miprimita.com

Profumo di Donna

en Sexo con maduros

PROFUMO DI DONNA

 

Sí, Nicole, estás cabreada, muy, muy cabreada. El coche os ha dejado tirados en un camino polvoriento, en mitad de una Sicilia abrasada por el sol. Y el panoli de Nacho, tu compañero de viaje, el único varón sobre la tierra al que has ofrendado tu virginidad, está sin saber que hacer, mirando - como un idiota - el motor humeante del coche. Exactamente igual que hace tres días, cuando te abriste de piernas para él y te miraba la entrepierna con ese mismo gesto estúpido que adorna – en este mismo momento – su hermoso rostro de adolescente demasiado desarrollado para su edad.

***

Todo comenzó hace una semana, cuando os conocisteis en el autobús que os iba a llevar de Viaje de Fin de Curso por toda Italia . Lo viste avanzar por el pasillo, sonriendo a diestra y siniestra, tan alto, tan guapo… Quedaste coladita por él. Tus hormonas desenterraron el hacha de guerra y tú pensaste : "Ese rostro pálido será mío". Y pusiste la pierna cruzada en el pasillo. Y él se detuvo al chocar contra ella. Y te miró. Y lo miraste. Y levantó los brazos para dejar su petate junto al tuyo. Y tú miraste su abdomen de tabla de lavar, asomando bajo la escueta camiseta, el ombligo perfecto y los pantalones muy caídos bajo las caderas. Tan caídos y tan bajos que te diste un atracón de mirarle el nacimiento del vello púbico, tan rubito como el de su flequillo y sus sobacos…

No estudiabais en el mismo instituto ( por eso no lo conocías ) , pero sí que estabais en el mismo curso. Diecisiete años, recién cumplidos , los dos. Guapos, los dos. Porque el chico ( Nacho dijo que se llamaba ) estaba requetebueno; pero tú, Nicole, no le ibas a la zaga. En tu instituto eran famosas tus tetas ( tan grandes ), y tu pelo ( tan rojo), y tus ojos ( tan verdes ), y tu culo ( tan respingón ), y tu genio ( tan, tan … ). Bueno, tan fuerte ( todo hay que decirlo ). Tenías carácter de mujer hecha y derecha. Por eso no te gustaba ninguno de tus compañeros ( "unos críos" pensabas despectivamente). ¡ Pero si, a casi todos, los conocías desde la guardería…!. Y esperabas tu momento. Estabas loca por "dar el paso", pero … tenía que ser con alguien que mereciese la pena.

Cuando viste a Nacho, todo te encajó: a él era a quien tú estabas esperando. Y ya no pensaste en nada más … que en tirártelo .

Te lo tiraste. Claro que te lo tiraste. Porque fuiste tú quien tuvo que avasallarlo, quien tuvo que hacer todo el trabajo de acoso y derribo. El, se limitaba a sonreir , con esa sonrisa de hombre interesante que te volvía loca . Esa sonrisa que – luego – supiste que era la de un niño fatuo, un niñito de mamá acostumbrado a que le dijesen guapo y a mirarse en cualquier superficie que reflejase su imagen.

Con la excusa de visitar a un lejano pariente , habías conseguido el permiso de tus padres para separarte – unos días – de la excursión organizada. El tutor que os acompañaba estaba al tanto. Luego, conseguir que te acompañase Nacho, fue coser y cantar. Alquilaríais un coche para llegar hasta donde vivían tus parientes. Pero, antes, pasaríais tres días solos, completamente solos, en una pensión que buscaste en Palermo.

¡Tenías tanta gana de ver lo que había entre sus piernas.!. Y se lo viste. Y el chico iba armado muy, pero que muy, correctamente. Para celebrar el evento habíais bebido bastante. Tanto, que te quedaste con su verga en la mano , tan fláccida como un moco. Dormido como un tronco, Nacho parecía un bebé. Solo le faltaba chuparse el dedo pulgar y decir "¡ajo!". Allí te quedaste, con la vulva echando fuego y doliéndote los pezones. Mañana será otro día .

Pero el día siguiente no fue mucho mejor. Nacho protestaba de todo, y tú te ibas cabreando. Pero lo mirabas de refilón, veías su planta y recordabas "todo" lo que tenía entre las piernas … y aguantabas.

Os duchasteis juntos. Besar sí que besaba bien, eso hay que reconocerlo. Con su lengua metida hasta las anginas, tus tetas aplastadas contra su pecho, tus manos recorriendo aquella maravilla de hombre … El agua tibia, el jabón perfumado, las pieles resbaladizas, tu pubis contra su verga .. Notabas los pezones duros como piedrecillas. Su verga cada vez más dura, más dura, más dura … hasta que se vino contra tu vientre en dos o tres espasmos que lo dejaron medio muerto. Y le faltó tiempo para salir de la ducha, secarse y tirarse a la cama en plancha. Roncaba como un descosido cuando tú terminaste de llorar bajo la ducha.

No. El tercer día no le llevaste a hacer turismo por la ciudad. Lo querías bien descansado.

Le invitaste a una marisquería ( por si era cierto lo del marisco y la libido ), y , aunque la bromita te costó un ovario , conseguiste que se "entonara" el rubito. Os faltó tiempo para subir las escaleras de tres en tres. Te aplastó contra la puerta, queriendo atravesarte con la dureza de su bragueta. La cosa pintaba bien. Por si las moscas, lo apartaste de tu cuerpo para evitar que se restregase más de la cuenta. En pelota picada os tirasteis sobre la colcha de matrimonio. Le ofreciste tus pechos plenos, le mostraste la llama que te ardía en la entrepierna. Notabas tanto calor en los bajos, que te parecía mentira que no se viese salir humo, o vapor de agua, de tu rajita. El miraba como atontado, con esa expresión que tanto te fastidia. Por suerte la seguía teniendo dura ( no la expresión, sino la verga ). Tú ya estabas dispuesta para que te sacrificase, para que te tomase, para que hiciese de ti lo que quisiera… Y lo hizo. Casi sin darte cuenta tú, pero lo hizo. Pis-pas. Apoyo polla- empujo-meto-saco-meto-saco- met……y sanseacabó. Hasta aquí llegó la riada. Dos escupitajos … y pare usted de contar. No tuvo fuerzas ni para hacerle un nudo al condón.

Allí te quedaste , patiabierta e "in albis" … una vez más. Simplemente se había limitado a quitarte el "precinto". ¡ El muy hijo de … su madre !.

***

No le has hablado desde entonces. Algún monosílabo. Quizás alguna frase, muy escueta, y que siempre acaba en "gilipollas"…

Tienes la garganta reseca. El polvo del camino, el olor a boñiga y a cabra, el sol inclemente. Los latidos de tu sexo…

Habéis entrado en un pueblucho. Mísero y receloso. Te vienen a la mente las películas de la "Cosa Nostra", Don Corleone, las "vendettas". En la pequeña plaza hay un bar. Quizás un casino en que se reúnen los agricultores al final de la jornanda, o en los días festivos… Entras como una tromba. A una cierta distancia, protestando por lo bajini, te sigue Nacho.

En el interior no hay casi nadie. Dos viejos en una mesa, jugando al dominó sobre un tapete verde. Más allá, tras el mostrador, un gordo de edad indefinida te mira con ojos obscenos. Notas su mirada, quemándote, aunque te hagas la longuis. Cerca de un rincón, bajo un gran ventilador, hay una mesita con un servicio de café y un vaso. También hay una jarra, de cristal tallado , medio llena de agua con cubitos de hielo. Al pasar junto a ella, te fijas en que – sobre la silla – reposa un bastón cuyo mango – de plata maciza – representa un puño cerrado.

Buscando la frescura del ventilador, os sentáis bajo él. Mientras Nacho ( ¡ por fín sirve para algo !) chapurrea en italiano pidiendo unas bebidas, buscas con la mirada la puerta del baño. En un pasillo, muy corto, una puerta – cerrada – indica las maravillosas letras internacionalmente conocidas : "W.C" . También hay un lavabo con un gran espejo que conoció tiempos mejores. Abres el grifo, que protesta antes de escupirte un chorrito de agua , tan mísero como todo lo que te rodea. Te viene a la mente el recuerdo de Nacho y sus espasmos. Cierras los ojos y niegas con la cabeza. Quieres olvidarte, pero no puedes. Juntas los muslos : te estás meando viva. Notas los sobacos, las ingles, todo tu cuerpo sudando a mares. Formas un cuenco con tus manos y lo llenas de agua. Justo cuando te inclinas hacia delante , cuando acercas tu cara al agua fresca, oyes abrirse la puerta del retrete. Te quedas inmóvil, con los ojos chorreando, y un escalofrío recorre tu columna vertebral, te pone los vellos de punta y casi te hace soltar el pis que rebosa tu vejiga, oyendo la voz más profunda, más viril, más sensual que jamás llegó a tus oidos :

¡ Profumo di donna !.

Te vuelves hacia la voz como si lo hicieses a cámara lenta. En mitad del pasillo, a metro y medio escaso de ti, un caballero maduro – quizás cincuentón – te mira con una expresión tan placentera en su rostro, tan deleitosa, que te hace sonrojar. Las aletas de su nariz se abren , como las del macho que ventea a la hembra. Casi notas los efluvios de tu perfume, brotando a raudales de todos tus recovecos y llegar , flotando, hasta la pituitaria del italiano. Chasca la lengua y hace un gesto con los dedos pulgar e índice, cerrándolos en un círculo y elevándolos en signo de aprobación. Luego, lanzando un beso al aire, da la vuelta en redondo y camina con pasos tranquilos hacia la salida.

Notas tus bragas húmedas, más que húmedas : mojadas totalmente. Y no es por culpa del pis, sino por el flujo que se agolpa en tu vagina. Entras a trompicones al excusado , y , mientras te vacías, terminas de bajar tus braguitas hasta los tobillos, sacándolas por tus zapatillas deportivas. El papel higiénico, rasposo como una lija del cuatro, te irrita – todavía más – la zona de la entrepierna. Optas por no volver a ponerte las bragas, y las escondes – formando una bola – dentro de tu puño.

Alisas tu minifalda verde. Ordenas tus senos en las cazoletas del sujetador y quitas una última arruga del top que apenas oculta tu ombligo. En el espejo, tu rostro se ve arrebolado. Las greñas pelirrojas forman caracoles con la humedad de tu frente. Guiñas un ojo a tu imagen : te ves estupenda.

Nacho te espera impaciente. Ya ha terminado su refresco de cola y quiere aliviar los intestinos. Le indicas el lugar con la barbilla, y te sientas ante el velador de mármol. Sabes que ÉL te está mirando . Notas su presencia. Oyes un "clic" de teléfono al colgarse , y , a los pocos segundos, el ruido de una silla al ser golpeada por alguien.

¡ Porca miseria!- restalla la imprecación en el silencio del bar.

El maduro se sienta en la mesita que tiene el servicio de café. El hielo, en la jarra, ya está casi fundido. Hace mucho calor. El ventilador, cascajoso, hace lo que puede, que no es mucho.

Levantas la mirada tímidamente. Te está mirando directamente, desvergonzadamente. Las aletas de su nariz siguen venteándote, haciendo que te sientas hembra deseable, potranca en celo… Estás muy caliente, Nicole, muy caliente. Tus muslos, blancos y mórbidos, comienzan a abrirse. Como las compuertas de una esclusa que ya se desborda. Como el portón de una fortaleza vencida. Sabes que tu sexo está a la vista, rojo vello, vagina sonrosada. El cincuentón aspira tu perfume mientras trastea por su bragueta. Hay muchos espejos repartidos por el local. Espejos en los que , alguien, anotó mensajes con pintura blanca : convocatorias de juntas, avisos para agricultores … En ellos, multiplicados, se reflejan vuestros cuerpos. Sí , Nicole : tu sexo está en todas partes. Todos lo pueden ver. Y tú puedes ver el miembro erecto, nervudo, violáceo, que emerge de la portañuela del caballero. Y le miras el rostro, crispado, enervado, mientras musita, una y otra vez :

Profumo di donna. Profumo di donna. Profumo di donna.

Su cabello, plateado en las sienes. Su nariz aguileña. Sus labios finos. Su porte señorial. Todo te excita. Es un HOMBRE . Un hombre de verdad. Lo que tú necesitas.

El calor te adormece. Estás dichosa, recreándote en el placer de sentirte observada, olida, deseada. Abres un poco más los muslos. Con el rabillo del ojo miras la mano del hombre, subiendo y bajando por su falo erguido, por su virilidad majestuosa. En uno de sus dedos brilla un pesado sello de oro. Cierras los ojos, deseando ser poseída, penetrada por esa verga recorrida por venas gruesas, de un azul casi negro. Chorrean tus flujos hasta el asiento tapizado. Si te tocasen en estos momentos … te correrías sin remedio.

Y te tocan. Notas un objeto , tibio y duro, apoyarse sobre tu raja. Sin pararte a pensar, sin dejar que tu mente racional analice lo que haces, adelantas de golpe el bajo vientre, buscando – y encontrando – lo que , todavía, no sabes que es. Y te ensartas, tu misma. Y te corres , a borbotones, mientras abres los ojos, espantada con tu procacidad, maravillada del placer que estás sintiendo.

Bajas la mirada hasta tus muslos. La minifalda verde , subida hasta las ingles, apenas oculta los rizos de tu pubis. En el centro, bien metido en tu reducto, la empuñadura de plata de un largo bastón , escarba en tu interior. Y el hombre que lo empuña, el que te huele desde su asiento, se masturba lentamente.

Y comienza , todo , de nuevo. Ahora notas el puño de plata labrada, cada arruga que frota tu interior. Entra y sale. Entra y sale. Y busca tu punto. Y lo encuentra. Y sientes tal gusto, que cierras los muslos de golpe, atrapando la empuñadura y un buen trozo de bastón dentro de ti. Y oyes la respiración anhelante del macho, su inhalación – desesperada – de tu perfume de mujer.

Cuando vuelve Nacho, el caballero ( y tú ) habéis recompuesto vuestro aspecto. Ahora estás modosa, relajada, sorbiendo tu refresco ya caliente. El hombre se levanta del asiento, aspira el perfume de la empuñadura y vuelve a chasquear la lengua.

Lanza un beso al aire y da la vuelta en redondo, caminando hacia la puerta. Una vez allí, dando un suspiro, sujeta el bastón de una forma característica antes de lanzarse a la calle.

Entonces, solo entonces ( tonta de ti ) , te das cuenta de que es ciego.

 

Carletto.

 

NOTA : Este relato quiere ser un discreto homenaje ( salvando las distancias ) al gran actor italiano Vittorio Gassman y a la película "Pefume de Mujer".

Mas de Carletto

El Gaiterillo

Gioconda

Crónicas desesperadas.- Tres colillas de cigarro

Pum, pum, pum

La virgen

Tras los visillos

Nicolasa

Gitanillas

Madame Zelle (09: Pupila de la Aurora - Final)

Madame Zelle (08: La Furia de los Dioses)

Bananas

Madame Zelle (07: El licor de la vida)

Madame Zelle (06: Adios a la Concubina)

Madame Zelle (05: La Fuente de Jade)

Tres cuentos crueles

Madame Zelle (04: El Largo Viaje)

Madame Zelle (03: Bajo los cerezos en flor)

Madame Zelle (02: El Burdel Flotante)

Madame Zelle (01: La aldea de yunnan)

La Piedad

Don Juan, Don Juan...

Mirándote

Aventuras de Macarena

Cositas... y cosotas

La turista

La Casa de la Seda

La Despedida

La Sed

Cloe en menfis

Gatos de callejón

Carne de Puerto

Obsesión

Cables Cruzados

Tomatina

Quizá...

Regina

Cloe la Egipcia

¡No me hagas callar !

Hombre maduro, busca ...

Se rompió el cántaro

La gula

Ojos negros

La finca idílica (recopilación del autor)

Misterioso asesinato en Chueca (10 - Final)

Misterioso asesinato en Chueca (09)

Misterioso asesinato en Chueca (8)

Misterioso asesinato en Chueca (7)

Misterioso asesinato en Chueca (6)

Misterioso asesinato en Chueca (4)

Misterioso asesinato en Chueca (3)

Misterioso asesinato en Chueca (2)

Misterioso asesinato en Chueca (1)

Diente por Diente

Doña Rosita sigue entera

Tus pelotas

Mi pequeña Lily

Escalando las alturas

El Cantar de la Afrenta de Corpes

Dos

Mente prodigiosa

Historias de una aldea (7: Capítulo Final)

Los Cortos de Carletto: ¡Hambre!

Historias de una aldea (6)

Historias de una aldea (5)

Historias de una aldea (3)

Un buen fín de semana

Historias de una aldea (2)

Historias de una aldea (1)

¡ Vivan L@s Novi@s !

Bocas

Machos

No es lo mismo ...

Moderneces

Rosa, Verde y Amarillo

La Tía

Iniciación

Pegado a tí

Los Cortos de Carletto: Principios Inamovibles

Reflejos

La Víctima

Goloso

Los cortos de Carletto: Anticonceptivos Vaticanos

Memorias de una putilla arrastrada (Final)

Memorias de una putilla arrastrada (10)

Dos rombos

Ahora

Café, té y polvorones

Cloe (12: La venganza - 4) Final

Cloe (10: La venganza - 2)

Cloe (11: La venganza - 3)

Los Cortos de Carletto: Amiga

Los Cortos de Carletto: Tus Tetas

Memorias de una putilla arrastrada (9)

Los Cortos de Carletto: Carta desde mi cama.

Memorias de una putilla arrastrada (8)

Memorias de una putilla arrastrada (7)

Cloe (9: La venganza - 1)

Memorias de una putilla arrastrada (6)

Memorias de una putilla arrastrada (4)

Memorias de una putilla arrastrada (5)

Los Cortos de Carletto: Confesión

Memorias de una putilla arrastrada (3)

Memorias de una putilla arrastrada (1)

Memorias de una putilla arrastrada (2)

Los Cortos de Carletto: Blanco Satén

Frígida

Bocetos

Los Cortos de Carletto: Loca

Niña buena, pero buena, buena de verdad

Ocultas

Niña Buena

Los Cortos de Carletto: Roces

Moteros

Los Cortos de Carletto: Sospecha

Entre naranjos

La Finca Idílica (13: Noche de San Silvestre)

Los Cortos de Carletto: Sabores

Los Cortos de Carletto: Globos

Los Cortos de Carletto: Amantes

Los Cortos de Carletto: El Sesenta y nueve

La Mansión de Sodoma (2: Balanceos y otros Meneos)

Ejercicio 2 - Las apariencias engañan: Juan &In;és

Los Cortos de Carletto: Extraños en un tren

Los Cortos de Carletto: Sí, quiero

Los Cortos de Carletto: Falos

Caperucita moja

Los Cortos de Carletto: El caco silencioso

La Mansión de Sodoma (1: Bestias, gerontes y...)

Cien Relatos en busca de Lector

Cloe (8: Los Trabajos de Cloe)

La Finca Idílica (12: Sorpresa, Sorpresa)

Mascaras

Los Cortos de Carletto: Siluetas

Cloe (7: Las Gemelas de Menfis) (2)

Cloe (6: Las Gemelas de Menfis) (1)

Los Cortos de Carletto : Maternidad dudosa

Los Cortos de Carletto: Acoso

La Finca Idílica (11: Love Story)

La Sirena

Los Cortos de Carletto: Luna de Pasión

Los Cortos de Carletto: Niño Raro

La Finca Idílica (10: La mujer perfecta)

Los Cortos de Carletto: Ven aquí, mi amor

La Finca Idílica (9: Pajas)

Los Cortos de Carletto: Muñequita Negra

Los Cortos de Carletto: Hija de Puta

La Finca Idílica (8: Carmen, la Cortesana)

La Finca Idílica (6: Clop, Clop, Clop)

La Finca Idílica (7: Senos y Cosenos)

La Finca Idílica (5: Quesos y Besos)

La Finca Idílica (4: La Odalisca Desdentada)

La Finca Idílica: (3: Misi, misi, misi)

La Finca Idílica (2: El cuñado virginal)

Cloe (5: La Dueña del Lupanar)

Los Cortos de Carletto: Sóplame, mi amor

La Finca Idílica (1: Las Amigas)

Los Cortos de Carletto: Gemidos

Los Cortos de Carletto: La Insistencia

El hetero incorruptible o El perro del Hortelano

Morbo (3: Otoño I)

Los Cortos de Carletto: Disciplina fallida

Los Cortos de Carletto: Diagnóstico Precoz

Los Cortos de Carletto: Amantes en Jerusalem

Los Cortos de Carletto: Genética

Morbo (2: Verano)

Los Cortos de Carletto: La flema inglesa

Morbo (1: Primavera)

Los Cortos de Carletto: Cuarentena

Los Cortos de Carletto: Paquita

Los Cortos de Carletto: El Cuadro

Don de Lenguas

Los cortos de Carletto: El extraño pájaro

Los cortos de Carletto: El baile

Locura (9 - Capítulo Final)

La Vergüenza

Locura (8)

Locura (7)

Locura (5)

El ascensor

Locura (6)

Vegetales

Costras

Locura (4)

Locura (3)

Locura (2)

Negocios

Locura (1)

Sensualidad

Bromuro

Adúltera

Segadores

Madre

Cunnilingus

La Promesa

Cloe (4: La bacanal romana)

Sexo barato

Nadie

Bus-Stop

Mis Recuerdos (3)

Ritos de Iniciación

La amazona

Mis Recuerdos (2)

Caricias

La petición de mano

Mis Recuerdos (1)

Diario de un semental

Carmencita de Viaje

Solterona

Macarena (4: Noche de Mayo)

El secreto de Carmencita

La Pícara Carmencita

La Puta

Macarena (3: El tributo de los donceles)

Costumbres Ancestrales

Cloe (3: El eunuco del Harén)

Macarena (2: Derecho de Pernada)

Cloe (2: La Prostituta Sagrada)

La Muñeca

Soledad

Cloe (1: Danzarina de Isis)

El Balneario

Escrúpulos

Macarena

La tomatina

Dialogo entre lesbos y priapo

Novici@ (2)

Catador de almejas

Antagonistas

Fiestas de Verano

Huerto bien regado

El chaval del armario: Sorpresa, sorpresa

Guardando el luto

Transformación

El tanga negro

Diario de una ninfómana

Descubriendo a papá

La visita (4)

La visita (2)

La visita (1)