LOS CORTOS DE CARLETTO : PRINCIPIOS INAMOVIBLES
Porqué me haces esto? . ¿ Acaso quieres que reviente, que estalle como una pompa de jabón?.¿ No sabes que , lo que me pides, lo que me exiges, va contra mis principios más inamovibles?.
Después de aguantar el suplicio de verte a mi lado, día tras día, esperando, siempre esperando. Con los dedos agarrotados por no ceder al deseo de acariciarte, de no posar siquiera una de mis manos sobre los bucles de tu pelo. Con el alma sumida en las agonías infernales de la lujuria carnal. Con el cuerpo llorando , babeando, al intuir la tibieza del tuyo tan cerca y tan lejos.
¿ No tienes piedad de mí?. ¿ Por ventura , con tu insultante juventud, no eres capaz de aquilatar la barbaridad que me estás pidiendo?.
¡ Si tú supieses las noches en que mi último pensamiento era para ti!.
¡ Cuántos sueños , lascivos, han humedecido mis sábanas!. Y , siempre tú como protagonista.
Me crecían las uñas con el anhelo salvaje de rascar tus pezones, de marcar mis iniciales en tu espalda , de arar la piel sedosa de tus nalgas, de tus muslos, de tu vientre.
Por la mañana, sin abrir los ojos, ya tenía tu imagen en mi retina. Y volaba por los escalones remangando la tela de mi traje para estar apunto antes de que tú llegases.
¡ Cuántas veces me quedé sin voz al verte aparecer!. Con tus ojazos pardos mirándome con ese brillo chispeante, con esa forma tan especial que yo deseaba con toda mi alma que fuese de admiración.
Poco a poco fui atreviéndome. Primero tuve que convencer a mi propia mente, acallar todos los escrúpulos que me reconcomían. Luego, con todo ya decidido, pasé al plan de ataque para conseguir tu conquista.
Y me insinué. Con la vergüenza quemando mi piel; pero te eché los tejos. Una ligera caricia en tu rostro angelical. Un dedo que se demora más de la cuenta en tus labios de rosa Una delicada y furtiva caricia mientras me ayudabas a cambiarme la ropa.
¡ Qué felicidad más intensa , que gozo más celestial cuando me recompensaste con una sonrisa!. Creí morir y resucitar. Creí subir unos instantes al cielo, para bajar - de inmediato - hasta la tierra.
Porque ¿ qué haría ahora?. ¿ Cual sería el siguiente paso , para que no te espantases y perder lo poquísimo conseguido?.
Me desvelaba en las noches, haciendo proyectos, calculando, visionando contra la almohada las reacciones tuyas contra mis hipotéticos avances.
Uno a uno fueron cayendo los bastiones de tus defensas. Te fui acorralando, asediando, llevándote a mi terreno.
Hasta que claudicaste.
Me dijiste que sí. Que no te importaba. Que yo te agradaba y tenías estima por mí. Que siempre tiene que haber una primera vez. Pero con una condición.
La noche la he pasado en blanco. En un duermevela interrumpido por los interrogantes más peregrinos. ¿ Cual sería la condición impuesta?.
Y pensaba en peticiones de bienes y prebendas. Y de miles de cosas que agobiaban mi cabeza. Y mi ánimo estaba dispuesto para ceder a lo que fuese. A todo, absolutamente a todo menos a esto que me pides.
Pues, entonces, no hay nada más que hablar. Me voy.
Sí, sí, vete Daniel. Amor mío, tesoro mío. Y llévate contigo eso tan nefando que me has propuesto. Lo único con lo que no puedo transigir.
De acuerdo, Don Pablo, me llevo los preservativos.
Sí muchacho. Y cierra la puerta de la sacristía cuando salgas.
Carletto.