LOS CORTOS DE CARLETTO :"DIAGNÓSTICO PRECOZ"
Se aproximaban los exámenes. Los dos estudiantes de medicina disertaban por la calle, con los libros bajo el brazo, sobre la materia que versaría la próxima evaluación. Los dos eran igual de empollones, un poco repelentes, muy marisabidillos. Hablaban y hablaban, sin escucharse uno al otro. Ya se creían unos señores doctores
Como el tema de los exámenes o pruebas en cuestión, era el de "Diagnóstico a Primera Vista", llevaban ya largo rato intentándose deslumbrar , uno al otro, con su sapiencia sobre la asignatura a debate.
Se cruzaban con una señora , ya mayor, de prominente vientre, y uno de ellos disparaba primero :
¡ Embarazo inesperado ¡
El otro , replicaba al instante :
¡ Hidropesía ¡
Si el objeto de su diagnóstico, era un señor que hacía eses, agarrándose de árbol en árbol, el diagnóstico era dicho sin titubeos :
¡ Embriaguez aguda ¡
¡ Vértigo de Menniere ¡
Y así, recorrían el trayecto que les separaba hasta la Facultad.
Esperando en un semáforo, vieron en el otro lado de la calle, esperando también, a un señor de carnes abundantes, pero con muy, muy, mala cara. Incluso desde allí, se alcanzaba a ver que el rostro del hombre estaba pálido, demacrado. Casi le distinguían un sudor frío resbalándole por las sienes. ( tenían muy buena vista, los pseudomédicos).
No quisieron desaprovechar la ocasión, y decidieron que, por fín, iban a salir de dudas sobre cual de los dos era mejor en la citada asignatura. Decidieron, rápidamente, que dirían su diagnóstico y que, luego, le preguntarían al enfermo para saber el motivo real de su dolencia. Así pues, esperaron un poco más a que el semáforo de los peatones se pusiese en verde. Cuando cambió, el buen hombre comenzó a cruzar la calle, en dirección a ellos. Conforme se acercaba, los dos estudiantines escrutaban su aspecto de arriba abajo : su rostro, sus gestos, sus andares. El enfermo, aparte de la mala cara ( que se confirmaba rotundamente al ir acercándose ) iba con las piernas entreabiertas, como andando muy fatigosamente. Con las dos manos, se sujetaba la cinturilla del pantalón, como intentando despegar la tela del contacto con la doliente carne. A cada paso, resoplaba y tragaba saliva, como si estuviese pasando las agonías del infierno.
Ya casi estaba junto a ellos. El momento había llegado. "Alea jacta est", dijeron por lo bajini los dos compañeros desenterrando, de paso, sus escasos conocimientos de Latín .
Pontificaron sus diagnósticos :
Hernia inguinal estrangulada dijo el primero, con todo el convencimiento del que se sabe la asignatura al dedillo.
Hemorroides sangrantes dijo el segundo, no menos convencido de haber acertado.
Ya estaba dicho. Ahora faltaba la segunda parte, la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Con las palabras que dijese el enfermo, uno de ellos subiría a las glorias del Cielo Hipocrático. El otro, bajaría a los infiernos de la más supina ignorancia
Señor, señor, por favor dijeron a coro, llamando la atención del diagnosticado enfermo sáquenos usted de una duda.
Le explicaron brevemente de qué trataba el asunto, y de los diagnósticos que habían dado cada uno de ellos, preguntándole que les informase de cuál de ellos dos se había equivocado.
El hombre, rió sin ganas y , secándose el sudor que anegaba su frente, les dijo casi sin voz :
Muchachos , debo aclararos, que nos hemos equivocado los TRES.
¿ Cómo que los tres ¿ - dijeron a coro, alucinados por la respuesta.
Si, señores doctores. Los tres nos equivocamos . Porque debo deciros que no es hernia. No son hemorroides
Y no era PEDO, porque apreté y me CAGUÉ.
Con ello quedó dilucidada la cuestión del Diagnóstico a Primera Vista.
Carletto