se llamaba Soraya antes de cambiarse el nombre de guerra ). Luego, las hormonas, la depilación… todo había llevado su lento, su agónico, su implacable y larguísimo curso. Y allí estaba ELLA, fantástica, deseable, prácticamente perfecta. A un solo paso de poder ser lo que realmente se sentía, la persona que SABÍA que era.

Tus pechos se aplastaron contra los suyos. Comiste su boca con hambre atrasada. Sentías escalofríos de poder amasar unos pechos tan espléndidos … y a la vez manosear aquella verga durísima, que plantaba cara en tu entrepierna. Soraya te dejó hacer. Sin darte cuenta te desnudó completamente, dejando tu tanga y el liguero que sujetaba las finas medias negras. Habías quedado para cenar con Pepe en un restaurante de postín y te habías vestido de tiros largos para el evento. Tu marido podía esperar, pero tu almejita ya estaba totalmente cocida al vapor y no podía desperdiciarse. Soraya tomó la iniciativa e hizo que te pusieses a cuatro patas sobre la alfombra. Apoyaste tus manos en la mesita de cristal. Tus pechos desnudos rozaban el borde de las copas de champagne. Colocada bien pegada a tu grupa, Soraya acarició tu espalda con sus uñas manicuradas. Arañaba lo justo para hacerte algo de daño… sin llegar a herirte la piel. Pasó las manos por tu torso, abarcando tus pechos y retorciendo suavemente los pezones. Subió las manos hasta tu boca, presionando para que aceptases sus dedos en el interior. Lamiste , chupaste, paladeaste sus dedos largos y fuertes. Entre tus nalgas, allá atrás, una gran boa se desperezaba lentamente. Bajaste el torso poco a poco, levantando las nalgas ofrecidas. Tus pezones acariciaron la superficie del champagne. La verga de Soraya se apoyó en tu hendidura. Sus manos, abarcándote las caderas, estiraban el elástico del liguero, soltándolo de golpe para que – con un chasquido – flagelase tu blanca carne. El glande, caliente y suave, penetraba en tu interior. Tus pechos descendían sobre las copas. La frescura del líquido atería los pezones, las areolas, la piel hipersensible de tus senos. Diez centímetros de Soraya pululaban por tu interior. El champagne desbordaba las copas, desalojado casi totalmente por el volumen de tus pechos. Soraya seguía chasqueando tus ligueros, enrojeciendo la blancura inmaculada de tus muslos. Con un último envite, entró en ti lo que quedaba de carne. Abriste la boca en una súplica al dios desconocido. Querías quedar así, eternamente, clavada , ensartada, diluida en un placer inusual. Soraya se dobló sobre ti, sin despegar su pubis de tu vulva. Sus grandes pechos se aplastaron contra tu espalda. Pasó los brazos bajo tu cuerpo, agarrando las copas para que tus senos no se saliesen de ellas. Enderezaste tu torso. El champagne caía desde tus pechos, formando cataratas por tu vientre .Ella tiró las copas sobre la alfombra, sujetó tu cintura y comenzó a follarte en toda regla. Sus dedos pellizcaban tus húmedos pezones, tus manos sacaban humo de tu encharcado clítoris. El semen de Soraya entró a raudales en tu útero. Tus espasmos se unieron a los suyos y caísteis, vencidas, sobre la mesa de cristal.

No tuviste ovarios para negarle nada de lo que te pidió. Harías la vista gorda hasta que se pudiera operar. Luego … ya veríais.

***

 

La reunión de la Comunidad de Vecinos ha sido muy rápida. Al final solamente han acudido Dorotea ( puntual como siempre), Angela y Rosario ( con muchas prisas, pues Benedictus está algo pachucho ). El Señor Roger, tampoco está ( cosa bastante frecuente, pues solamente usa el piso situado en tu mismo rellano como "picadero" ). Soraya , desde que volvió de la operación de cambio de sexo, está muy misteriosa. Tampoco ha venido.

Mientras firmáis el Acta y decidís la fecha de la próxima junta, el timbre de la puerta suena como si tocasen a fuego. Oyes la voz de Pepe que grita desde la cocina : ¡ Ya va, ya va !.

Voces apagadas. Un repiqueteo de pasos por el pasillo y la puerta del "salón de actos" se abre con premura. Ocupando toda la puerta, blanca como el papel y con la cabeza repleta de bigudíes , Doña Nieves resuella como una gran foca envuelta en batín de seda china. Seguro que ha tenido que subir a uña de caballo por las escaleras, ya que el ascensor no funciona desde hace varios días. Empinándose tras ella, tu Pepe te mira fijo, como para ver tu reacción por la noticia que os da, en ese momento, vuestra señorial portera :

¡ Ha aparecido la señorita Soraya en la buhardilla !. (Se detiene unos instantes y os mira fijamente, inquisitivamente. Nadie dice nada. Por fin , rompes el silencio con un monosílabo, esperando que sea el detonante para que termine de daros la noticia ).

¿ Y ?...

 

¡Está muerta!. ( trago de saliva ) ¡¡ Asesinada !!.

 

CONTINUARÁ

(*)¡ ¡Chiquita, chiquita mía : tócamela ya, que no puedo más! !.

 

Carletto

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