OJOS NEGROS
Me miras. Siempre que paso a tu lado. Sé que me miras, aunque yo no baje mi vista hacia ti. No. No puedo. No podemos. Las gentes bien pensantes, las personas de orden, nunca podremos admitir que existes. No eres nadie. Absolutamente nadie. Ni siquiera una leyenda.
***
A hurtadillas, miro tu reflejo en el cristal del autobús. Estás sentada en el portal, en ese portal de una finca cualquiera, abrigada con dos gruesos jerseys bajo este calor que achicharra. A tu lado, como siempre, hedionda, deshilachada, teñida con los cien colores de la suciedad más espantosa, tienes tu mantita. ¿ Recuerdas aquél personaje de dibujos animados, aquél niño que no podía ir a ningún sitio sin llevar consigo su vieja mantita ?. Pues lo mismo. Con la diferencia única, salvaje, terrible, de que tú solo tienes esa mantita, ese trozo de tejido que pudiste arramblar de tu casa, de tu hogar cuando todavía era hogar. Esa mantita empapada de sangre menstrual, de heces y de esperma. Sí, lo sé aunque no quiera saberlo : de esperma, de semen, de corridas de jóvenes y de viejos, de eyaculaciones que han mancillado tu carne de chica joven, de veinteañera cubierta con costras de suciedad.
¿Cuándo empezó todo?. No lo has sabido nunca, y mucho menos ahora que ya no existes, que ya no piensas. Tú solo miras. Con tus ojos negros, con tus pupilas oscuras, con tus recuerdos terribles.
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Esbelta. Era muy esbelta tu madre. Un tipazo, según se decía entonces. Tanto es así que la eligieron Miss. Reina de la belleza de un pueblo pequeño. Y tu padre, tan gallito él, bajito pero matón. Un guaperas de pantalón acampanado, moto último modelo y un buen empleo. Una pareja envidiable. Todo le sonreía a tu familia.
Ya habías nacido tú cuando pasó lo que pasó. ¿ Y qué pasó?. No se sabe. La gente piensa, imagina, deduce Pero saber, lo que se dice saber, no se sabe nada.
Tu padre cambió de la noche a la mañana. ¿Drogas?. ¿Bebida?.¿De todo un poco?. Quizá sí o quizá no. Incluso puede que fuese simple y llanamente locura. Una locura cómica, graciosa, anecdótica. Pero locura. Una locura quijotesca que os arrastró a tu madre y a ti, que os deslizó por un terraplén suave y simpático, casi sin daros cuenta de lo que pasaba. Claro que tú, de todas formas, eras muy pequeña para diferenciar ningún cambio.
Tu madre sí. Su vida cambió de la noche a la mañana. De vivir en el centro del pueblo, junto a su madre, a sus hermanas, a su familia pasó a vivir en plena huerta, en zona rústica, sin luz y sin agua, en una especie de choza apenas habitable. Todo el mundo achacó esta locura "pasajera" a la originalidad de tu padre, a su deseo de ser puntero en todas las cosas modernas, ecológicas, naturales. En resumen : hacerse de notar.
Pero la cosa no fue pasajera, porque seguisteis allí año tras año. Tu madre, desmejorada a ojos vista. Tu padre, una especie de Rasputín que guiaba una vieja tartana abandonada años ha- y que alternaba momentos filosóficos con arranques vesánicos. Tú, una muñequita de ojos negros y largas trenzas, tan guapa como había sido tu madre en sus buenos tiempos. Una pequeña salvaje que miraba con timidez a los otros niños en el colegio obligatorio, bufando como una gatita ante sus burlas crueles. Más tarde tuviste que hacerte cargo de tu hermana, y tu espíritu de protección se explayó con ella.
A esas alturas de la historia, vuestros parientes os habían dejado por imposibles. Vuestra madre, por amor, miedo o locura contagiada, no veía nada más que por los ojos de su hombre. Seguisteis así por un tiempo más. Luego, sin saber porqué, vuestro padre decidió volver al pueblo, aunque a una casa lo más lejos posible del centro, prácticamente en las afueras. Tu madre pudo emplearse limpiando casas, y él recorrer los mostradores de los bares haciendo el mico.
Tanto tu hermana como tú erais guapas. De escasas carnes, de nula limpieza, pero tan hermosas como suelen ser las adolescentes. Con el añadido de los genes maternos, que incluían un generoso busto por el que vuestra abuela ya fue famosa en sus tiempos.
¿Qué ocurría en vuestra casa de puertas para dentro ?. Misterio. Algo ocurriría , cuando tu hermana con sus escasos quince años decidió salir por piernas. O quizá fue que se hartó de vivir ( de malvivir ) como lo hacíais vosotros. O que se había mantenido pura de mente en aquel charco cada vez más turbio. Ella se lo sabrá.
¿Cuántos años hace de su marcha, de su huida, de su apuesta por un futuro mejor?. Quizá cinco, o puede que seis años. Y lo que no habían conseguido las súplicas de su familia, de sus amistades, de toda la gente que la quería, lo pudo el amor por su hija : vuestra madre marchó con ella para no volver.
¿Y tú ?. ¿ Qué fue de ti, la de los ojos inmensamente tristes, inmensamente negros, inmensamente asustados ?. Se cuenta, se dice, se rumorea, que no quisiste dejar a tu padre solo. Que te quedaste para cuidarlo, para mitigar en lo posible su locura creciente.¡Ay de ti , pobre chiquilla !. ¡ Ay de ti, muchacha que no tuviste NADA en este tiempo en que todo se derrocha !. ¿Qué sentías al atisbar, desde una esquina, la música alegre de la Banda, el oir el crujido de los trajes típicos cuajados de lentejuelas, al ver las sonrisas maquilladas, perfumadas, felices, de las muchachas de tu misma edad?. ¿Qué tuviste tú, a cambio de lo que no tuviste nunca ?. No lo sé. Hay quien dice haberte visto salir, despavorida, de tu casa , medio desnuda, huyendo de un gnomo de barbas luengas, de ojos de fuego, de verga enhiesta, gritando a la noche :
¡ Para que se la chupes a otros, mámamela a mí, que soy tu padre!.
¿Cierto?. ¿ Simples habladurías?. No lo sé. Nadie lo sabe. En el pueblo cada vez hay más inmigrantes. De todas partes. De todas clases. Buenos, malos y regulares. Trabajadores a carta cabal, gente sana , sacrificada, que tiene que desgajarse de su país, de su vida, para encontrar un atisbo de esperanza, de futuro. Y también están los otros. Los sinvergüenzas, los malnacidos, los perros incapaces de dar un palo al agua. Los que ya saldrían de su país a cajas destempladas, la escoria que existe en todas partes.
Con esos, precisamente con esos, hizo amistad tu padre. Y los metía en vuestra casa a cambio de un par de euros, ofreciéndoles techo y quién sabe que cosas más.
Y tu mirada, tus ojos negros, se hicieron más y más insondables, más opacos, vacíos de toda emoción. Hasta que un día, tu propio padre, la persona con la que habías decidido quedarte para proteger, para cuidar en su locura intermitente te tiró a la calle. ¿Porqué?. Por nada. Por todo. Simplemente adujo que estabas loca.
***
¿Cúanto tiempo llevas así?. ¿Desde cuándo dormitas de portal en portal, de rincón en rincón, de infierno en infierno?.¿ Hasta cuándo seguirás defecando, orinando, sollozando, bajo las escaleras de las fincas modernas, de los inmuebles con losas de mármol, de los hogares felices sin sitio para ti?.
Todavía recuerdo el escalofrío, el mal cuerpo, la vergüenza sorda que sentí hace unos días. No muchos. Seguramente demasiados. Traicioneramente, sin pensar, aprovechando que tenía la guardia baja, alguien te nombró en mi casa. Comíamos plácidamene la olla de las buenas familias. De la gente bien pensante. De los que no tienen nada de qué arrepentirse. Aprovechando que mi hijo pequeño había marchado al colegio, quedamos los adultos en la sobremesa. Mi hijo mediano, el que tiene tu misma edad, comentó una anécdota del último fin de semana :
"Estábamos los amigos, chicos y chicas, tomando unos refrescos. Hacía calor y se estaba bien en la calle. Cada oveja con su pareja. Risas, proyectos para el verano, próximas fiestas Ella se fue acercando. Salio de la oscuridad de un callejón, arrastrando su mantita, como siempre. Normalmente no nos fijamos en ella, prácticamente ni la vemos. Pero aquella noche se quedó junto a nosotros, de pie, silenciosa, ausente. Las risas, las conversaciones, fueron silenciándose. Volvimos las cabezas hacia ella, como girasoles atraídos por un sol oscuro. Y entonces, solo entonces, abrió la boca para dirigirse hacia nosotros, por primera vez desde mucho tiempo atrás, quizá desde aquellos años en que la humillábamos en la escuela. Sus palabras, sin entonación, dichas con un hilo de voz, retumbaron en nuestros oídos, en nuestras conciencias, en nuestros sentimientos. Solo dijo cinco palabras. Cinco. Ni una más ni una menos :
" Acaban de violarme cinco polacos ".
Quedamos congelados. Las miradas, sin saber porqué, se dirigieron a sus piernas. No sé lo que esperábamos ver. ¿ Acaso sangre?. ¿ Esperma goteando?. Solo vimos suciedad, mucha suciedad. Silencio. Casi un minuto de silencio guardado para ¿ para qué?. Nadie nos dirigimos a ella. Ni las chicas, ni los chicos. Nadie. La música de un móvil rompió el momento. El "ángel" había pasado sobre nosotros, huyendo de nosotros. Y cada cual volvió a sus cosas, a sus conversaciones, a sus risas y sus cuchicheos. Cuando volvimos a levantar la vista, ella ya no estaba ".
***
Por fin arranca el autobús. Ya no te reflejas en el cristal de la ventanilla. Dentro de poco podré olvidarme de ti. Como hacemos todos en el pueblo. No existes. No eres nadie. No es justo que ensombrezcas ni un segundo de nuestras vidas
Ahí quedas, mirando, siempre mirando. Con tus trenzas grises, tu piel cetrina, tus jerseys de lana y tu mantita de dibujos animados. Mirando con tus ojos negros, negros.
***
Última, ultimísima hora. Se habló de un posible embarazo tuyo ( ya sabes : en los pueblos siempre se habla, aunque luego no se haga nada ). ¿Verdad?.¿Mentira?. Solamente hay una cosa cierta : ya no estás en el portal . Ya no arrastras tu mantita por la gran avenida.
Rumores más o menos acertados advierten que tu hermana se hizo cargo de ti, que puso fin a tu Calvario del que , quizá, tu misma eras ajena.
Eso es lo que deseamos las gentes bien pensantes, las que nos horrorizamos con tu desdicha y cruzamos furtivamente a la otra acera. Un fin perfecto para una vida imperfecta.
Que tengas más suerte por esos mundos nuevos, por esos horizontes lejanos, de la que tuviste aquí, en tu pueblo, con la gente que no podía mirar directamente el terror vacío de tus ojos negros.
Carletto.