MENTE PRODIGIOSA
Juanito , bajito y regordete, tímido y miope, rechazado por unos y martirizado por todas. Así fue su infancia, triste y solitaria, amargada y recelosa. Siempre atento para ver, para intuir por donde le vendría el siguiente pescozón, la siguiente burla, el postrer escarnio
Así, hasta que cumplió quince años. Quince años de burlas y vilipendios, de torturas mentales y físicas, con una única compañera : la soledad.
Cuando cumplió los quince, cuando sus hormonas comenzaron a rebullir, cuando su cuerpo dio un enorme estirón todo cambió para Juanito.
Cierto sábado, recién salido de la tina de agua tibia, miró por casualidad el borroso espejo del cuarto de baño. Era un antiguo espejo, rescatado de un desvencijado armario ropero antes de tirarlo a la basura. Su madre lo había apoyado contra una de las paredes y allí estaba, un poco descascarillado el azogue, pero aguantando.
Normalmente , Juanito no se miraba en él. Estaba harto de ver su rostro pálido y mofletudo, su barriga redonda, sus piernas cortas y sus nalgas de odalisca. Tanta rabia le daba ser como era, que le había declarado la guerra al espejo. No se trataba con él.
Pero aquél sábado
De refilón vio a aquel muchacho, espigado, que le estaba mirando, reflejado en el espejo. Instintivamente, Juanito , cubrió sus genitales con ambas manos. Luego, se percató de que era él mismo. ¡ ÉL MISMO !. ¡ No podía ser !. Buscó las gafas en la repisa del lavabo, limpió con la toalla la superficie del espejo y se miró.
No se reconoció. Aquel muchacho de largos miembros, aquel jovencito de rostro anguloso y hombros huesudos aquel adolescente ( miró su parte posterior ) de nalgas prietas y ¡¡ velludas !!. ¡ Era imposible que fuese él ! aunque lo deseaba con toda su alma.
Se deleitó con su imagen. Se quiso tanto, tanto, que acercó su boca a la de aquel muchacho que avanzaba hacia él y le besó. Besó los labios del otro, que eran los suyos. Y lloró de felicidad.
Una imagen fugaz pasó por su mente. ¿ A quién le recordaba el chico del espejo?. ¡Sí!, ya se acordaba : tenía un parecido razonable con su primo Luis. El guaperas de Luis. El Don Juan que traía locas a las muchachas del pueblo. El más cruel de sus detractores, al que más aborrecía. Y rememoró como era su primo: alto, moreno, vergudo exactamente como él ahora. Recordó la primera, la única vez que le había visto desnudo, que los había visto desnudos; porque no fue solo a Luis, también vio a María, su novia oficial.
La verga de Juanito cobró vida propia al recordar los pechos de María, los ojos de María, la sonrisa de María Y un ramalazo de dolor apretó su corazón despechado, y un latir poderoso se instaló en su entrepierna.
María, la de las nalgas esplendorosas. María, la del sexo frutal y perfumado. María, la que se revolcaba en el pajar junto con Luis, ante los ojos parpadeantes, desorbitados y húmedos del primito feo. Y la mano de Juanito imitó los movimientos de Luis ante el rostro embelesado de María. Y se acarició la virilidad , imaginando que él era su primo, y que colocaba el erguido falo entre los muslos blanquísimos de María la Burlona.
Una locura, un frenesí de sube y baja friccionó su verga ensalivada, y ante él giraron los cuerpos desnudos de Luis y de María, enlazados en una cópula sensual, en un metisaca tremendo que hacía engarabitar los dedos de la novia sobre los hombros sudorosos de su viril enamorado. Hasta que chorros de fuego y placer saltaron , embadurnaron el espejo y el suelo, dejando a Juanito temblando, sollozando, ante el primer orgasmo que había tenido en su triste vida.
Cerró los ojos ligeramente mareado. Quiso dar un paso, buscando quizás- una toalla con la que limpiarse, y , al apoyar su pie desnudo sobre el charco de semen, dio un pequeño resbalón que le hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás , yendo a dar con la cabeza en el borde de la bañera.
***
Despertó en la ambulancia. Vio la cara angustiada de su madre sobre él, y volvió a caer en la inconsciencia. Un túnel negro le aguardaba. La luz del fondo era tenue , difusa Avanzó tranquilamente hacia ella. La luz vino hacia él , cada vez más rápida, cada vez más intensa hasta que un súbito resplandor, un estallido tremendo en sus ojos y en su mente , le hicieron saber que ya nunca las cosas serían como antes.
Has estado más ALLÁ que AQUÍ, hijo mío le dijo su madre apenas abrió él los ojos.
Lo sé, madre contestó Juanito, casi sin saber que acertaba de pleno.
La convalecencia fue rápida. Una vez salió del coma, mejoró a ojos vistas y rápidamente- le dieron el alta.
Juanito se bañó en cuanto llegaron a casa. Quiso verse enteramente, desnudo cual gusano. Con las gafas puestas miró su cuerpo en el espejo. Veía borroso, como si una neblina empañase el cristal. Limpió los lentes. Nada. Se quitó las gafas y ¡ sorpresa!, veía mucho mejor sin las lentes puestas.
Se vistió de cualquier forma y salió corriendo a la calle. Feliz de poder ir sin las molestas gafas, sin tener que aguantar por fin la odiosa cantinela :¡ "Lentitos, cuatro ojos, capitán de los piojos "!.
Su mente, siempre asustadiza, perennemente en estado de sobresalto, estaba ahora tranquila. Tenía una sensación como de poder. ¡ Sí, eso era, se sentía PODEROSO , capaz de conseguir cualquier cosa !.
Y comenzó un juego muy especial. Un juego con el que había fantaseado, una y mil veces, desde que era pequeño : tener la voluntad de los demás en su mano. Poder obligarles, simplemente con un pensamiento, a doblegarse ante cualquier deseo de ÉL.
Por la calle, tras él, fue dejando un reguero de riñas, de traspiés, de coches que se atravesaban en plena calzada, de ancianas que golpeaban con el bolso a los pacíficos transeúntes Así siguió, horas y horas, sembrando el caos por doquier. Hasta que se cansó. Y se cruzó con aquellas tres muchachitas tan peripuestas, tan niñas bien. Las miró fijamente y ellas dejaron su parloteo de cotorritas. Dedicándole a Juanito sus mejores sonrisas, subieron sus faldas con una mano, mientras con la otra bajaban lentamente sus lindas braguitas hasta las corvas. Allí las dejó, plantadas en mitad de la acera , con sus sexos desnudos y las faldas arriba, como si fuesen a bailar el can-can.
Juanito siguió jugueteando de aquella manera. Cada vez más atrevido , cada vez más truculento. Ya no quería parar.
Recorrió calles y plazas, paseos arbolados y patios de colegios. Entró en iglesias y conventos, en gimnasios y mercados
Aquí , en un rincón del parque ,una madre joven , de opulentos pechos y rezumantes pezones le ofreció sus senos desnudos, mientras el niño berreaba en el carrito. Y Juanito bebió directamente de los tibios caños, haciendo que la mujer, tras abrirle la bragueta, le devolviese las succiones recibidas.
Allí , en el patio del colegio, el muchacho rió a mandíbula batiente, al conseguir que un negrazo de verga inmensa , desflorara a cinco skiners de cabeza calva y mirada turbia ¡ a petición de ellos !.
Y pudo palpar las entrepiernas vírgenes de recatadas ursulinas. Y morrear los gruesos labios de la monja más maciza, mientras alumnas y profesoras se retorcían, ante él, restregando sus vaginas unas a otras.
Supo del placer de la venganza, al visitar uno a uno a sus enemigos más fieros, y conseguir que sus gordas madres los cabalgasen pese a sus gritos, mientras los cetrinos padres esperaban su turno manoseándose la bragueta
Le bastaba tener el pensamiento más mínimo para que éste se cumpliera. Y fue tachando de la lista a los burlones burlados, a los sádicos martirizados, a las despreciativas mancilladas.
Dejó para lo último lo que más lo reconcomía, lo que más deseaba, lo que había poblado sus sueños más lúbricos desde que los vio en el pajar : María y Luis, Luis y María.
Consiguió que su madre marchase de visita. El invitó a la pareja a un almuerzo dominical. Acudieron extrañados hasta que le miraron a los ojos. Ahí acabo todo. Comenzó todo.
Juanito comía lentamente. Frente a él, María, mostraba los senos por el escote, agarrando las mamas y ofreciéndoselas en la bandeja de sus manos. Luis le iba señalando las gracias de su novia, le animaba a follarla, a tomarla por la fuerza, mientras lo masturbaba lentamente. Les hizo bailar desnudos, restregándose los sexos palpitantes como animales en celo. Maria , subida sobre la mesa, abrió los cachetes de sus nalgas ante las narices de Juanito, mientras su novio la penetraba con el rabo de una cuchara. Un pensamiento más, una degradación más. Les hizo desearlo como jamás habían deseado a nadie. Consiguió que sollozasen de placer lamiéndole sus pies. Que le ofreciesen sus grupas para que los montase
Desnudos los tres, marcharon al dormitorio. Luis tomó la polla de su primo , encarándola con mimo hacia la vulva de María. Juanito penetró a la muchacha, disfrutando de la lengua del novio dándole un beso oscuro. Se revolcaron sobre las sábanas, consumando todo lo que pasaba por la mente enloquecida y poderosa de Juanito. Al final, rendidos, se durmieron.
Al día siguiente despertó Juanito sin saber donde estaba ni con quienes estaba. Unos labios junto a los suyos : María. Una boca junto a su ingle : Luis. Semen y sudor resecos. Cuerpos desnudos enlazados al trebolillo. Desenredó sus brazos y sus piernas y caminó hacia el baño. El orín , dorado, le dio una idea. Tuvo un acceso de risa y cayeron varias gotas fuera de la taza. Desde allí mismo, pensó en lo que quería y esperó. Pronto oyó rebullir en la alcoba el cuerpo de la pareja. Y musitaron su nombre, y lo llamaron a gritos, locos de deseo.
Intentó avanzar hacia ellos. Un resbalón en el suelo húmedo otro golpe en el occipital. Apenas unos segundos. Al levantarse ya notó la vista borrosa. No era nada, quizá los ojos legañosos. ..
María lo miró con la carga desencajada, sin entender la desvergüenza de presentarse ante ella totalmente desnudo. Y Luis . Luis lo insultó como en sus mejores tiempos, a la vez que le daba un empujón y cerraba de un portazo la puerta de la alcoba ante sus narices.
Carletto.