MIRÁNDOTE
Hoy te he visto desnuda. Y la rabia ha subido hasta mi boca, llenándola de ácido, de bilis, de celos salvajes No puedo acostumbrarme. Nunca lo haré.
El gozo, el placer de ver tu cuerpo expuesto ante mí, ha quedado ensombrecido por el temor de que también te vean otros. Porque al maravillarme ante tu garganta, ante tus hombros, ante tus senos perfectos no podía dejar de pensar, de atormentarme, de recordar que también puedes ser de cualquiera.
En la esquina de siempre, en "tu esquina", aguantando las inclemencias del tiempo, siempre mirando con tus ojos dulces, tu cuerpo esbelto, siempre deseable, siempre excitante, ofreciéndote toda tú al mejor postor.
Has sido testigo muda de mis erecciones más feroces. De mis besos lanzados al aire frío de una noche de invierno, calado hasta los huesos y pidiéndote, rogándote, que me cobijases bajo tu abrigo de pieles. ¿Recuerdas aquella primavera, cuando sin poder resistirme más masturbé mi rígido miembro , plantado ante ti, mirándote procaz el espléndido escote de tu blusa veraniega?.Me derramé a borbotones, a escasos centímetros de ti, casi manchando tus zapatitos con mi amor licuado.
Ayer tuve la experiencia de mirarte con tu vestido de novia. ¡Qué bella estabas!.Imaginé que yo era el afortunado, el dichoso dueño de tu persona, el que te poseería en cuerpo y alma, eternamente y sin compartir con nadie más. ¡Pobre infeliz!.Estoy seguro que te reirías de mí, mirándote embobado, con los ojos húmedos, perdidamente enamorado.
No pude comprarte. Nunca serás mía, salvo que espere a que estés vieja y deteriorada. Cuando nadie te quiera ya. Cuando tu rostro esté rajado, tus miembros descoyuntados, cuando otra mucho más joven que tú ocupe el lugar en el que ahora aguantas imperturbable, bellísima, día tras día, tarde tras tarde, noche tras noche.
Cuando otra ocupe tu lugar en el escaparate de la esquina.
Soy cobarde, lo sé. Nunca me decidiré a raptarte, a romper el cristal y salir huyendo contigo de la mano. No. Yo no soy tan valiente como Joan Manuel; pero puedo asegurarte que tú, amada mía, sí que eres mi Penélope.
Carletto.