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Quizá...

en Erotismo y Amor

QUIZÁ

Apenas te he dejado y ya añoro tu sonrisa. ¿ Tu sonrisa ?. ¿ A estas alturas de mi vida, y lo que echo de menos , al recordar a una mujer, es – simplemente – su sonrisa ?.

Espera, espera. Vayamos por partes. Recapitulemos, como dicen los abogados.

¿Quién soy yo?. Eso es una cosa que está de más el decirlo. Yo soy … el que soy. Un hombre relativamente joven, relativamente "bien" en casi todos los aspectos ( incluido el económico ), relativamente mujeriego. Me gusta el buen comer, y eso se nota. Y beber. Y disfrutar de la vida hasta límites políticamente correctos. Generalmente amable. Generalmente simpático. Generalmente buena persona ( o , por lo menos, eso dicen mi madre y algun@s de l@s amig@s que me conocen lo suficiente, o eso creen ).

Por mi trabajo ( que no citaré puesto que no viene al caso ) tengo que moverme mucho por esos mundos de Dios. Un amigo ( bastante carca y muchísimo mayor que yo ) me moteó cierta vez con el apelativo de "Capitán Tan ", refiriéndose a un personaje antiquísimo que salía en Televisión y que siempre comenzaba sus intervenciones con la muletilla de : " En mis viajes por todo lo ancho y largo de este mundo…". Pues eso, una cosa parecida a ese Capitán Tan es lo que me siento algunas veces, con tanto ir de autobús en autobús, de tren en tren y de aeropuerto en aeropuerto.

Mi década prodigiosa, la de los veinte a los treinta, ya quedó atrás. En ella tuve triunfos significativos en el terreno profesional y algún que otro fracaso en el sentimental.

¿ Me marcó, de alguna manera , esta disparidad aciertos – fracasos, hasta el punto de apostar casi todas mis fichas al color del dinero y dejar los sentimentalismos para otros?. Si lo hice, no fue de forma consciente. Seguramente, como tant@s otr@s, dejé que me arrastrase la comodidad de las relaciones superficiales, del " ya te llamaré ", y de no querer complicarme la vida con nada parecido a eso que llaman "amor".

Una buena cena, una hermosa ( o simplemente agradable ) mujer, conversación amena, unas risas … La fórmula no falla casi nunca. Incluso hay que ir con pies de plomo, para no sentirte "enganchado" más de la cuenta. Y, en momentos de premura, en épocas en las que no te apetece nada ( pero nada, nada ) gastar tus escasas fuerzas en galanteos y conversaciones… siempre queda el sexo mercenario. Ese que nunca falla, teniendo – naturalmente – los euros, o dólares, o libras, o la moneda oficial del país en que estés cuando te da el "apretón". Intercambios asépticos de fluidos corporales, algo de gimnasia … y si te he visto no me acuerdo.

Así era , y así es. Aunque, ahora, ya no es exactamente lo mismo. ¿ Desde cuando – me preguntarás con la mirada, con la sonrisa – no es "lo mismo"?. No seas mala – te digo yo – porque lo sabes, lo intuyes, lo adivinas cada vez que me pillas mirándote. Ya no es lo mismo … desde que te conocí. Desde que levanté la mirada del periódico, estoicamente aburrido, y me hundí en la belleza inmensa de tus ojos almendrados, de tu sonrisa única, del resplandor de tu piel marfileña.

¿Qué sentí en aquel momento, en aquel instante único y fugaz ?. Sorpresa, admiración, un vacío enorme en la boca del estómago… una alegría inmensa de estar vivo y de que tú, fueses quien fueses, estuvieses en aquellos momentos junto a mí.

Aeropuerto de Frankfurt. La espera interminable del despegue … se me hizo cortísima desde que te descubrí, desde que me percaté de tu presencia. Todo lo demás desapareció. Solamente quedaste tú. Tuve envidia de las sonrisas que prodigabas a los otros pasajeros, y me angustiaba si te acercabas a uno o a otro , tintineando los cubitos de hielo en el vaso con bebida. Me gustaste a rabiar desde ese primer segundo, desde ese instante mágico, profundo, inigualable, en que te conocí. Y lo mejor ( lo peor ) de todo, es que no me di cuenta. La piel de mi corazón - acorazada – no se inmutó. Simplemente envió a mi mente ( fría y calculadora ) la señal de : ¡ Qué buen polvo tiene esta azafata !., junto con un hormigueo muy agradable.

Me las arreglé para intercambiar teléfonos. Derroché gracejo hispano e hice un poco el fantoche – lo justo, sin excederme – para parecerte simpático, para intentar distanciarme de los otros pasajeros ( alemanes sobre todo ) cuya seriedad teutona les hacían menos apetecibles. Conseguí que quedásemos para salir juntos, nada formal desde luego.

¿Eras un "ligue"?. No lo sabía. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, una mujer no me interesaba – exclusivamente – por la cosa de la libido ni el sexo fácil. Tenía sobre mí, dentro de mí, alrededor de mí, una sensación de euforia, de alegría casi adolescente, incluso de miedo. Miedo sí. Miedo a que te retractases, a que no acudieses a la cita del día siguiente.

Sueños. Sueños raros, felices, atormentados, casi húmedos. ¿ Llegué a mojar la almohada con mis lágrimas … o el pijama con mi esperma ?.Seguramente las dos cosas. Porque poseerte, aunque solamente fuese oníricamente, resultó una experiencia casi religiosa, con éxtasis y arrepentimiento incluidos. Ten la seguridad de que, si te hubiese conocido antes, mucho antes, antes de construirme mi "bunker" privado, mi defensa a ultranza de una "libertad" mal entendida … me hubiese declarado a tí. Y no me hubiese importado tu estatus social, ni tu familia, ni la mía, ni nada de lo mucho que nos separa. Hubiese luchado con uñas y dientes por ti, por nosotros. Nada más sublime que saberte mía para el resto de nuestra existencia. ¿ Ñoño, desfasado, dulzonamente romanticoide?.

¡Sí, claro que sí !. ¿ Y qué?. Así es como me sentía, así es como me siento.

La cita fue un éxito. Resultaste todavía mejor- en la distancia corta - a como te imaginaba, a como te intuía. Además de tu belleza física – nada despreciable – tenías un "saber estar", un aplomo, una categoría como persona, de las que hacen que te sientas afortunado por llevarte como pareja. Similar a las que deben sentir los bailarines, de pizca más o menos, cuando tienen la suerte de emparejarse con una mujer que SÍ sabe bailar. Pongan la música que pongan.

Aquí estoy, con una sonrisa de oreja a oreja. Recordando tus ojos y tus labios. Sin haber visto el resto de tu cuerpo … más que en sueños, y no sintiéndolo en absoluto. Porque me interesas por algo más que un simple polvo, por un simple revolcón ( que ni te propuse ni – estoy seguro – tú hubieses aceptado ). Con todos los interrogantes que conlleva una relación que se intuye como dificultosa ( en caso de pasar a temas más íntimos ), pero que QUIZÁ podamos ir madurando, poco a poco, tacita a tacita, mirada a mirada, sonrisa a sonrisa.

Levantamos el vuelo. Yo en un avión ( Capitán Tan, navegando hacia un puerto cualquiera del mundo mundial ), tú, en otro, repartiendo sonrisas y miradas bellísimas con tus ojos almendrados.

Cierro los míos y pienso. Siento una alegría y un miedo que me hacen vivir de otra forma, de una manera muy distinta a como vivía antes de conocerte. Porque , ahora, todo depende de una sola palabra, esa única palabra que musito mientras me arrellano en el asiento de primera clase, y que queda rondando mi mente, mi corazón y mi entrepierna con un fulgor de piel de seda con tonos de marfil…

QUIZÁ…

 

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