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Historias de una aldea (2)

en Grandes Relatos

HISTORIAS DE UNA ALDEA – II -

Marina abandona el lecho sigilosamente. Cubre su carne desnuda con una vieja manta, recuerdo de los tiempos en que era una correcaminos, una buhonera cansada de ir de pueblo en pueblo, de puerta en puerta, pregonando la mísera mercancía que había recogido , a su vez , en otros lugares. Sobre la teja de pizarra murmura la lluvia. Una fina y persistente lluvia, nada escandalosa pero que cumple su cometido de empapar hasta la médula. La mujer atiza el fuego , casi consumido a esas horas de la madrugada, y enciende un candil rebosante de aceite. Antes de sentarse al amor de la lumbre, echa un vistazo al tibio lecho que acaba de abandonar y suspira hondamente. El torso moreno de Tarsicio sube y baja lentamente . A su lado , con una mano todavía prendida del sexo del adulto, Ruanillo duerme profundamente. Su cabeza rubia cambia a distintas tonalidades doradas según le llega el resplandor de la chimenea. El joven aprendiz tiene la mejilla apoyada sobre la clavícula del herrero, brillando un hilillo de baba que cae de la comisura de su boca hasta mojar el pezón erecto de su jefe, de su amigo, de su amor. Alrededor de los labios del muchacho , ya reseca , se adivina una costra de los flujos de Marina, tercera en discordia en la batalla de amor que se acaba de celebrar entre las cuatro paredes de la vieja choza.

La buhonera rebusca en un baúl desvencijado. Ya ha leído, cientos de veces, la media docena de libros que le dejó su padre en herencia , y necesita leer algo nuevo. Tiene verdadera ansia por la lectura y , desgraciadamente, pocas oportunidades de saciarla. Por eso, cuando su esposo, Tarsicio, le ha dicho que en el baúl hay libros viejos , y pergaminos , y fajos enteros de hojas de un extraño papel , medio rotas y repletas de una escritura diminuta e incomprensible , Marina se ha sentido la mujer más feliz de la tierra.

Ha gozado con sus amores ¡ claro que ha gozado !. Sentirse empalada , a la vez , por los dos hombres , sentirse acariciada en todas las partes de su cuerpo, ofrecer sus pechos opulentos para que fuesen besados y mordidos , ofrecer sus jugos a la boca insaciable del adolescente … eso no ha tenido parangón. Luego, conseguido su propio placer, ha dejado que siguiesen ellos, los ha ayudado casi como si fuese una mamporrera, encarando el tieso carajo , oscuro y nervudo, de Tarsicio , hasta las profundidades anales de Ruanillo. Más tarde, el silencio . Y ella, silenciosa como una gata , arrima el candil a las entrañas del baúl, y se maravilla de lo que encuentra.

Tras extender sobre la gran mesa de madera todo lo encontrado, la mujer, casi babeando, con paciencia infinita, ordena los libros , los legajos de papeles. Sabe algo de latín , gracias a su padre que volcó en ella todo lo que sabía de esta materia y otras aprendidas durante los varios años en que fue fraile. Según ordena el material, Marina llega a la conclusión de que está ante una especie de Historia de la aldea, como si alguien de tiempos pasados se hubiese tomado la molestia de describir el origen y los avatares acaecidos en la aldea donde se encuentra ahora. Una vez ordenado todo, comprueba que faltan algunas hojas, que otras están ilegibles por la humedad; pero son las menos.

La mujer arrima a las brasas una jarra con vino y miel. Se arrebuja en la manta y se deja caer – feliz – sobre una rústica mecedora que le han fabricado "sus" amores. En la calle se oye el chapoteo de Ramona y su jarra de leche, camino hacia la Casa Parroquial, donde la espera su amiga del alma Rosario. Marina extiende la mano hacia el primer legajo. Bebe un sorbo de vino caliente y desliza la mirada sobre las primeras líneas . Una sensación agradabilísima corre por sus venas. El manuscrito lo han redactado en tiempo presente, como si el autor acompañase a la acción en cada momento. Faltan las primeras hojas, por lo que no puede saber el nombre del cronista, ni la razón que le movió para emprender semejante obra.

En la cama, uno de los durmientes suelta una pequeña ventosidad. Gruñe uno de ellos, el otro ríe entre sueños. La campana de la ermita suena en la lejanía, casi apagada por el rumor del chirimiri. Pero Marina ya no la oye. Está lejos, muy lejos, con los ojos dilatados y viendo lo que el escritor expone ante sus ojos.

***

" El muchacho danza sobre la tierra batida levantando nubes de polvo. Su piel es del color de la miel oscura y brilla bajo las antorchas untada de aceite de oliva. Sobre sus anchos hombros, descansa la máscara con que cubre su cabeza, al igual que el resto de los bailarines. En el interior de su estómago vacío, la pócima de alcohol y hierbas encendió un fuego que no se extingue. Las llamaradas lo abrasan por dentro, calando hasta su sangre y fluyendo por sus venas como el barro ardiente de un volcán. Sabe que su miembro está erecto. Lo nota aunque no lo mire, atento a no equivocarse en los intrincados pasos de la danza. El sudor chorrea bajo sus axilas, brota por cada poro de su piel morena, empapa los tenues vellos de su liso vientre, adentrándose en el tupido bosque del ensortijado pubis.

En el centro del círculo, una tosca figura imitando a una vaca, espera estática. Los cuatro danzarines saben que , dentro, esparrancada para que su trasero quede ofrecido bajo la piel del falso animal, hay una mujer. Ellos no saben quien es , pues la identidad de la Sagrada Vaca nunca llega a saberse. La mujer está dentro del armazón de madera desde la noche anterior, y esperará a que la fiesta haya concluido para salir – embozada- y que nadie la reconozca. Así son los ritos, los misterios de fertilidad que se celebran anualmente.

El muchacho moreno, el más alto y fuerte de todos, tiene un miembro fuera de lo común. Todos lo están mirando. Nadie aparta la vista de él desde que lo lleva rígido. Realmente, es una barbaridad hecha carne. El, ajeno a la expectación que está levantando, sigue con su danza. Ahora ya están en fila los cuatro. Sus cuerpos se mueven incesantemente, como poseídos por una fuerza superior.

El primer danzarín ha dado una vuelta alrededor de la vaca, poniéndose finalmente tras ella . Simula unos movimientos de cópula con el animal. El público ruge, aullando frases obscenas que lo excitan al máximo. Las manos del muchacho apartan los trozos de piel de res que tapan el trasero de la mujer que espera. Escupiéndose en la mano , el joven lubrica su falo y , acercándolo a las carnes femeninas, lo ensarta de un golpe en el centro del ano. La mujer, desde dentro, simula un mugido mientras se abre más – con sus propias manos – los blanquísimos glúteos. El muchacho también muge levantando los ojos hacia la luna, muy metido en su papel de semental cornúpeta.

Uno tras otro, los danzarines poseen el ano , que estuvo fruncido pero que ya no lo está. El semen sale a borbotones cuando sacan cada miembro. Ya terminaron los tres primeros. Queda el último, el moreno, el de la verga monumental.

El chico está ligeramente mareado. A pesar de su envergadura de hombre adulto, no deja de ser un muchacho muy joven, casi adolescente. El estómago sigue bulléndole con el mejunje ingerido. Ahora ya está ante la vaca. Ante su hembra. Será ésta su primera cópula. Este pensamiento lo encabrita , haciendo que su príapo tamborilee sobre la tensa piel de su estómago.

El esperma brilla en el amplio trasero femenino. Ahora ya no quedan pieles de animal que tapen la carne humana. En primer término, boqueando en un tono marrón oscuro, el ano lo espera con sus bordes brillantes de semen. Pero, más abajo, intocado e intocable, semioculto entre unos matorrales pelirrojos, el alargado sexo de la mujer, los labios vaginales de sonrosada textura, llaman la atención del torito encalabrinado. Por primera vez en su vida, el muchacho se siente poderoso. Su verga se yergue mayestática, apoyándose en el oscuro orificio. Eso es lo que ven todos, antes de que él se acerque algo más, ocultando con su cuerpo lo que – en ese preciso instante – ha planeado realizar. Rápido como un rayo, deja que su pene se deslice hacia abajo ,buscando la raja trasera de la hembra y , agarrándose el miembro para no herrar el tiro, se hunde hasta las trancas en la vagina vacuna. Muge, culeando, la hembra humana al notarse ensartada por donde no debe. Pero, es tan largo el falo y se metió tan hondo, que – pensando que no se verá en otra igual en su vida – deja las cosas como están. El chico comienza a realizar la cópula , que todos – menos dos – creen anal. El sabe que está infringiendo la Ley, que solo la penetración "per angostam viam" está permitida como cosa corriente en estos ritos sagrados . Pero sigue y sigue, hasta que salen los chorros de semen y encharcan las profundidades de la fémina.

Nadie debe saber quienes han sido los danzarines , ni quién la Sagrada Vaca.

***

 

 

Bajo la blanca piel de oso, el viejo Rey Godon busca con sus pies el torso desnudo y cálido de Gorka, su hijo, su esclavo. El joven, acurrucado bajo las pieles, intenta reprimir un respingo ante el helado contacto de los pies paternos. A ambos lados del anciano, dormitan dos doncellas apenas púberes. Son las hermanas de Gorka, así mismo hijas y esclavas del monarca moribundo. Ante la frialdad de la muerte inminente, apenas pueden – entre los tres – entibiar un poco la carne gélida del viejo Rey.

Ninguno de los tres osa moverse. No quieren enturbiar la tranquilidad aparente del agonizante. Los pies del enfermo se deslizan por el liso estómago, buscando el hirviente ardor de la viril entrepierna. Gorka aprisiona entre sus ingles las dos losas de hielo, queriendo insuflarles algo de calor, algo de la vida que a él le bulle y que su padre pierde de hora en hora.

Sabe que sus hermanas hacen lo mismo, que están frotando sus pechitos incipientes contra su viejo padre, intentando traspasarle un hálito de vida. Pero todo es en vano. La frialdad trepa sinuosamente por el cuerpo del viejo guerrero, hasta que llega con sus garras hasta el cansado corazón y lo detiene.

 

***

Aúllan los perros en el cobertizo. Suenan las trompas y los tambores. Chillan las plañideras ensuciando sus frentes con las cenizas del hogar. El Rey ha muerto.

En el centro de la gran nave, rígido sobre el alto túmulo fúnebre, el cadáver del Rey Godon – ataviado con sus galas más llamativas – espera sus funerales.

Un muchacho, un hermoso negro de ojos azules y fríos, se debate entre los brazos que lo aprisionan. Llora a lágrima viva. Sus imprecaciones no son escuchadas, no son admitidas : la tradición debe cumplirse.

Silenciosas como gacelas, dos adolescentes negras son conducidas – medio drogadas – hasta la nave. Allí son atadas como fardos, una a cada lado del Rey, sirviéndole de escolta para el Más Allá. Son sus hijas, las mismas doncellas que intentaban calentar el cuerpo del enfermo, junto con su hermano Gorka. Para ellas, el destino les ha reservado una muerte cruel, inhumana. No se puede apelar.

Un centenar de hercúleos guerreros empujan la nave mar adentro, mientras otros tantos estiran de ella con gruesas sogas, desde frágiles barcazas. Una vez conseguida la botadura , la dejan navegado con las velas desplegadas, al albur de los vientos. El sol lanza sus postreros rayos desde el horizonte. En el mismo momento en que es solo una línea de luz sobre el mar , un chisporroteo comienza a iluminar la cubierta del barco. Cuando la noche ya campa por sus respetos, las llamas lamen los mástiles y envuelven con sus lenguas el túmulo funerario. Uno, dos, gritos agónicos se oyen en la lejanía. La nave ya es un horno que navega sobre las olas. El Rey Godon ha sido honrado con las pompas apropiadas. El Rey ha muerto ¡¡ que viva el Rey!!.

***

Gorka resopla sobre el polvo del suelo. Lo tienen amarrado, desnudo como un gusano ante el Trono de Piedra. Gayo, su medio hermano, el actual Rey, lo contempla con ojos maliciosos. Sabe que lo tiene en su poder.

La sangre ardiente del joven Gorka le jugó una mala pasada. Ahora, su error de hace unos meses, berrea en los brazos de una mujer pelirroja. La joven madre, entre la espada y la pared, ha confesado a su furibundo marido que ella fue la Vaca Sagrada de los últimos ritos. No tuvo la culpa de que uno de los danzarines la tomase por donde no debía, y que, además, resultase que había sido Gorka, el único varón de color que hay en toda la tribu.

Demostrada la culpabilidad de su hermano, el Rey Gayo elucubra la forma de utilizar el tema en su provecho. Hace que lo encarcelen, y que lo sujeten con argollas. Nadie debe tocarlo – pues es de sangre real – pero, más tarde, el propio Rey irá a comunicarle su veredicto.

Con los músculos tensos, sujeto al techo por las muñecas, Gorka apenas llega al suelo con la punta de los pies. Una inmensa rata hociquea por las inmediaciones. La nota rebullir , casi intentando mordisquearle los talones. Oye un rumor de voces. Una antorcha lo deslumbra. Son el Rey Goyo y su esposa, Messina. A cual de los dos más viciosos. Gorka nunca se llevó bien con su hermano, ni con su cuñada.

Antes de decirle nada, Messina cubre los ojos de Gorka con un trozo de lienzo. El joven nota contra su espalda desnuda los senos duros de la mujer, que lo oprimen un poco más de lo necesario. Le susurran palabras de deseo, de goces carnales compartidos a cambio de que él no sufra ningún castigo. Una mano suave ( que espera sea la de Messina ), revolotea por su torso, pellizcándole los pezones. Otra mano escarba por su entrepierna, bajo el mínimo harapo que tapa sus vergüenzas. Se le erizan los vellos del cuerpo: allí sobran manos. Se agita intentando zafarse. Los maldice y los insulta. No quiere acceder a sus deshonestas, a sus incestuosas proposiciones. No hay trato.

La sentencia es el destierro. Lejos de allí. En el sitio más inhóspito del reino. En aquellas tierras, en la soledad más absoluta, se endurecerá, y sabrá apreciar lo que aquí le ofrecen a cambio de nada.

A la madrugada siguiente, mientras todos duermen, parte hacia su destierro…. "

 

¿ Qué lees, Marina? .La pregunta la ha sobresaltado en la quietud del amanecer. La mujer mira a su esposo que la observa con curiosidad. Se admira , como cada vez que detiene su mirada en él, de lo hermoso que es. Tiene unos ojos azules que resaltan de una tez morena, casi dorada. Sus labios, gruesos y sensuales , dan fe de la raza de sus ancestros.

Sin contestar a la pregunta, la mujer – haciendo caso de una corazonada – pregunta a su vez :

¿ Te suena el nombre de Gorka, cariño ?.

Ante lo sorpresivo de la pregunta , el hombre queda expectante. Luego sonríe y dice :

Gorka ha sido el nombre de los varones primogénitos de mi familia desde hace incontables generaciones. A mí me bautizaron como Tarsicio porque mi madre se empeñó en que ya era hora de cambiar la costumbre.

Marina asiente lentamente y queda prendida en sus pensamientos. Luego , estira la mano hacia el segundo legajo y sigue leyendo.

Carletto.

Mas de Carletto

El Gaiterillo

Gioconda

Crónicas desesperadas.- Tres colillas de cigarro

Pum, pum, pum

La virgen

Tras los visillos

Nicolasa

Gitanillas

Madame Zelle (09: Pupila de la Aurora - Final)

Madame Zelle (08: La Furia de los Dioses)

Bananas

Madame Zelle (07: El licor de la vida)

Madame Zelle (06: Adios a la Concubina)

Madame Zelle (05: La Fuente de Jade)

Tres cuentos crueles

Madame Zelle (04: El Largo Viaje)

Madame Zelle (02: El Burdel Flotante)

Madame Zelle (03: Bajo los cerezos en flor)

Madame Zelle (01: La aldea de yunnan)

La Piedad

Don Juan, Don Juan...

Mirándote

Aventuras de Macarena

Cositas... y cosotas

La turista

La Sed

La Casa de la Seda

Cloe en menfis

La Despedida

Gatos de callejón

Cables Cruzados

Obsesión

Carne de Puerto

Tomatina

Regina

Quizá...

Hombre maduro, busca ...

¡No me hagas callar !

Cloe la Egipcia

Se rompió el cántaro

La gula

Ojos negros

La finca idílica (recopilación del autor)

Misterioso asesinato en Chueca (10 - Final)

Misterioso asesinato en Chueca (09)

Misterioso asesinato en Chueca (8)

Misterioso asesinato en Chueca (7)

Misterioso asesinato en Chueca (6)

Misterioso asesinato en Chueca (3)

Misterioso asesinato en Chueca (4)

Misterioso asesinato en Chueca (2)

Misterioso asesinato en Chueca (1)

Diente por Diente

Tus pelotas

Mi pequeña Lily

Doña Rosita sigue entera

Escalando las alturas

El Cantar de la Afrenta de Corpes

Dos

Mente prodigiosa

Historias de una aldea (7: Capítulo Final)

Profumo di Donna

Historias de una aldea (6)

Los Cortos de Carletto: ¡Hambre!

Historias de una aldea (5)

Historias de una aldea (3)

Un buen fín de semana

Historias de una aldea (1)

¡ Vivan L@s Novi@s !

Bocas

Machos

No es lo mismo ...

Moderneces

Rosa, Verde y Amarillo

La Tía

Iniciación

Pegado a tí

Los Cortos de Carletto: Principios Inamovibles

Reflejos

La Víctima

Goloso

Los cortos de Carletto: Anticonceptivos Vaticanos

Memorias de una putilla arrastrada (Final)

Memorias de una putilla arrastrada (10)

Dos rombos

Ahora

Café, té y polvorones

Cloe (12: La venganza - 4) Final

Los Cortos de Carletto: Tus Tetas

Cloe (10: La venganza - 2)

Los Cortos de Carletto: Amiga

Cloe (11: La venganza - 3)

Memorias de una putilla arrastrada (9)

Los Cortos de Carletto: Carta desde mi cama.

Memorias de una putilla arrastrada (8)

Memorias de una putilla arrastrada (7)

Cloe (9: La venganza - 1)

Memorias de una putilla arrastrada (5)

Memorias de una putilla arrastrada (4)

Los Cortos de Carletto: Confesión

Memorias de una putilla arrastrada (6)

Memorias de una putilla arrastrada (1)

Memorias de una putilla arrastrada (3)

Memorias de una putilla arrastrada (2)

Los Cortos de Carletto: Blanco Satén

Frígida

Bocetos

Los Cortos de Carletto: Loca

Niña buena, pero buena, buena de verdad

Ocultas

Niña Buena

Los Cortos de Carletto: Roces

Moteros

Los Cortos de Carletto: Sospecha

Entre naranjos

La Finca Idílica (13: Noche de San Silvestre)

Los Cortos de Carletto: Sabores

Los Cortos de Carletto: Globos

Los Cortos de Carletto: Amantes

Los Cortos de Carletto: El Sesenta y nueve

La Mansión de Sodoma (2: Balanceos y otros Meneos)

Ejercicio 2 - Las apariencias engañan: Juan &In;és

Los Cortos de Carletto: Extraños en un tren

Los Cortos de Carletto: Sí, quiero

Los Cortos de Carletto: Falos

Caperucita moja

Los Cortos de Carletto: El caco silencioso

La Mansión de Sodoma (1: Bestias, gerontes y...)

Cien Relatos en busca de Lector

Cloe (8: Los Trabajos de Cloe)

La Finca Idílica (12: Sorpresa, Sorpresa)

Mascaras

Los Cortos de Carletto: Siluetas

Cloe (7: Las Gemelas de Menfis) (2)

Cloe (6: Las Gemelas de Menfis) (1)

Los Cortos de Carletto : Maternidad dudosa

Los Cortos de Carletto: Acoso

La Finca Idílica (11: Love Story)

La Sirena

Los Cortos de Carletto: Luna de Pasión

Los Cortos de Carletto: Niño Raro

La Finca Idílica (10: La mujer perfecta)

Los Cortos de Carletto: Ven aquí, mi amor

La Finca Idílica (9: Pajas)

Los Cortos de Carletto: Muñequita Negra

Los Cortos de Carletto: Hija de Puta

La Finca Idílica (8: Carmen, la Cortesana)

La Finca Idílica (6: Clop, Clop, Clop)

La Finca Idílica (7: Senos y Cosenos)

La Finca Idílica (5: Quesos y Besos)

La Finca Idílica (4: La Odalisca Desdentada)

La Finca Idílica: (3: Misi, misi, misi)

La Finca Idílica (2: El cuñado virginal)

Cloe (5: La Dueña del Lupanar)

Los Cortos de Carletto: Sóplame, mi amor

La Finca Idílica (1: Las Amigas)

Los Cortos de Carletto: Gemidos

Los Cortos de Carletto: La Insistencia

El hetero incorruptible o El perro del Hortelano

Morbo (3: Otoño I)

Los Cortos de Carletto: Disciplina fallida

Los Cortos de Carletto: Diagnóstico Precoz

Los Cortos de Carletto: Amantes en Jerusalem

Los Cortos de Carletto: Genética

Morbo (2: Verano)

Los Cortos de Carletto: La flema inglesa

Morbo (1: Primavera)

Los Cortos de Carletto: Cuarentena

Los Cortos de Carletto: Paquita

Los Cortos de Carletto: El Cuadro

Don de Lenguas

Los cortos de Carletto: El extraño pájaro

Los cortos de Carletto: El baile

Locura (9 - Capítulo Final)

La Vergüenza

Locura (8)

Locura (7)

Locura (5)

El ascensor

Locura (6)

Vegetales

Costras

Locura (4)

Locura (3)

Locura (2)

Negocios

Locura (1)

Sensualidad

Bromuro

Adúltera

Segadores

Madre

Cunnilingus

La Promesa

Cloe (4: La bacanal romana)

Sexo barato

Nadie

Bus-Stop

Mis Recuerdos (3)

Ritos de Iniciación

La amazona

Mis Recuerdos (2)

Caricias

La petición de mano

Mis Recuerdos (1)

Diario de un semental

Carmencita de Viaje

Solterona

Macarena (4: Noche de Mayo)

El secreto de Carmencita

La Pícara Carmencita

La Puta

Macarena (3: El tributo de los donceles)

Costumbres Ancestrales

Cloe (3: El eunuco del Harén)

Macarena (2: Derecho de Pernada)

Cloe (2: La Prostituta Sagrada)

La Muñeca

Soledad

Cloe (1: Danzarina de Isis)

El Balneario

Escrúpulos

Macarena

La tomatina

Dialogo entre lesbos y priapo

Novici@ (2)

Catador de almejas

Antagonistas

Fiestas de Verano

Huerto bien regado

El chaval del armario: Sorpresa, sorpresa

Guardando el luto

Transformación

El tanga negro

Diario de una ninfómana

Descubriendo a papá

La visita (4)

La visita (2)

La visita (1)