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Pegado a tí

en Hetero: General

PEGADO A TI

Acabas de acostarte , todavía no has llegado a cubrirte por entero con la sábana, y ya estás dormida.

La cena con los amigos se ha prolongado más de lo habitual. Hemos vuelto muy avanzada la madrugada, con tu risa tonta ,con tu cuerpo desmadejado, con tu desvergüenza típica de cuando bebes demasiado.

Apenas apago la luz - muerto de cansancio – cuando percibo que la ventana quedó entreabierta, con los visillos agitándose como banderolas al frío relente del amanecer. Maldigo en voz muy queda. No tengo – en absoluto – ninguna gana de moverme de la cama. Opto por subirme la sábana hasta el cuello, apretando fuertemente los ojos y llamando a los duendes del sueño mentalmente. Pero duendes han quedado en la casa de nuestros amigos, chapoteando en la última taza de café, en esa taza a la que tenía que haber dicho que no y que – por temor a dormirme conduciendo – dije que sí.

Las mañanitas de Abril son muy dulces de dormir. ¡ Será si se tiene sueño!. Cada vez noto más fresco. Me arrimo a ti.

En el jardín, atentos a la alborada, la pareja de ruiseñores ya rebulle en su jaula. Me los imagino copulando como descosidos : ¡ el machito ese que compré , ha salido de armas tomar!. En otra jaula ( regalo de tu madre ) también festejan dos alondras.

Por asociación de ideas ( ruiseñores, alondras, amantes… ), junto con la cercanía de tu cuerpo tibio, parece que a Don Cipote se le está alegrando el cuerpo. Con la claridad que ya penetra en la alcoba, dedico unos minutos a admirar tu perfil. Ya no cumples los cuarenta y cinco , pero sigues siendo la niña de diecinueve con la que me casé. Un mechón de tu pelo claro casi se mete en mi ojo. Me incorporo un poco, solo lo suficiente para verte desde arriba. Me apoyo sobre el antebrazo derecho y te miro. Bajo los párpados , perennemente circundados de ojeras oscuras, imagino tus ojos verdes, esos ojos que cambian de tonalidad según estés contenta o furiosa. La nariz rectilínea, ligeramente inclinada hacia un lado ( debido a un pequeño accidente en tu niñez ). Los labios gruesos y sensuales , del tipo que muchas famosas quieren obtener a base de silicona. Fíjate : tú, tan poco coqueta , tienes gratis lo que otras no consiguen ni a fuerza de dinero.

El lóbulo de tu oreja , desde hace rato, me está diciendo : ¡ cómeme!.. Y yo, como buen esposo, como sufriente cincuentón bien aleccionado, no se decirte que no. Aunque solo me lo pidas con el lóbulo . Mis labios atrapan tu delicia carnosa, embriagándome con el perfume ( ese tan caro ) que te pusiste tras las orejas. Succiono tu colgajito , intentando meter la punta de la lengua por el diminuto agujero. Resoplo , inhalo, disfruto. Mi verga ya te busca bajo las sábanas.

Te das media vuelta en la cama, dejándome con la lengua fuera y el pene tanteando en el vacío. Me has dado la espalda. ¿ Pasas de mí, Bella Durmiente?. ¡ Pues, fíjate que – ahora- es cuando se me evaporó el sueño totalmente!.

Adelanto unos centímetros a la sombra de las sábanas. Me pego a ti, como una lapa, como un sello, como un Inspector de Hacienda. Con mi mano izquierda recorro tu perfil, suavemente, casi sin tocarte. Me demoro en la línea de tus labios, rememorando la primera vez que acogieron mi miembro… Cabecea el interfecto, incrustándose sobre tu nalga izquierda, tan dura, tan fría ( siempre tienes los glúteos fríos, no debes tener suficiente sangre para calentarlos ). La mano sigue su viaje . Ya estoy en tu cuello frágil. Me detengo para sentir el latido de tu arteria, de tu vida. Un estremecimiento recorre mi cuerpo – y no es de frío- al pensar que no podría vivir sin ti. Hasta noto los ojos húmedos : ¡ la edad me está llevando al terreno de los blandorros, de los sensibles, de los que lloran por cualquier cosa!. Me repongo rápidamente cuando noto tu culamen dando la bienvenida a mi verga. ¡ Albricias, hay vida en ti!. No todo está perdido en esta madrugada insomne.

Tus pechos, pequeñitos, aguantan el tipo maravillosamente. ¿ Recuerdas la primera vez que me los mostraste – ligeramente ruborizada – en lo más recóndito de mi casa?. Nunca has tenido pechera abundante ( salvo cuando estabas criando ); pero yo siempre me he conformado ( ¡ qué remedio! ). Y le hemos sacado partido a lo poco que había. Sobretodo cuando te montas sobre mí, bien empalada, inclinándote sobre mi boca , restregando tus pezones sobre mi rostro, mientras te agarro por las caderas y te elevo, te elevo, te elevo, hincándote lo que tengo hasta el centro de tu ser.

Me gusta deslizar tu pezón entre mis dedos pulgar e índice, como si estuviese liando un cigarrillo. Ahora eres tú la que buscas el contacto de mi piel. Mi estómago – ardiente – comienza a caldear tu parte trasera, tus nalgas opíparas, lo mejor de tu persona. Los dedos dejaron el pezón allá arriba , dejándose llevar por la curva de tu vientre hasta el comienzo del pubis . Dedico unos segundos – rápido como una centella – a humedecer mis yemas; pero no hacía falta. Tú tienes humedad para dar y tomar : lo noto en cuanto insinúo un dedo solitario entre tus muslos. Te acaricio unos minutos, los suficientes para que tu respiración cambie de ritmo. Ahora lo haces de una forma entrecortada.

Aparto mi brazo izquierdo de tu cuerpo. En lugar de buscarte el sexo por encima de tu cadera, lo hago por debajo, escarbando en la parte posterior de tus muslos. Te posicionas haciendo un gesto natural, abriéndote un poco para aceptar mi caricia. Hundo dos dedos en tu vagina, avanzando todo lo posible entre tus telas de carne, buceando en los conductos femeninos. Bajo un poco mi cuerpo, adaptándome a ti ( soy más voluminoso, pero las dimensiones – en la cama – se ajustan rápidamente ). Empuño mi falo , dirigiéndolo – a oscuras – hasta tu nido. Torpeo ante la entrada. Incluso – parece- que me equivoco de portañuela ; pero tú estás al quite : mueves tu mano izquierda y – ágilmente- atrapas al pene tontorrón dirigiéndolo hasta el sitio justo. Simultáneamente, levantas el muslo dejando tu Roma como ciudad abierta ante el grueso de mi ejército.

¡¡ Qué gusto, Dios mío!!. ¡ Tantos años haciéndote el amor, penetrándote, (en una palabra : FOLLÁNDOTE ) , y siempre este placer sublime cuando mi champiñón se abre paso en tu vagina, deslizándose íntegramente la verga en tu interior, mezclando nuestras humedades, tus flujos y mis licores pre-seminales . Aceptas mi embates, ronroneas entre sueños. Quisiera atravesarte de parte a parte, llegarte hasta el corazón, iluminarte el alma con el ardor de mi deseo. Te acaricias con mesura. La mano derecha la utilizas para masturbarte, la izquierda se transforma en mamporrera de nuestro amor. De cuando en cuando me aprietas los testículos- no se cómo, pero me los aprietas – encalabrinándome más y más. La cama cruje con nuestros movimientos. Llevado por la pasión, saco la verga más de la cuenta y se desliza – babosa – contra tu nalga. Como buen matrimonio , nos apoyamos en los momentos difíciles. Agarras mi polla por la punta, mientras yo la dirijo por la base : el destino es el mismo. Arranca otra vez la máquina de vapor. La luz ya entra a raudales por el ventanal. Veo tu pelo rubio desparramado sobre la almohada, tu cuerpo – casi de juguete- cubierto por mi corpachón encelado. Estoy tentando unos instantes en montarte; pero desecho la idea sobre la marcha : la máquina acelera, ya se oye el pitido de llegada a la próxima estación. Noto convulsiones en las paredes de tu vagina : ya estás llegando. Aceleras el ritmo de tus caderas, intentando ayudarme en mi viaje al placer. Irrumpimos a la vez con un orgasmo estruendoso , espléndido, inusual. Mojamos las sábanas . Te abrazo con mi parte izquierda ( la derecha hace rato que quedó dormida, dándome pequeños pinchazos ahora que cambié de postura). Ronroneas algo refiriéndote a la ventana. No te hago caso : en lugar de párpados llevo ahora dos losas imposibles de levantar.

Buscamos las sábanas hechas un gurruño a nuestros pies: la mañana abrileña es fresca.

En el jardín , los ruiseñores trinan como descosidos. ¿ O serán las alondras?.

Carletto.

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