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La Finca Idílica (7: Senos y Cosenos)

en Jovencit@s

LA FINCA IDÍLICA : (7.- SENOS Y COSENOS )

 

Rosita, se masturbaba con la pata de unas gafas de sol , mientras miraba una revista de chicos en pelotas. No lo podía resistir : desde que se había marchado su cuñadito, tenía " mono" de carne fresca. Acababa de llegar del kiosko, convenientemente disfrazada, con un gran pañuelo que le cubría la cabeza, unas enormes gafas de sol, su chándal de hacer footing y, naturalmente, sus zapatos de tacón ( a ella le gustaba, siempre, llevar un detalle elegante, aunque fuese vestida de trapillo ). Había elegido una revista "gay" , al azar, sabiendo que – en ellas – siempre se encuentra la "carne" de primera calidad. Apenas entró en casa, más caliente que un ajo, se tiró de cabeza al sofá, abrió con una mano la revista, mientras – con la otra – se quitaba el pantalón de deporte. Como lo que tenía más a mano para meterse "inter-pernorum" eran las patillas de las gafas, pues eso hizo. Primero metió una puntita. Luego , hasta la mitad. Al llegar a la página central, donde jugaban al fútbol varios efebos- con los rabos saliendo por los camales- ya le faltaban centímetros de patilla para meterse. Los cristales de las gafas, empañados por el vaho almejil. Parecía que llevaba un señor con barba, vendiendo el cupón pro-ciegos, en la entrepierna.

Sonó el timbre de la puerta. Maldijo en arameo: ¡ otro orgasmo al carajo ¡…

Envuelta en un batín de baño, salió con cara de pocos amigos. Era el nuevo vecino. El marido de esa señora tan rara, a la que había pillado Rosita oliendo unos zapatos viejos en el contenedor de basura. El señor se presentó, muy amable. Le preguntó si era cierto que, ella, era profesora de matemáticas, en excedencia. Rosita enarcó una ceja antes de contestar. El, farfulló algo de si le interesaría dar clases particulares. La muchacha , estuvo en un tris de decir que no, y cerrarle la puerta en las narices. ¡ Pues estaría bien la cosa, encerrarse- no sabía cuantas horas- sola con aquél carcamal ¡. Se contuvo, y tuvo la sangre fría de preguntar quién sería el alumno. El, se dio la vuelta, como extrañado de que alguien no estuviese a sus espaldas.

¡ Manuel ¡ ¡ Manuel ¡ - gritó al rellano de la escalera.

Rosita, que aún tenía las cejas enarcadas, abrió los ojos desmesuradamente, al ver al tal Manuel, que apareció – tímido como una colegiala – por detrás de su padre.

¡Hola ¡ - balbució el caballerete.

¡ Hooooooola! – musitó la beldad, con la mirada extraviada, perdida en la abultadísima entrepierna del muchachote.

El chaval iba con shorts de jugar al fútbol. Parecía sacado de la página central de la revista recién comprada por Rosita. Solo le faltaba que le asomara un palmo de polla por la entrepierna. Y , eso, viendo el movimiento que llevaba la "cosa" – pues el chico no le quitaba ojo de las tetas – estaba a punto de pasar. Rosita , siguiendo la absorta mirada de Manuel, se percató que – a ella- le asomaba un pecho bajo la bata de baño. Metió kilo y cuarto de teta bajo la ropa, arreglando el escote, con disimulo. Pronto llegó a un acuerdo , con el padre del chico, para el pago de los emolumentos. Con los horarios , no había ningún problema. Incluso – si querían – podrían comenzar ahorita mismo.

¡ Sí, sí ¡ - aprobó , Manuel, con entusiasmo.

Pues, de acuerdo – dijo el padre, congratulado por el fervoroso ( e inaudito ) entusiasmo estudiantil de su retoño.

Quedaron en que, el chico, recogería los libros , y subiría al cabo de diez minutos.

No hace falta que te cambies, Manolín, – dejó caer, muy ladina, la Rosita- será como si estuvieses en tu propia casa.

Cuando cerró la puerta, Rosita corrió como un gamo hasta el baño. Hizo sus necesidades fisiológicas en un santiamén. Sentada en el bidet, dio de beber al ciego de la tupida barba, remojándole bien los labios. Secó bien la entrepierna , con el secador de aire y, en dos brincos, llegó al dormitorio. Se puso – sin bragas debajo – la faldita de sus bailes caribeños con Azucena. Perfumó sus sobacos pelones con agua de azahar, remojándose – también – entre los abundantes senos. Ya estaba sonando el timbre. Acudió a abrir, mientras se colocaba una blusa semi-transparente y muy ajustada. Pilló a Manolín rascándose los testículos. El se había acicalado también. Su pelo, apuntaba hacia arriba, engominado. Se había cambiado la sudada camiseta de fútbol, por otra de tirantes, de tejido de malla, muy ceñida al torso. En la parte de abajo, llevaba el mismo short. Pero , el ojo avizor de la depredadora, se percató de que ya no llevaba – debajo – el calzoncillo. Lo hizo pasar entre sonrisas. Se sentaron en la mesa del comedor, muy juntitos. Rosita aspiraba los olores a macho joven : sudor, orín y semen. El se deleitaba con los asombrosos perfumes de hembrita en celo , que le subían desde la entrepierna de la joven casada.

Manolín estaba atascado con los senos y cosenos, tangentes y cotangentes. Esas cosas tan aburridas que tienen que aprender los jóvenes. Ella, intentando encontrar las palabras más adecuadas para expresarse, inspiró profundamente. Los gordos pechos tensaron la blusa. Un botón brincó sobre la mesa. Manolín miraba de reojo, tratando de aprender todo lo que pudiese sobre senos, ya que no de cosenos. Rosita, haciéndose un lío con grados y medidas, terminó pensando en lo que le mediría al muchacho. ¿ Serían 17 ¿ ¿ Serían 20?. Por la abertura del pantaloncito asomaban ya, por lo menos , unos 14. Teniendo en cuenta lo que tapaba el pantalón… ¡ no podía ser ¡. Sumaban, tirando por lo bajo, 25 cms. ¡ Con las bocas hechas agua, Rosita, comenzó a titubear. Sin saber como, se encontró con la mano sobre la rodilla del muchacho. Avanzando un poco más, ya se topó con la punta de la flauta de Manolo. Respingó el escolar y, sintiéndose atacado, se tiró sobre los airbargs de la maestra, aplastando la cara entre los rebosantes melones. A ella le faltaron manos para pellizcarle, para sobarle, para cogerle- a manos llenas – testículos y falo, nalgas , muslos y tetillas… El, más lento, (¡ pobrecillo, era su primera hembrita ¡), braceaba a diestro y siniestro. Metió su mano – hasta la muñeca- en la bostezante boca inferior de la sensual profesora. Sus labios se resistían a dejar de chupar los sabrosísimos pezones, gordos como fresones. Bajo la faldita, cargó contra las nalgas – tan predispuestas , de Rosita- llegando , incluso, a la entrada del tesoro posterior…

Rosita se rehizo. Aquello no podía seguir así. Todo lo que está bien, está bien.

Lo cogió de la mano y lo arrastró hasta el dormitorio. Sobre la mesita, ella y Felipe, vestidos de novios, se daban el pico en la puerta de la iglesia. Rosita, puso la foto boca abajo , al pegarle con el codo mientras buscaba un preservativo en el cajón. Sacó uno, de los de Felipe, claro. A ojo de buen cubero, calculó pesas y medidas : le iba a estar tarín marín. Rompió el sobrecito de una dentellada. El chico, presentaba armas ante ella, con el short bajado hasta los tobillos. ¡ Menudo pollón, se gastaba el efebo!. Ríete tú – pensaba en silencio la golosona – de los muchachos de Bel Ami. Desenrrolló el finísimo caucho , cubriendo la venosa verga. En un tris estuvo el Manolín de correrse con aquellos preliminares. Ella, notando algo, le dio un apretón en lo huevecetes. Respingó de dolor el muchachín, rebajando durante un instante sus ardores. Aprovechó ella para despelotarse del todo. Acostada cuan larga era sobre la cama, levantó los muslos en un ángulo obtusángulo. El, le buscó el vértice y, como escolar aplicado, lo encontró enseguida. La hipotenusa de Rosita estaba que echaba humo. Necesitaba una tangente que la dividiese en dos. El , la complació con lo que tenía más a mano, que era su pollón de 25 cms. Entró en toda su longitud, aunque algo apretadito por el inesperado grosor. Comenzó la clase magistral. Ella , le soplaba fórmulas al oido. El, cumplía al pie de la letra todas las instrucciones. Pronto se inundó la habitación con el olor a goma quemada del Durex friccionado hasta saltar chispas…Tuvieron que cambiar el recubrimiento fálico. "A nuevo condón, nuevo rincón ", canturreó la maestra, poniéndose culo en pompa. Atacó Manolito la parte trasera de la lección. El capítulo le agradó, y mucho. Aquello era como un cuchillo caliente, introduciéndose en mantequilla ( más caliente todavía ). Agonizaba de dolor y placer la Rosa, bendiciendo al enorme falo, maldiciendo las molestas hermorroides. La hermosa hembra tenía su cuerpo trufado, ya, de orgasmos. El chico, acordándose de una "peli" porno, vista con sus amigotes, se quitó el preservativo, a la vez que aspergiaba con su hisopo la tersa espalda de la pecadora…

Con las rodillas temblando, Manolín se guardó los 10 euros que le dio Rosita , con los 6 euros que le había dado su padre para pagar la primera lección. ¡ No estaba mal, eso de aprender sobre senos y cosenos ¡. Aquél curso, lo aprobaba. Seguro.

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