MÁSCARAS
La habitación está en penumbra. Junto al pequeño mostrador, espero sentado en una banqueta. Un pie me reposa en el suelo, el otro, lo apoyo displicentemente sobre una barra de acero del alto asiento. Bebo una cerveza. Bajo mi fino pantalón, la polla se distingue abultando la entrepierna. Con un codo apoyado sobre la barra, las nalgas en el borde del asiento, la pelvis se me dispara hacia fuera, como exhibiendo mi virilidad.
Se oye una música suave de fondo. Tras de mí, oigo abrirse una puerta. No me giro. Espero tu aparición. Distingo un ligero taconeo, como de alguien que danza sobre altos tacones. Ya estás ante mí. La peluca rubia te azota los hombros. Tu rostro, cubierto por una finísima máscara de látex, es la réplica de una diva de la pantalla. Puede ser Mae West, Marylín, o cualquier otra devoradora de hombres. Se adapta de tal forma a tus facciones, y luego maquillada con tal perfección, que casi no se distingue que no es real. Tus ojos me miran directamente, parpadeando de cuando en cuando. Las larguísimas pestañas postizas han sido colocadas exquisitamente, ennegrecidas con el ritmmel que te gusta. Más abajo, la máscara se recorta alrededor de tus labios, sabiamente definidos con rouge intenso. Cada pocos segundos , pasas tu lengua sobre ellos humedeciéndolos- sin dejar que el brillo los abandone.
Un vaporoso picardías negro, de varias capas, cubre la parte superior de tu cuerpo, terminando justamente- a la altura de tu ombligo . Te recorro con la mirada. Tú , sigues danzando ante mí, sobre tus altísimos tacones de charol negro. Las medias de seda, lanzan brillos seductores desde tus pantorrillas, desde tus muslos ceñidos, bien sujetas con el liguero de alta costura que rodea tus caderas, bajando por los laterales y enmarcando tu pubis de vello entrecano.
Apoyas tus manos, adornadas con delicadas uñas postizas, que acarician mis muslos, acercándose a mi verga , que te espera.
Acaba la música de fondo. Te arrodillas ante mí, intentando abrir la bragueta de mi pantalón. Te ayudo. No quiero que me pilles la carne desnuda con la cremallera. Tus uñas rozan mi polla. La sacan, la acarician. Tiras el pelo rubio hacia atrás, con un gesto muy femenino. Como una mujer, como lo que eres en estos instantes. Tus ojos miran mi miembro, suben hasta mi cara. Sin dejar de observarme, tus pintados, tus suculentos labios, adoran mi pene. Sabes utilizarlos. Eres muy puta. Te vas tragando mi rabo, lentamente, como tú sabes, como has hecho infinidad de veces con otros. Tragas y tragas, casi hasta llegar a mis pelotas henchidas. Yo, adelanto mi pelvis, follándote la boca de zorra. Gimes de placer. Chupas a conciencia, con hambre atrasada. Tu mano izquierda se pierde entre tus muslos, agitándose cadenciosamente. Coloco mis dos manos sobre tu cabeza, sobre tu cabello rubio, marcándote el compás a seguir. De cuando en cuando , te pego un envión , enterrando mi grueso glande más allá de tu campanilla. Tienes arcadas, pero aguantas. Te puede el ansia. Aceleras tu masturbación. Tu mano izquierda recorre mi polla, lamiendo el glande. Bajas tu lengua por el tallo, hasta las pelotas. Tu carmín ensucia mi verga. Me estás dando la mejor mamada de mi vida. Mejor que muchas mujeres, mejor que algunos hombres.
Durante un instante pierdo la noción del tiempo y del espacio. No recuerdo ni quién soy, ni quién eres. Cuando me vuelve la consciencia, mi rabo se endurece aún más, recordando quién eres, con la adrenalina recorriendo mi cuerpo por el morbo de tenerte ante mí, mamándomela. Te digo :puta, puta, puta Y me corro en tu cara, a la vez que tu eyaculas en el suelo, entre espasmos.
Quince minutos después, nos tomamos una copa en el bar de hotel. Primero he llegado yo, después tú, recién duchado, impecable. Con los galones brillando en las bocamangas. Tienes prisa. Nos despedimos, hasta otra. Tú me avisarás, como siempre. La próxima vez que te sientas mujer.
Carletto