LA VISITA (II)
Adán Genet intentó ocultar su miembro a la mirada de la persona que acababa de entrar en el departamento del tren; pero al ver el aspecto del revisor ( en este caso revisora ) que les pedía los billetes, quedó tan impresionado que se olvidó de su falo semi-fláccido que aún destilaba un hilillo de semen sobre el pantalón de su impecable traje de ejecutivo. Y no era para menos : la revisora era una rubia con aspecto de valkiria, vestida de pies a cabeza con un traje de látex negro que se ceñía de tal forma a su cuerpo que hasta se veía claramente el relieve de su ombligo. Unos pezones grandes como bellotas coronaban unos senos rotundos y suculentos que hicieron olvidar momentáneamente al joven abogado lo caliente que lo ponían las pollas. El uniforme de la revisora se completaba con una botas de altísimo tacón de aguja, también de látex negro, y una gorra de plato adornada con un escudo. ( el mismo escudo que se veía por doquier desde que subías al tren ).
Los jovencitos , compañeros de departamento de Adán, mostraron risueños sus billetes a la revisora, sin hacer el mínimo gesto para ocultar sus descubiertos penes, como si esperasen lo que ocurrió a continuación. La revisora , con una rápida mirada, catalogó la categoría de los jóvenes viajeros mirando sus billetes. Los guardó en una caja que llevaba en un carrito de mano y les entregó a cambio unas tarjetas de plástico con banda magnética, repitiendo lo mismo con Adán. Seguidamente, sin decir palabra, manipuló una invisible cremallera de su uniforme que quedó abierto desde el ombligo hasta la rabadilla, dejando ver un pubis rubio de vello muy recortado y unos labios vaginales totalmente afeitados. Se acercó al chico moreno que ya la esperaba con su miembro totalmente parado y que la sujetó por las caderas mientras ella se ensartaba totalmente hasta llegar a las hermosas pelotas del chaval. Durante unos segundos , la funcionaria anotó algo en una pequeña máquina digital hasta que ésta emitió un ligero pitido .La mujer se levantó de tan placentero asiento repitiendo lo mismo con el chico rubio. Al terminar con el rubito, le llegó el turno a Adán. El joven abogado , cuyo rabo estaba morcillón, no dejó de observar la inquisitiva mirada que le dedicó la revisora al ver su estado.
¿ Necesita ayuda ¿ - dijo la valquiria.
Pues no sé contestó el ejecutivo medio avergonzado.
No se preocupe. Casi siempre ocurre en la primera visita.
Dicho esto, se inclinó hacia él y abriendo su exquisita boca tragó de un bocado el semidormido aparato. En breves segundos el miembro plantó cara y quedó tan erecto como antes de recibir el masaje de los pies del rubito. Seguidamente, la revisora cambió sus labios bucales por los vaginales y engulló hasta su útero el nada despreciable ariete de Adán. Este, excitado al máximo, quiso comenzar un mete-saca frenético; pero la rubia lo inmovilizó con un gesto y , tan pronto anotó en la dichosa maquinita lo que puñetas fuese, se levantó y volvió a vestirse con un rápido cierre de cremallera. Incrustó en un lateral del carrito de mano la misteriosa maquinita y , tras esperar un par de minutos, se abrió una trampilla de la que salieron tres cajas alargadas . Las recogió la revisora y les entregó una a cada uno de ellos. Adán , perplejo, leyó su nombre en una etiqueta pegada a la caja que le habían entregado. La abrió y no pudo reprimir una carcajada : era un consolador. Y además un consolador con las medidas, la forma y el color exacto de su propio miembro. Era de látex ; pero su textura y calor no se diferenciaban un ápice de lo que todavía llevaba colgando asomando de su bragueta.
Adán se percató que la revisora ya había desaparecido; pero a los pocos minutos la puerta se abrió nuevamente y entraron tres muchachas vestidas como campesinas holandesas, con la particularidad de que las falditas ( con sus correspondientes enaguas adornadas de puntillas ) apenas les llegaban a las ingles, por lo que al menor movimiento aparecían ante la vista sus coños de poblado aunque limpísimo vello. Así mismo, sus pechos ( levantados por unos bonitos corpiños adornados con lazos de seda ) asomaban pletóricos sobre el amplio escote. Las mocitas, sonriendo sin parar , pidieron a los tres hombres que se desnudasen. Adán admiró fugazmente los cuerpos musculosos de sus dos compañeros mientras se desnudaban, aunque él no tenía nada que envidiarles. A la par, las chicas se habían colocado unos arneses colgando de sus cinturas y habían colocado en ellos los consoladores previamente sacados de sus cajas. Los muchachos se habían colocado con la espalda desnuda directamente apoyada en el asiento y , levantando las piernas apoyaron las pantorrillas en los hombros de las muchachas, quedando ellos con el ano ofrecido ante los consoladores que pendían de las cinturas femeninas.
Adán dudó de si seguir su ejemplo o salir por piernas de aquél departamento. Se decidió por fín, morbosamente intrigado por tan extraño juego. Durante unos segundos se mentalizó para soportar el dolor que, a buen seguro iba a tener que soportar : lo sabía por la experiencia de cuando era adolescente y lo sodomizó su hermano mayor durante una siesta de verano. También el año anterior, durante una orgía, su ano fue visitado por el rabo inexperto de un pasante de su bufete. En ambos casos su recuerdo no era muy grato precisamente.
Preparado, pues, a soportar lo que fuese, apoyó sus velludas pantorrillas en los hombros de su muchacha y su fruncido ojete tembló de temor al acercarse a él un aparato con las mismas dimensiones de su propia polla. Cerró los ojos y aguantó la respiración. Notó el glande artificial restregarse suavemente por su puerta trasera.Un ligero empujón. Un chorrito de líquido bañó su esfínter. Otro empujón y su recto tragó 23 cms. De falo totalmente bañado en un gel de propiedades suavizantes y afrodisíacas. Fue tal el impacto mental que recibió Adán al percatarse del gusto que le había dado la introducción , que incoscientemente , comenzó a mover su trasero para seguir gozando de tan inesperado placer; pero, una vez más, no era ese el juego : la chiquita manipuló un botón del arnés y el dildo quedó metido en las entrañas del abogado con un artilugio en el extremo posterior para que quedase sujeto a la entrada del ano y no se perdiese en las profundidades del recto .Abrió los ojos un poco cabreado y vió a los dos chavales que ya se habían sentado normalmente mientras sus mocitas estaban sobre ellos recibiendo en sus vaginas la visita de sus jóvenes penes. Al abogado le faltó tiempo para seguir el ejemplo de los chavalitos y , de un envión, metió toda su estaca en el húmedo coño de la holandesita. Gimió ésta comenzando un trotecillo que llevó a Adán al séptimo cielo. A la vez, sus manos alcanzaron los opulentos senos que salieron rotundos por el escote. Se introdujo un pezón en la boca y comenzó a succionar como un hambriento mamoncillo. La boca se le llenó de leche a la par que él llenaba con la suya el interior del coño femenino.
Tras unos minutos de relajo, las chicas abandonaron el departamento indicándoles que en media hora llegaban a su destino, por lo que debían vestirse con las ropas que les habían dejado.
( Continuará )