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La Puta

en Hetero: General

LA PUTA

I - Manuel

Manuel notaba sudorosas las palmas de las manos. El corazón le latía de tal manera que , estaba seguro, oirian su toc-toc, todos los que iban en el autobús.

Hacía dos días que había cumplido 18 años , y , su cuñado, muy machote él, se había empeñado en "hacerlo hombre", en pagarle su primera puta. Todo ello, naturalmente, a espaldas de su suegra, la madre de Manuel, que ya tenía bastante con soportar su reciente viudez de Raimundo, el Secretario del Ayuntamiento.

El cuñado de Manuel, bastante putero, se conocía al dedillo a todas las putas del Barrio Chino ; pero, por desgracia para el pobre Manuel, solo a las de más baja estofa.

Muy ufano, Pepe, su cuñado, le había dicho al chico que lo iba a llevar con una "que era como de casa" porque era del Pueblo donde vivían ellos. Eso le faltaba al chaval: encima que fuese con alguna conocida.

Tras apearse del autobús, caminaron un rato hasta adentrarse en las estrechas callejas del Barrio Chino , especie de gueto en el que estaban recluidas aquellas profesionales de la prostitución de nivel ínfimo . Las prostitutas de lujo estaban en las muebles, a disposición de los más pudientes .

Manuel intentaba no mirar, ni oler. Un intenso hedor a meados subía de todas las esquinas, no sabiendo distinguir si eran de gato, perro , persona … o de los tres a la vez. En algunos vetustos portales esperaban, pintarrajeadas , tristes valkirias que sacaban sus pardas lenguas rozando las melladas encías de sus bocas, intentando dar un toque lujurioso a la mercancía que ofrecían. Gimió por lo bajini el chaval, con su polla engurruñía como un caracol que no quiere salir de su cáscara. Una gran diferencia con el glorioso cipote que enarbolaba el chico en sus pajas nocturnas.

Pepe hizo esperar a su cuñado en la puerta de un bar mientras él entraba a preguntar por Maribel, la puta seleccionada. Un estridente tocadiscos desgranaba desde el interior la melodía "El limón del limonero" . En la barra, unos quintos mojaban pan en un plato con callos, mientras una putilla – un poco más joven de las que Manuel había visto hasta entonces – aplastaba las tetas contra el brazo de uno de ellos. El soldado le dio un empujón y la mujer tratabilló sobre sus altos tacones, cayendo cual larga era sobre la suciedad del suelo. Chilló la puta mentando a la madre del soldado y éste se dirigió hacia ella con la intención de hostiarla; pero cambió de idea al ver pasar por la calle a dos de la Policía Militar, y se volvió hacia sus callos.

Salió Pepe y le comunicó a Manuel que la puta estaba haciendo un servicio a otro cliente. Que , en cuanto terminase , subiría él.

Esperaron tomando un carajillo que le sentó al chico como una patada en los huevos. Al cabo de media hora apareció una mujer con aspecto de casi sesentona, que cojeaba ligeramente. Pelo teñido de un rubio chillón, labios arrugados por la falta de varias piezas dentales, con lo que el carmín se corría por sus morros dándoles apariencia de código de barras. Los senos caidos y vientre y nalgas plenos de tejido adiposo, la hacían para Manuel bastante menos que poco deseable. Además , le recordaba a su madre. La mujer iba acompañada por un septuagenario de aspecto bastante desaseado. Por la forma de hablarse , Manuel intuyó que era el último cliente que había tenido la prostituta.

La mujer, cuando terminó su coloquio con el vejete, se acercó a Pepe e intercambió unas rápidas palabras con él. Manuel oyó algo de que si tenía carnet de identidad. Pepe asintió con la cabeza y, luego, inclinándose hacia el oido de la mujer, le susurró entre risas unas palabras que el chico no le llegó a captar. La puta se quedó mirando entonces de hito en hito a Manuel, y los ojos le brillaron como si se hubiese dado en aquel momento cuenta de algo, que le hubiese pasado desapercibido antes.

 

II- Maribel

 

Veinticinco años antes, Maribel era proclamada Reina de las Fiestas del Pueblo. Era la más guapa, sin duda. Y la más popular. Tras cinco años de noviazgo con Raimundo , recién nombrado Secretario del Ayuntamiento, estaba ansiosa por casarse . Ella era un bombón de pechos duros como rocas, cintura de avispa y larguísimas piernas . Su novio estaba que se moría por follársela a conciencia. Nada de calenturientos frotamientos metiendo solamente la punta. Ella se la mamaba de cuando en cuando, para acallarlo ; pero él quería más, lo quería todo. Maribel no estaba dispuesta … hasta que estuviesen casados. Por eso, en cuanto Raimundo tuvo empleo fijo, aceleraron los trámites para casarse la siguiente primavera.

Ahora estaban en Octubre, en plenas Fiestas de la Vendimia. Maribel saludaba encaramada en lo más alto de la carroza que habían confeccionado las festeras y sus madres con multitud de papeles de los más variados colores, texturas y brillos. Las expertas en flores habían confeccionado rosas, gladiolos, jazmines y flores de almendro, que caían en cascada por los cuatro lados de la carroza. La Reina presidía desde un gran canastillo repleto de uvas que colgaban en apetitosos racimos. Su traje blanco y vaporoso ondeaba con la ligera brisa de la tarde otoñal. Maribel era feliz. Aquella noche sería la Cena de Gala, con baile amenizado por un prestigioso artista muy conocido en la Provincia. Después, de madrugada, un espectacular castillo de fuegos artificiales cerraría los actos festivos. La próxima celebración que tendría a Maribel como protagonista , sería su boda.

Tras la cena y los brindis, Maribel – algo achispada – abrió el baile con el Alcalde. Luego hubo una vorágine de cuerpos sudorosos bailando, riendo, disfrutando. Maribel estaba un poco nerviosa. Durante toda la noche, el "famoso" artista, sentado frente a ella en la cena, la había estado mirando fijamente. Conocedor de su encanto para con las mujeres, desplegó para ella todos los encantos de que era capaz. Y , Maribel, cayó.

Encerrados en los camerinos de los artistas, el famoso la poseyó por entero . Con el vaporoso vestido subido hasta la cabeza, Maribel – entontecida por la belleza de aquel embaucador – permitió que la penetrara sin medirle los centímetros que le metía ( cosa que sí que había hecho con su novio ). La manejó de tal forma que, sin acabar la noche, los dos huyeron con el SEAT 600 hacia la Capital.

A partir de entonces Maribel vivió la aventura de ser una "artista". Haciendo honor a su palabra, él consiguió que la contratasen en una compañía de revistas que hacía la gira por la Provincia. La belleza de la pueblerina la ayudó al principio a escalar algún escalón hacia la "fama". Aprendió a contonearse sobre el escenario, con un gran plumero en la cabeza, unas mínimas braguitas y dos colgantes en los pezones. Luego quedó embarazada del famoso. El, que no pasaba por su mejor momento, tomó fatal la noticia, tanto que le pegó una paliza a Maribel y ésta cayó rodando por los escalones del piso que compartían. Con la caida, Maribel perdió el hijo que esperaba, un tobillo roto – del que nunca se recuperó del todo – y un par de dientes por el suelo. Cuando despertó en el hospital, sola, pensó que no le hacía falta nadie. Que ella tenía suficientes agallas para salir adelante. Desde luego, no se planteó volver al Pueblo : antes muerta .

Pero la vida no le sonreía ya. El cuerpo aún lo tenía espléndido, más una ligera cojera le había quedado para siempre. No la quisieron retomar en la revista. Acostumbrada a ser una " niña bien", jamás había trabajado en su vida, por lo que se tiró por el camino fácil de la prostitución. De lujo, claro .

Y pasaron los años. Maribel no era muy inteligente y , aunque ganaba bastante dinero , tenía ( como vulgarmente se dice ) las manos agujereadas : tal como lo ganaba se lo gastaba. Se plantó en la treintena sin un duro. Tuvo la suerte de que un cliente " la retiró " una temporada. Pero , al final, se enteró su mujer y Maribel se vió nuevamente en la calle. Y más mayor. Y más ajada. Y sin poder dirigirse a su anterior establecimiento, porque lo habían cerrado. Llamó a un nuevo prostíbulo de lujo … pero allí querían carne fresca. Desesperada, comenzó a bajar en picado.Un día, otra compañera de "oficio " le insinuó que si le interesaba asistir a una fiesta privada en un pueblo del interior. Maribel, sin preguntar donde era, dijo que sí.

Realmente, la "fiesta" era en un chalet de las afueras. Maribel, que había ido dormitando casi todo el camino, no se dio cuenta en el pueblo en que estaban. Hasta que entró al chalet y vió a quienes estaban reunidos. Eran los antigüos amigos de su pandilla, incluido Raimundo. Los hombres les silbaron y manosearon. Ella estaba rígida, incapaz de reaccionar. Rezando para que no la reconociesen. Pero la reconocieron. Y estalló la bomba.

Es Maribel ( se decían unos a otros ).

Raimundo tomó el portante y salió como una flecha dirigiéndole una mirada de asco. Pero los otros no. La rodearon, la sobaron, la vejaron. Le hicieron todas las crueldades que son capaces de hacer los "hombres de bien " a una pobre puta … a la que desearon por ser inalcanzable en su juventud.

Rota de cuerpo y alma, Maribel subió al coche que las esperaba, notando los hilillos de semen chorreando por sus muslos. El ano le ardía, la vagina ni la sentía, un gargajo de asco le atenazaba la campanilla. Aquella noche terminó de morir una parte de su vida. Casi ni se dio cuenta de que pronto fue una puta de la calle, una esquinera, un pobre montón de escombros de lo que en su momento fue un monumento glorioso.

III.- El Servicio

 

El chico subió por una escalerilla empinada, oscura y mohosa. Frente a su cara , las gruesas nalgas de la puta se bamboleaban como gelatina. En un rellano esperaba una viejuca tras una mesa camilla. Le pidió a Manuel el carnet de identidad y algo de dinero por el alquiler de la cama. Las habitaciones eran como celdas, con unas puertas metálicas que daban paso a un pequeño antro sin ventilación ninguna. Una silla, un mugriento lavabo, una cama de un solo cuerpo contra la pared. Eso era todo el mobiliario.

La puta le dijo a Manuel ( el hijo de Raimundo, pensó ella, y se emocionó ) que se quitara la ropa. El chico, no se quitaba la vergüenza ni el nudo en el estómago. El carajillo le daba vueltas como en una lavadora. La mujer cogió suavemente los testículos y el pene de Manuel y lo hizo acercarse al lavabo. Abrió el grifo y le enjabonó el sexo. El chaval – esperanzado – comenzó a tener una erección. Ella le dijo que terminase él , mientras ella se desnudaba. Un cuerpo blanco, enfermizo, apareció ante la vista del joven cliente. La mujer se tumbó con el sexo al aire, sin quitarse el sujetador. Manuel se tumbó sobre ella, rogando porque se le fuese la dureza de la polla. La penetró con facilidad. La excitación por ser su primera vagina… se le fue automáticamente al acordarse de que, minutos antes, el mismo agujero había estado ocupado por el pene del viejo astroso. Notó como se ablandaba en el interior de la puta. Ella comenzó a mover las caderas profesionalmente.

Maribel, la puta, cerró los ojos tratando de imaginarse que aquél cuerpo joven y hermoso era el de Raimundo, su Raimundo, el novio al que jamás le dejó penetrarla por entero. Casi sin darse cuenta de lo que hacia, cogió la cabeza del chico, que tenía sudores frios, y juntó sus labios a los de él, queriendo imaginarse hermosa y deseable para poder ofrecer al hijo de Raimundo lo que no había ofrecido a su padre.

Pero, cuando abrió los ojos, solo vió la mirada absolutamente asqueada del hijo Raimundo que, con el pene totalmente flaccido colgándole entre los muslos, luchaba por apartar su boca de aquél pozo de podredumbre, mientras unas violentas arcadas le hacían vomitar el carajillo sobre la cara de Maribel.

Aquél verano, Manuel tuvo su primera relación gay.

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