MISTERIOSO ASESINATO EN CHUECA (VIII)
Con la noticia de que la muerta estaba embarazada toda la investigación queda patas arriba. Nada es lo que parece. Habrá que comenzar desde cero.
El primer interrogante para resolver, es la identidad real del cadáver, puesto que- por razones obvias - es imposible que sea de la transexual Soraya. Con el parecido tan exacto entre Soraya y la muerta, deben ser a todas luces hermanas gemelas. Una investigación más concienzuda que la realizada en los primeros momentos, aclara que efectivamente- Soraya ( Andrés ) tiene una hermana gemela llamada Sonia. Esta hermana está casada con el pelirrojo Albert , aunque lo abandonó hace cierto tiempo y partió con rumbo desconocido.
Se cursan las órdenes oportunas. En cuestión de horas, todos los implicados de una u otra forma- en el asesinato, son llevados a Comisaría. Varias salas de interrogatorio acogen a todos los sospechosos. Tus compañeros policías van recogiendo las declaraciones y las transcriben para pasártelas a ti y al Jefe. Tienes el estómago revuelto. Notas tus pechos hinchados de una forma anómala. Te duelen. Cada vez que recuerdas la posibilidad de estar embarazada de Soraya te subes por las paredes.
Tras una larguísima noche , comienzan a llegar los informes a vuestra mesa. Los dos primeros corresponden a Soraya y a su cuñado, el pelirrojo Albert. Las declaraciones se las han tomado por separado, pero al contrastarlas coinciden punto por punto, siendo la de Albert una simple confirmación de la de Soraya.
DECLARACIÓN DE SORAYA :
"Desde muy chiquitos, mi hermana Sonia padecía de ciertos trastornos de personalidad que nos volvían locos a todos. Igual era la persona más abierta, más alegre, más seductora que se pudiese concebir que se transformaba en un ser agobiado por una envidia corrosiva, por una voracidad insaciable para desear todo lo que tuviesen los demás, yo incluido.
Eramos gemelos. Desde pequeños, Sonia alimentó mi gusto por los juegos en los que intercambiábamos nuestras ropas, haciendo muchas veces que yo me pasase por ella, engañando a todo el mundo. Nuestro mundo era muy cerrado, limitándose a un círculo en el que no había cabida para nadie que no fuésemos nosotros dos. Y así fue hasta que conocí a Albert.
Por entonces tendríamos unos doce años. Las dudas que me asaltaban de cuando en cuando, y que de momento no me habían preocupado demasiado, quedaron claras en cuanto lo vi por primera vez : aquél chico de mi misma edad, pelirrojo y varonil, sería el amor de mi vida. Se lo oculté a Sonia mientras pude. Y, por vergüenza, también se lo oculté a él. Me limitaba a ir como un perrillo detrás suyo, siendo su Sancho cuando él era Quijote, o su Mona Chita cuando él era Tarzán.
Al principio nuestros juegos eran totalmente blancos, infantiles, puros. El sexo no manchaba para nada nuestra relación puramente amistosa. Más tarde se integró con nosotros un tercer chico, Paco, llamado de sobrenombre "Pililón". Este chico, buena persona aunque ya bastante maleado por la vida, es el que nos abrió los ojos a Albert y a mí a los misterios de la carne. Un anochecer de verano, con el corazón golpeando en nuestro pecho, bajamos nuestros pantalones tras la tapia de un corral, en los límites del pueblo. Los últimos rayos de sol arrancaban brillos de cobre del pubis de Albert, yo tapaba avergonzado la primera erección que tenía en mi vida, y Pililón haciendo honor a su mote nos mostraba , descarado y precoz, una inmensa verga que nos hizo bizquear a los dos panolis.
Esa noche, entre estertores húmedos, derramé- mientras dormía - mi esperma sobre la sábana bajera de mi cama. A la mañana siguiente, al salir del baño, sorprendí a mi hermana Sonia restregando , entre su pulgar y su índice , una gota del semen que encontró en mi lecho, y en su mirada descubrí ese brillo envidioso que la embargaba de vez en cuando.
Pasaron los años. La adolescencia ya casi tocaba a su fin. Mi enamoramiento platónico por Albert , fue dejando paso a un deseo intenso por tenerle, por poseerle íntegramente. Mi cuerpo , al contrario que el suyo, iba tornándose más femenino , con líneas más suaves de las deseables para un chicarrón de dieciséis años. El era musculoso, jugaba al fútbol y practicaba toda clase de deportes. Yo lo único que hacía era leer y cantar en el coro de la iglesia, en el que mi hermana Sonia era la solista. Eramos la antítesis uno del otro. Pero nos llevábamos estupendamente. Yo lo quería con locura. El, me quería a su manera.
Una noche en la que se celebraban las fiestas de primavera en el pueblo, Albert tuvo el honor de cortar la cuerda que sujetaba el toro embolado. Bolas de fuego sobre las puntas afiladas de los cuernos : doble peligro que me hizo tener el corazón en suspenso por él. La euforia de haber sido el protagonista, lo transformó durante unas horas. Bebimos todo lo que nos pusieron por delante. Nos abrazábamos con el más mínimo pretexto. Y ocurrió lo que tenía que ocurrir. En aquella madrugada , ahitos de vino y con la primavera revolviéndonos la sangre, Albert me hizo el amor por primera vez. La luna nos iluminaba mientras las rosas de abril exhalaban su perfume para nosotros. Fue tal el placer psicológico ( que no físico ) que sentí al tenerle dentro de mí, que me juré hacer lo imposible porque fuese mío, totalmente mío, el resto de nuestras vidas.
Nada más lejos de la realidad. A la mañana siguiente, pasados los efectos del alcohol, Albert me rehuyó. Estaba avergonzado. Estaba temeroso, asustado de estar en el filo, en el peligro de que su tan cacareada virilidad fuese puesta en tela de juicio. Me hundí en la depresión más abyecta : todo mi mundo se desmoronó con su rechazo.
Sonia, con el ojo avizor siempre puesto en mí, detectó algo. Me acosó y le conté todo. Entonces, mientras fingía ayudarme, mientras me vendía la historia de que ella haría de mediadora ofreció a Albert lo que yo no podía ofrecerle. Y en cuestión de una semana, el pelirrojo tuvo el privilegio de haber desvirgado al hermano y a la hermana gemelos. Sonia y Albert se hicieron novios, y yo quise morirme. Durante un tiempo fingí que su noviazgo no me había afectado. Incluso seguíamos saliendo de tarde en tarde Albert, Pililón y yo , aprovechando los repentinos cambios de humor de mi hermana.
Un día tuve una bronca fenomenal con Sonia. Me acusó de querer quitarle el novio, insultándome con lo que sabía que más podía herirme. De resultas de aquello, Albert tuvo que acatar la orden de no volver a salir más con nosotros.
Comencé a juntarme más de la cuenta con Pililón. Todo me daba igual. El me confesó que , gracias a su peculiaridad física, tenía ciertos ingresos que, en secreto, le eran pagados por algunos hombres y mujeres del pueblo a cambio de sus favores sexuales. Para mí me los ofreció gratis. Y los usé ¡ vaya si los usé !.
Tanto me aseguró mi amigo que cuando me lo hacía le daba la impresión de estar haciéndoselo a una mujer, que comencé a acariciar la idea de hacerme transexual. Si lo conseguía, si podía ofrecerle a Albert un cuerpo de mujer , el no se avergonzaría de mí, dejaría a Sonia y podríamos ser pareja. Pero, para eso, necesitaría dinero, mucho dinero. Y la única forma de conseguirlo era prostituyéndome : en ese tema , mi amigo Pililón era un experto.
Nos fugamos de casa y marchamos a Madrid. Vivíamos como podíamos, hasta que nos pudimos hacer con una "clientela" más o menos fija. Para ciertos clientes, montábamos "numeritos" sexuales entre Pililón y yo, o, inclusive participando el cliente de turno. Como divertimento, comenzamos a grabar algunas de aquellas escenas pornográficas ( sin saberlo el cliente, claro está) con una vieja cámara de video que nos regaló un bujarrón cambalachero , a cambio de mamársela a mi amigo.
Por aquel entonces tuve la inmensa alegría de recibir una foto de estudio de Albert, que se había hecho ex profeso en Valencia. Me ponía una dedicatoria preciosa, con una doble intención que hizo que me ratificase en mi idea de cambiar de sexo.
Pasaron los meses. El tratamiento con hormonas comenzó a hacer efecto. Mi cuerpo asimiló con una rapidez milagrosa todo lo que le iba añadiendo para incrementar mi feminidad. Tras una racha bastante buena de "trabajo" pude ahorrar para retocarme la cara e implantarme los pechos. Tuve muchísima suerte con la elección del cirujano , que hizo una obra de arte conmigo. Cuando me quitó las vendas y me ví en el espejo, no encontré prácticamente diferencia entre mi nuevo rostro y el de la fotografía que le había entregado de muestra. Naturalmente, la fotografía era de mi hermana Sonia.
Recibí carta de mi familia. Sonia y Albert se habían casado. Incluso me adjuntaban una fotografía del viaje de novios. Algo en la foto me hizo sospechar que no iba todo bien entre la pareja : Sonia sujetaba del brazo a Albert de una forma extraña, como posesiva, mientras miraba a la cámara con ese gesto duro que tenía cada vez con más frecuencia. Albert intentaba disimular una mueca de hastío, de arrepentimiento, como de que le había salido el tiro por la culata y había metido la pata con su matrimonio. Si dijese que no me alegré inmensamente mentiría.
Siguió pasando el tiempo. La última operación, la definitiva, la sin retorno, era carísima. Ahora tenía que luchar con otras armas. Ya no podía moverme en el "mercado" de chaperos porque no lo era. Aprendí a maquillarme y a ir con hombres a los que les gustaban las mujeres con "sorpresa". Pililón dejó de estar a disposición del público en general, para ser el mantenido de un hombre en particular. Un señorón que se había encaprichado de él en nuestros primeros tiempos como vendedores de sexo ( incluso lo teníamos grabado en una de aquellas sesiones), y que tras estar una temporada con escrúpulos de conciencia, había vuelto a las andadas siguiendo la llamada de la carne.
Recibí otra carta de mi familia. Sonia , durante uno de sus desdoblamientos de personalidad, había salido huyendo de casa con paradero desconocido. No se sabía nada de ella desde hacía varios meses. Si llegase a saber de ella, debía avisar a Albert, pues se encontraba con que no era soltero, ni casado ni viudo.
Pililón me avisó de que , en la finca que tenía el "picadero" su amante, había un matrimonio que realquilaba una habitación. Justamente lo había visto yo también en el periódico, y me presenté como una tromba con el ánimo de quedarme allí, costase lo que costase. Ya lo habían contratado con una exnovicia, que cuando me miró la cara se quedó como si hubiese visto a la Virgen. Los convencí a todos para quedarme yo también. Angela, la novicia, cuando hicimos algo de amistad me confesó que yo tenía un parecido extraordinario con otra novicia que había conocido en el convento. Una novicia que cantaba en el coro con una voz maravillosa. ¿Sonia?, me dije estupefacta. ¿ Sonia en un convento?. ¿Cómo se las habría arreglado? Pero, por lo que me contaba Angela, segurísimo que se trataba de mi hermana. La monja que la había seducido, la monja que se había fugado con ella y que la había iniciado en los placeres lésbicos era Sonia. La loca de Sonia.
La dulzura de Angela y mi parecido con Sonia, hicieron que estuviésemos juntas muy a gusto. Tuvimos nuestros escarceos amorosos. Le descubrí mi verdadero sexo , y , ambas, pudimos disfrutar juntas lo que no habíamos disfrutado por separado : Angela de una buena verga, y yo pude tener relaciones con una mujer. Cosa que me sirvió y de mucho para "ampliar negocio".
Nos integramos rápidamente en la vida de la finca. Con el tiempo alquilamos, cada una, nuestra propia vivienda. Escribí a Albert para contarle mis sospechas sobre el último paradero conocido de Sonia. Y seguí ahorrando para operarme.
La víspera de la operación, llegó Albert. Se conmocionó al verme. Externamente ya no era aquel muchacho que él había conocido, al que había desvirgado en una noche de vino y rosas, sino una mujer despampanante, alguien a quién cualquier machito podía llevar muy orgulloso por la calle. Y , sin embargo, internamente seguía siendo el amigo incondicional, el enamorado loco por sus huesos. No le hizo falta mucho tiempo para tomar una decisión : se quedaría conmigo, me acompañaría a la Clínica y cuidaría de mí en el postoperatorio. Luego, lucharíamos juntos para conseguir los papeles que necesitáramos : él, los de su divorcio, y yo los de la aceptación oficial de mi cambio de sexo.
La sorpresa nos la llevamos el día de nuestra vuelta. Un taxi nos dejó , de madrugada, en la puerta. Subimos los dos pisos con cuidado : tenía los puntos todavía tiernos. Entramos en el piso, fuimos al dormitorio y .
Nos quedamos alucinados, horrorizados. El mundo cayó a nuestros pies. Nos volvimos locos de miedo ya que no de pena y salimos huyendo. Eran las tres de la madrugada."
FIN DE LA DECLARACIÓN DE SORAYA
***
Aparcadas, de momento, las sospechas sobre Soraya y Albert, el hecho de que Sonia no estuviese viva a las tres de la madrugada, implica que podía muy bien haber estado muerta a las dos, o incluso antes, por lo que Roger ese señorón encaprichado del chaperito- pasa a estar en el ojo del huracán de las sospechas, puesto que su coartada se ha diluido en la nada y tiene una razón de mucho peso para matar a la posible chantajista.
Pero ¿ cómo llegó Sonia a ocupar el puesto de Soraya?. ¿De qué medios se valió para adjudicarse la vivienda y los secretos de su hermana?. ¿Hasta donde estarán implicados, el resto de los inquilinos del inmueble , en el crimen?.
Carletto.